8/29/2014

La fiesta presidencial


Peña y Videgaray durante el anuncio del plan de inversión de BBVA Bancomer en México. Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- Seguramente el próximo 1° de septiembre Enrique Peña Nieto iniciará el mensaje político de su segundo informe de gobierno festejando la aprobación de las reformas energética, educativa y de telecomunicaciones, asegurando lo que ya dijo en los programas de espectáculos de Televisa:Que pronto habrá beneficios sociales con estos cambios constitucionales.
Ese lunes próximo seguramente habrá fiesta en Palacio Nacional, mientras que en los alrededores y en el resto del país la pobreza seguirá, la violencia no se detendrá y el crimen organizado mantendrá sus reductos de poder, incluida la capital del país.
En este año el PRI ha concretado lo que desde Miguel de la Madrid, pero sobre todo con Carlos Salinas de Gortari, se pretendía: El proceso de privatización de las áreas que durante décadas fueron responsabilidad y facultad del Estado, como es el manejo del espectro público, la explotación del petróleo y la generación de energía eléctrica.
Con Peña Nieto al mando, el PRI concluyó este año una larga etapa de más de dos décadas que duró la privatización de las áreas estratégicas del Estado mexicano empezando con el campo y la minería en los tiempos de Salinas de Gortari, hasta la generación de energía, hidrocarburos y telecomunicaciones en esta última etapa.

El mensaje presidencial será de pláceme por haber logrado lo que el PAN no pudo en 12 años durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, a quienes el PRI no les iba a conceder el privilegio de consumar lo que los priistas tenían planeado desde finales de los ochenta: La liberación de la economía y la privatización de las áreas estratégicas del país.

Probablemente dirá que la soberanía nacional no se tocará por las trasnacionales del petróleo, pues habrá organismos tripartitos que vigilarán la extracción de los mantos en altamar y no permitirán ninguna ilegalidad en los porcentajes de ganancias que tendrán las compañías extranjeras, acostumbradas a exprimir hasta la última gota del petróleo en zonas peligrosas, incluso en aquellas donde hay guerras.
También será casi seguro que Peña hable de Michoacán asegurando que se consiguió la paz con la recuperación del territorio controlado por el crimen organizado y la detención de varios de los cabecillas. Pero no hablará de que ahí siguen operando otras bandas criminales que mantienen las rutas del narcotráfico, las extorsiones y los cobros de cuota.

Presumirá la creación de la Gendarmería Nacional como su proyecto, cuando esta idea en realidad empezó desde 1999, cuando Francisco Labastida Ochoa, siendo secretario de Gobernación, la propuso con el desplazamiento de cinco mil militares hacia la policía, los mismos que integran ahora este organismo que está al mando de Monte Alejandro Rubido.
De lo que no hablará Peña Nieto –y si lo hace, será de pasada–, será que el país se encuentra estancado económicamente con cero crecimiento; tampoco de la falta de creación de empleos, de la inflación de 4.7%, del aumento en el precio de los productos de la canasta básica y de la gasolina.
Tampoco del aumento de los pobres que ya rebasa 52% de la población total o del desempleo que subió en 5.7% respecto al del año pasado, de los 31.9 millones de mexicanos con rezago educativo, del millón y medio de niños desnutridos o de los 10 millones que no tienen casa.

De la violencia, tratará de matizar los números de muertos violentamente en su administración –son ya más de 36 mil–, con la captura de Joaquín Guzmán Loera El Chapo.
A pesar de la crisis que no supera el país, es casi seguro que Peña Nieto y sus compañeros de partido habrán de festejar augurando un porvenir  próspero, pero sólo para ellos y sus invitados en Palacio Nacional, resguardados por escoltas, soldados y policías, para que nadie de los alrededores se les acerque o los toque.

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