Considere el siguiente discurso: De nosotros depende, ahora, aprovechar esta plataforma, para acelerar el crecimiento y lograr el objetivo económico más importante: Mejorar la economía familiar de los mexicanos.
Gracias a la solidez de nuestras instituciones, a la realidad irreversible de nuestra democracia y a la solidez de sus finanzas, México ahora está listo para despuntar en el mundo del siglo XXI. Así, lo reconocen ya, observadores políticos y económicos, nacionales y extranjeros.
Todos coinciden en que tenemos una oportunidad histórica para proyectar a México, hasta convertirlo en una potencia, como lo merece ser.
Hay un gran número de mexicanos que viven al día, preocupados por la falta de empleo y oportunidades, porque el país no ha crecido lo suficiente.
Creo en un México con crecimiento económico sólido y sostenido, que se refleje en toda la geografía nacional.
En el compromiso de acelerar el crecimiento económico, vislumbro el que vayamos a fomentar mayor competencia en todos los ámbitos; aumentar el nivel de crédito para financiar áreas estratégicas y promover la economía formal.
Debemos impulsar, sin ataduras, ni temores, todos los motores del crecimiento. El campo, el turismo, el desarrollo industrial, serán imprescindibles en la ruta de México para transformarse en una potencia económica emergente.
Estas palabras bien podrían formar parte del discurso que emitirá el próximo lunes 1 de septiembre el presidente Enrique Peña Nieto, con motivo de la presentación de su segundo Informe de Gobierno. El problema, sin embargo, es que las líneas anteriores son de su discurso de toma de posesión del pasado 1 de diciembre de 2012. Veintiún meses han pasado y las promesas de crecimiento siguen esperando. El crecimiento combinado de 2013-2014, aun si se materializara el objetivo del gobierno de este año de 2.7% (cosa que se ve muy difícil), sería de apenas 3.8% en el bienio, es decir, 1.9% por año. Entre 2005 y 2010 (último dato disponible), la población mexicana creció a una tasa anual de 1.8%. Esto implica que el ingreso promedio habría permanecido prácticamente estancado en estos años. ¿En verdad se ha impulsado el crecimiento sin ataduras ni temores? Si es así, no se nota por ninguna parte.
Por otro lado, la mejoría de la economía familiar no es más que un buen deseo. Los mexicanos que viven al día, preocupados por el empleo y la falta de oportunidades son hoy más y no menos, según lo revelan no sólo las encuestas sino también el Índice de Tendencia Laboral de la Pobreza elaborado por el Coneval. Según esta fuente, el ingreso laboral por persona ha caído en casi 6% en términos reales en los últimos dos años. Por su parte, la tasa de desocupación que en julio de 2012 era de sólo 5%, ahora en julio de 2014 fue de 5.5%. Es decir, hay más desempleo y los empleos que existen son peor remunerados.
El discurso de las reformas promete que, ahora sí, ya pronto empezaremos a crecer. El discurso oficial, que antes de la toma de posesión prometía un vuelco relativamente rápido en la tendencia de crecimiento, ahora se contenta con decirnos que el impacto se verá en el mediano y largo plazo. Para algunos temas ya ni siquiera se avizoran efectos positivos de las reformas para este sexenio. Lo sorprendente de esta posición es que no se hace cargo de lo obvio: ¿por qué estos primeros dos años de la administración Peña Nieto ni siquiera crecimos a la tasa a la que habíamos venido creciendo en años anteriores? Es claro que ha habido un problema de gestión y de administración pública que pretende disimularse con la explicación banal de que el gobierno estaba concentrado en las reformas y de que ya creceremos después. Al parecer, la tónica de este segundo informe será simplemente la reiteración de las promesas efectuadas al inicio de este gobierno. Más que segundo informe, quizá estaremos frente a una segunda toma de posesión. A ver si ahora si se cumplen las promesas.
@esquivelgerardo
gesquive@colmex.mx
Economista
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