Por
John M. Ackerman
El pasado 11 de julio Aurelio Nuño anunció que la solución mágica a
los problemas de México se encontraría en la ampliación de la cantidad
de horas dedicadas a la enseñanza del inglés en las escuelas públicas
del país. De acuerdo con su plan maestro, a partir de 2020 todos los
niños egresarían de la primaria perfectamente bilingües, hablando
español e inglés.
En un momento particularmente emocionante de su discurso, el
secretario de Educación Pública –alguien que apenas mastica el inglés–
exclamó que la enseñanza de este idioma sería más importante que casi
cualquier otra materia, ya que es la única forma en que “México podrá
insertarse con eficacia en el mundo global”.
El “pequeño detalle”, como diría Cantinflas, es que la afirmación de
Nuño carece de sentido alguno, ya que el “mundo” es siempre y por
definición “global”. Asimismo, la “inserción” de México en este “mundo
global” es un hecho que no depende en absoluto del idioma que hablen sus
ciudadanos. Al parecer, habría que recordarle a Mister Nuño que nuestro
país no se encuentra en la Luna, sino en el planeta Tierra y por ello
está automáticamente “inserto” en el mundo.
Así que la gran pregunta sobre el futuro de México no es cómo mejor
“insertarnos en un mundo global”, una frase que carece de sentido u
originalidad, sino cómo relacionarnos mejor con las otras naciones y
pueblos del planeta.
Vale la pena abordar el tema de fondo: ¿Es el aprendizaje del inglés
la clave del éxito internacional de México? Y en particular, ¿vale la
pena dar prioridad a esta materia por encima de otras áreas de
aprendizaje, como las matemáticas, el español, la música, las lenguas
indígenas o el pensamiento creativo y crítico?
Si el objetivo principal del sistema educativo es producir mano de
obra barata al servicio del capital estadunidense la respuesta sería
afirmativa, desde luego. Desde este punto de vista, México necesita
urgentemente que sus obreros puedan leer los manuales escritos en
Seattle así como obedecer las órdenes emitidas por sus nuevos jefes de
Houston y Nueva York.
Esta miserable lógica entreguista es la que predomina en el gobierno
federal y en las mentes de todos los “líderes” del PRIANRD. Sueñan con
desaparecer a México, y en particular al terrible estorbo de los
millones de mexicanos dignos y conscientes, para “integrarse” plenamente
en América del Norte. De ahí surge el servilismo más absoluto del
gobierno de Enrique Peña Nieto hacia Donald Trump con respecto a la
construcción del muro fronterizo, la renegociación del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte, el maltrato hacia los migrantes mexicanos
residentes en los Estados Unidos y la política exterior hacia
Venezuela.
Pero quienes soñamos con un México fuerte, soberano y justo tendríamos que apostarles a otras vías para fortalecer a la nación.
Específicamente, los dos aspectos que deberían ser prioritarios en el
sistema educativo nacional serían la creatividad y el pensamiento
crítico. Los países que logran avanzar en el mundo contemporáneo son
aquellos que invierten en la formación integral de la inteligencia y la
sensibilidad de sus poblaciones, no los que priorizan la enseñanza de un
idioma en particular.
Lo que hace falta no es aprender a decir “yes sir” sin acento, sino
liberarnos del malinchismo tan arraigado entre las élites políticas,
empresariales e intelectuales del país, con el fin de construir nuestro
propio camino al éxito a partir de las grandes fortalezas culturales,
históricas y económicas de México.
Antes de aprender a masticar el inglés, nuestros niños primero
tendrían que conocer la historia de México, así como saber leer,
escribir, crear y criticar en español. Los estudiantes también tendrían
que hacer deporte, aprender a tocar algún instrumento, saber debatir
inteligentemente sobre la situación política nacional y conocer las
tradiciones y las lenguas de los pueblos indígenas. El aprendizaje del
inglés no hace daño, desde luego, pero es un gran error colocarlo como
el eje vertebral del nuevo sistema educativo.
Si en México habláramos un idioma poco conocido mundialmente, quizás
tendría sentido dar una alta prioridad al aprendizaje de lenguas
extranjeras. Sin embargo, habría que recordar que el español es hoy el
tercer idioma más importante en el mundo, con 350 millones de hablantes
nativos. Solamente el chino mandarín y el hindi cuentan con más
hablantes nativos.
Hablar español, el idioma de nuestros primeros colonizadores, ya nos da acceso al “mundo global” tan admirado por Nuño.
Lo que hace falta hoy no es aprender el idioma del nuevo imperio,
sino dirigir la mirada hacia adentro para promover un renacimiento
integral de la enorme creatividad y profundidad de todos los mexicanos a
partir de una verdadera reforma educativa diseñada e implementada de la
mano con los maestros, los alumnos, los padres y las madres de familia
en toda la República.
www.johnackerman.blogspot.com
@JohnMAckerman
Este análisis se publicó en la edición 2127 de la revista Proceso del 6 de agosto de 2017.
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