(apro).- Dicen en el PRI que el enemigo a vencer para las elecciones
en el 2018 es Andrés Manuel López Obrador, aunque en realidad su
verdadero adversario es la corrupción, un mal endémico para el cual no
tienen vacuna que los proteja porque forma parte de su estructura, de
sus usos y costumbres, es el piso sobre el cual han basado su propia
existencia.
Desde la presidencia de José López Portillo, el país no había sufrido
una administración tan corrupta como la de Enrique Peña Nieto. Esa
corrupción es la que habrá de marcar su paso por Los Pinos y será la
causa principal por la que el PRI perderá la elección en el 2018, a
pesar de los miles de millones de pesos que seguramente gastarán para
tratar de limpiar su imagen con un candidato “simpatizante”.
Apenas unas horas después de que el PRI realizó su asamblea nacional
asegurando que ganarían la presidencia en el 2018, estalló un nuevo caso
de corrupción que involucra a Emilio Lozoya Austin, exdirector de Pemex
y amigo de Enrique Peña Nieto, indiciado como parte de la red de
sobornos de la trasnacional constructora brasileña Odebrecht.
Dicho caso parece ser la punta de la madeja de un nuevo escándalo de
corrupción que lleva hasta Peña Nieto porque parte de los 10 millones de
dólares que le dieron a Lozoya Austin los recibió en el 2012 cuando era
responsable de vinculación internacional del equipo del entonces
candidato del PRI. Hay indicios de que varios millones de dólares fueron
a parar a la campaña de Peña, coordinada por Luis Videgaray.
El hijo de Emilio Lozoya Thalman, quien fue uno de los colaboradores
cercanos de Carlos Salinas de Gortari, de acuerdo con la investigación
publicada en la edición de esta semana de Proceso ,
solicitó y recibió 10 millones de dólares, cuatro de los cuales le
habrían sido transferidos en 2012, en plena campaña presidencial.
Con este solo dato, la mancha de la corrupción se hace presente desde
el inicio de la administración de Peña Nieto y Lozoya sería el ícono de
un gobierno que antes de ser el gran reformador que impulsó el
progreso, es uno de los más corruptos que ha hundido al país.
Los sobornos que recibió Lozoya pretenden ser ignorados por el
titular de la Procuraduría General de la República, Raúl Cervantes
Andrade, quien mediante dilaciones y la declaración de reservar la
información del caso, intenta zafarse de su responsabilidad de
investigar aludiendo que el gobierno de Brasil no ha facilitado los
avances que ya tienen y que en otros países han ocasionado la detención
de altos funcionarios involucrados en la red de corrupción que tejió
Odebrecht desde hace años.
El affaire Lozoya-Odebrecht pone a cimbrar al gobierno de Peña Nieto y
al PRI, pues los mete una vez más en el pantano de la corrupción del
cual difícilmente pueden salir porque están hundidos hasta el cuello.
López Obrador no es, entonces, el enemigo a vencer para el PRI en el
2018, su principal enemigo es el sistema de corrupción que ha creado con
múltiples cómplices, y convencer a la ciudadanía que no es un partido
con un gobierno corrupto, con gobernadores corruptos, con legisladores
corrompidos y presidentes municipales corruptores.
Y eso, convencer a los electores de que el PRI ya no es corrupto, es una misión imposible.
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