Carlos Bonfil
Nunca
se enfatizará lo suficiente la importancia de reactivar y dinamizar en
nuestro país, y en el terreno cultural, la recuperación del patrimonio
fílmico nacional y extranjero. La labor es esencialmente educativa y es
responsabilidad indeclinable de las instituciones culturales al
servicio de la ciudadanía que las sostiene. Al respecto, los esfuerzos
de la Cineteca Nacional con un funcionamiento pleno de las 10 salas con
que ahora cuenta, son encomiables. No sólo se mantiene un buen nivel de
calidad en su programación diaria, sino que se diversifican las ofertas
culturales más allá de lo que cualquier cinéfilo, por aplicado que sea,
es capaz de consumir razonablemente.
Diez salas alternando cada día estrenos, retrospectivas, festivales,
cursos y presentaciones de libros, representan una apuesta cultural al
borde de la sobresaturación, lo que exige novedosas estrategias de
distribución racional de la oferta. Esta efervescencia de la cinefilia
contrasta vigorosamente con las rutinas de programación de la cartelera
comercial, con su hegemonía de superproducciones hollywoodenses y su
franco desdén hacia los estrenos nacionales que apenas sobreviven ahí
una o dos semanas, en pocas salas y en horarios a menudo ingratos.
Quedan rezagos importantes en la Cineteca renovada (una videoteca con
apertura formal pendiente, un museo de cine del que poco o nada se sabe
a la fecha), pero en materia de programación la institución cumple con
su primera misión irrenunciable: conservar y difundir de la mejor
manera el patrimonio fílmico disponible.
Un ejemplo, entre muchos otros recientes, es el ciclo dedicado al
cineasta y comediante austriaco Erich von Stroheim, emigrado a Estados
Unidos en 1906. Y dentro de la revisión de siete de sus obras
principales, la presentación de la versión más completa hasta hoy
disponible de Avaricia (Greed, 1923-24), considerada la obra maestra más mutilada en la historia del cine.
Concebida original y desmesuradamente (para la época) como una cinta
de nueve o 10 horas de duración, los jerarcas de la Metro Goldwyn Mayer
terminaron tasajeándola y reduciéndola a una versión de dos horas y 20
minutos, copia de su estreno en 1924. Una cinta ya irreconocible para
su creador (
Están exhibiendo sólo el esqueleto de mi hijo muerto), quien siempre la consideró su mejor trabajo. Las razones para semejante desfiguración de una obra artística fueron sin duda comerciales, aunque también intervino como criterio decisivo el carácter sombrío y pesimista de la película.
Basada escrupulosamente en Mac Teage (1899), novela de pronunciado realismo social de Frank Norris, Avaricia
relata el irrefrenable proceso de descomposición mental de sus tres
personajes clave. Dos grandes amigos, el burdo minero vuelto dentista
autodidacta Mac Teague (Gibson Gowland) y el hedonista y generoso
Marcus (Jean Hersholt), sucumben a la desconfianza mutua y al
enfrentamiento visceral cuando la prima y novia del segundo, una
angelical creatura llamada Trina (ZaSu Pitts), se casa con Mac Teague y
paralelamente gana 5 mil dólares con un billete de lotería.
La fortuna inesperada (verdadero elemento de la discordia) acelera
primero la degradación moral de Trina, quien abandona sus candorosos
aires de Lilian Gish para volverse una mujer codiciosa y avara,
literalmente repugnante para el marido que antes la adoraba; transforma
también la bonhomía de Marcus en una envidia enfermiza que le hace
renegar de su vieja amistad con Mac Teague y reclamar una dote virtual
que considera suya. Asediado por la avaricia y el rencor de sus seres
más queridos, el dentista pierde a su vez la serenidad, se abandona a
sus instintos más primitivos y sucumbe al alcoholismo y a una
decadencia moral agravada por la miseria. El desenlace portentoso en el
desierto del Valle de la Muerte contiene elementos de nota roja y
también acentos bíblicos (Caín y Abel), y un clima de total
desesperanza, insoportable para el optimismo declarado del cine
hollywoodense de la posguerra.
La versión de casi cuatro horas que presenta la Cineteca Nacional es
el trabajo de reconstrucción para video que realizó Rick Schmidlin para
TMC (Turner Movie Classics) en 1999, y que incluye 650 fotos fijas,
algunas coloreadas, para colmar en lo posible las lagunas narrativas en
la reducida versión hasta entonces conocida. Se recuperan con
intertítulos nuevos subtramas antes eliminadas y personajes secundarios
que marcan ahora contrastes importantes con los protagonistas, a la
manera de apuntes y contra modelos de optimismo más convencionales en
el conjunto sulfuroso de la obra. Presentada Avaricia junto
con otras seis obras del cineasta, se subraya la originalidad y
desmesura de esta película que para muchos cinéfilos e historiadores
sigue siendo genial y casi maldita.
Se exhibe en la sala 4 de la Cineteca Nacional. Martes 26: 19 horas y domingo 31: 19 horas.
Twitter: CarlosBonfil1
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