Por
Pablo Gómez
La empresa Odebrecht, de origen brasileño, ha sido señalada como
creadora de un sistema de sobornos de alcance internacional. Numerosos
gobiernos fueron “seducidos” mediante grandes sumas de dinero ofrecidas
como recompensas a cambio de contratos para la realización de obras
públicas a cargo de la trasnacional brasileña.
El primer procurador que se lanzó contra esa empresa ha sido el
estadunidense, luego de lo cual otros países siguieron ese mismo rumbo,
precisamente contra altos funcionarios, incluso expresidentes. En
Brasil, el caso es de amplios vuelos.
En México, todo parecía apacible no obstante que nuestro flamante
procurador había viajado a Brasil para recabar los datos necesarios para
poner en claro los contratos de Pemex con Odebrecht.
Sin embargo, la PGR ocultó todo lo que pudo saber al respecto y
declaró que seguía investigando el asunto. Por su lado, Odebrecht se dio
el lujo de responder a López Obrador, quien se había atrevido a señalar
a esa empresa como repartidora de mordidas, mediante el argumento de
que es imposible que en México esa compañía pudiera organizar un sistema
de sobornos.
Ahora, después de los testimonios rendidos en Brasil, los mismos
directivos de Odebrecht en el país declaran que están listos a
colaborar. ¿Para esclarecer lo imposible?
Marcelo Odebrecht, socio mayor y presidente de la empresa que lleva
su propio apellido, logró una entrevista con Enrique Peña Nieto en
octubre de 2013, cuyo contenido, naturalmente, está en la más completa
oscuridad, pero que hubo de tener algún propósito concreto.
La trasnacional brasileña ha firmado en México contratos por mil 400
millones de dólares. Los directivos de Odebrecht que han declarado ante
la justicia en Brasil dicen que entregaron a Emilio Lozoya, en total, 10
millones de dólares, con lo cual se estarían refiriendo a un miserable
1% de soborno, cuando en México la tasa de referencia de las mordidas es
de 10%, el llamado diezmo.
Esta situación abre un enorme campo a las hipótesis: podrían los 10
millones entregados presuntamente a Lozoya estar relacionados sólo con
algunos contratos o sólo serían para el director de Pemex, mientras
otras cantidades mayores hubieran sido entregadas a diversos miembros
del gobierno, antes y después de diciembre de 2012, es decir, algo le
hubiera tocado a Felipe Calderón.
También podría ser que los declarantes brasileños no hubieran sabido
de la suma total de sobornos en México, sino sólo de una parte menor,
aquella que les consta directamente.
Marcelo Odebrecht fue sometido a juicio en Estados Unidos en 2015,
luego de lo cual, todas las operaciones de su empresa en el continente
tuvieron que ser analizadas como posibles partes integrantes de una
forma de actuar basada en el soborno. Eso ocurrió en muchos países,
excepto, como siempre, en México.
Ayer, en la llamada cumbre de fiscales de América Latina (11 países),
Raúl Cervantes Andrade, procurador General de la República, dijo
cualquier cantidad de frases enredadas o sin sentido para agradecer las
informaciones provenientes del exterior, especialmente de Brasil, sobre
el comportamiento de Odebrecht, pero se pudo observar que carece de un
caso conformado.
En ese momento, Emilio Lozoya estaba rindiendo su declaración ante el
Ministerio Público, pero, como dijo su abogado, el muy conocido Javier
Coello Trejo, él nomás iba a eludir todo lo relacionado con las
cuestiones que pudieran inculparlo.
Pues claro, Lozoya no va a confesar, como no lo hacen quienes reciben
mordidas. El problema es que la PGR no tiene nada porque sencillamente
no ha investigado nada.
Como los sobornos pudieron haber empezado, según los inculpados en
Brasil, antes del 1 de diciembre de 2012, el asunto pudiera tener alguna
conexión con los gastos de la campaña priista, lo cual sería
conveniente investigar con la ayuda del entonces, como ahora, operador
de Peña Nieto, el actual secretario de Relaciones Exteriores, el señor
Luis Videgaray, organizador, en ese mismo lado, de las ilegales tarjetas
de pago en la campaña electoral de 2012.
Si así fuera, las mordidas de Odebrecht hubieran tenido que ser lavadas y qué mejor que pagando con tarjetas.
Emilio Lozoya salió de la PGR tan campante como entró. Él ya lo
sabía. En su calidad de inculpado, no tiene obligación de responder las
preguntas del Ministerio Público. Así que, si quieren acusarlo, que le
demuestren algo, pero como no se trata de eso, la PGR está en situación
de completo extravío mental, como casi siempre en asuntos relacionados
con la corrupción y algunos otros más.
En Estados Unidos, Brasil, Perú y otros países ya están abiertos los
procesos penales sobre sobornos de Odebrecht, excepto en México.
La solicitud de legisladores para que se den a conocer las auditorías
en Pemex no está mal, pero las mordidas no se anotan en los libros de
contabilidad. Es dinero que se cuela. La declaración del defensor de
Lozoya (antes agresivo persecutor por consigna), en el sentido de que no
hay depósitos bancarios sobre ese dinero, claro que debe tener sus
bases porque las cosas se hacen con cuidado.
Los corruptos son eso, no son estúpidos. No hay dinero a la vista, lo
cual no demuestra que no lo haya en absoluto. Para investigar existe el
Ministerio Público, pero en México ése no fue creado para tal efecto.
Triste realidad.
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