Por Ignacio Rodríguez Reyna y Alejandra Xanic
Quinto Elemento Lab* especial para Aristegui Noticias
Cuando el poderoso empresario brasileño Marcelo Odebrecht
no tuvo más remedio que colaborar con la justicia, confesar y exhibir
la cauda de corrupción sembrada en una decena de países de tres
continentes, se produjo un ligero terremoto: presidentes,
ministros, diputados, prominentes figuras políticas y todo tipo de
hombres ambiciosos de Latinoamérica y otras latitudes se cimbraron. En México ocurrió que se mencionó en ese momento muchas veces el nombre de un hombre modelo de la tecnocracia: Emilio Lozoya Austin.
Se escucharon rumores, el rechazo de Lozoya Austin a cualquier imputación y especulaciones de varios tipos y calibres. Rumores y especulaciones.
Hoy, en declaraciones juramentadas, altos ex ejecutivos de Odebrecht colocan fechas, nombres, cantidades, cuentas bancarias.
Y ahí aparece, de nuevo, Emilio Lozoya Austin, el ex director de
Petróleos Mexicanos (Pemex), el político al que la dirección de la
constructora brasileña asegura haber sobornado y entregado “propinas”
por 10 millones de dólares a cambio de su apoyo para obtener
indebidamente contratos de obra pública.
Eso es lo que sostienen los testimonios de tres inculpados por la justicia brasileña. Eso dicen Luis Alberto de Meneses, Luiz Mameri e Hilberto da Silva.
Y dicen mucho más, según las delaciones secretas de esos altos
funcionarios de Odebrecht contenidas en el proceso penal 6655, radicado
en el Supremo Tribunal de Brasil, y obtenidas por El Quinto Elemento Lab como parte de la Red de Investigaciones Periodísticas Estructuradas.
Toda la información incluida en este texto está contenida en las aproximadamente 10 carpetas electrónicas, 50 cuartillas de transcripciones y resúmenes de testimonios jurados, copias de los registros de transferencias electrónicas, órdenes de pago expedidas por los bancos de donde salían los recursos,
los videos con las delaciones de los tres altos ejecutivos del gigante
brasileño y documentos adicionales de la Procuraduría General de la
República de Brasil. Todos están catalogados como confidenciales y
algunos como secretos.
Y lo que dicen ante el Ministerio Público Federal de Brasil los
máximos responsables de Odebrecht para México, para Latinoamérica y el
cerebro del “Departamento de Sobornos”, como lo calificó el Departamento
de Justicia de Estados Unidos, es lo siguiente:
- Que Emilio Lozoya solicitó y recibió, primero, 4 millones 100 mil dólares entre abril y noviembre de 2012. Cuentan que era una manera de asegurar los favores de quien se había colocado como una figura prominente en la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto.
- Que en marzo de 2012 Emilio Lozoya se reunió con Luis Alberto de Meneses, el director superintendente de Odebrecht en México, y que en ese encuentro quien sería futuro director de Pemex le proporcionó el nombre de una empresa offshore registrada en las Islas Vírgenes Británicas: Latin American Asia Capital Holding, cuyo número de cuenta en el banco privado suizo Gonet et Cie es el CH 46 0483 5090 3745 3400 7.
- Que les pidió que ahí le enviaran las transferencias bancarias. Y que a partir del 20 de abril de 2012 llegarían en cascada: primero, de 250 mil dólares, luego de 495 mil dólares, y un día después 505 mil dólares.
- Que la relación creció y que una vez que Lozoya Austin llegó a la Dirección General de Pemex las cosas se mantuvieron en un buen tono, que lo buscaron y le pidieron ayuda para ganar contratos y que éste les respondió positivamente.
- Que ese grado de comunicación se armó tan sólidamente que acordaron hacerle otros pagos por un total de seis millones de dólares: dos millones de dólares sin condición alguna, garantizados plenamente; y cuatro millones adicionales si llegaban a ganar el contrato de uno de los proyectos de remodelación de la refinería Miguel Hidalgo, en Tula.
- Que luego de que Odebrecht obtuvo ese contrato, la oleada de transferencias a cuentas de empresas offshore proporcionadas por Emilio Lozoya se produjo de nuevo. Empezó el 3 de diciembre de 2013, unos días después de la asignación del contrato, cuando de la oficina de Hilberto da Silva se dio la orden de transferir un millón de dólares a la cuenta que Zecapan SA —otra empresa instalada en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes Británicas— mantenía en un banco del Principado de Liechtenstein.
- Que las transferencias siguieron en diciembre de 2013 y en varios meses de 2014: algunas de un millón 350 mil dólares, otras de un millón 170 mil dólares y varias más, hasta sumar cinco millones de dólares.
Y delataron muchas más cosas, según se aprecia en el expediente
judicial 6655. Pero retrocedamos y contemos las cosas como las
escucharon los fiscales.
* * *
El 16 de diciembre de 2016, y con sus 59 años a cuestas, Luis Alberto de Meneses Weyll
acudió a la cita pactada para proporcionar su delación sobre sus
“aventuras criminales” en México. Si quería participar en el programa
debería contar todo lo que sabía sobre cómo Odebrecht había logrado
insertar la corrupción en el primer círculo del gobierno mexicano.
Hijo de Manuel Weyll y Selene Meneses, Luis Alberto de Meneses no
tenía ya mucho que perder. Los fiscales brasileños habían ido
deshebrando esa compleja trama de corrupción y se encontraba acorralado.
Muchos hilos llevaban a él y a sus compañeros.
Así que De Meneses se presentó una tarde de la semana previa a la
Navidad de 2016 a la sede de la Procuraduría en el municipio de
Guarulhos. Aún vivía en la Ciudad de México, en específico en el
complejo de Rubén Darío 115, en Polanco, un lujoso condominio en el que
la renta mensual no es menor de 5 mil dólares.
Durante unos 50 minutos ratificó lo que había declarado por escrito y
aclaró algunas dudas de los fiscales. Lo acompañaban sus cuatro
abogados. Estaba a punto de firmar formalmente su “colaboración
premiada” y ayudar a desentrañar el complejo esquema de “propinas” (así
les dicen en Brasil) para “agentes políticos”.
De Meneses se descargó: contó que conocía a Emilio Lozoya Austin desde 2009,
en una época en que éste era director para América Latina del Foro
Económico Mundial. Y que cuando se enteró de que había planes del
gobierno para construir una nueva refinería de Pemex en Hidalgo, decidió
retomar el contacto con Lozoya, con las perspectiva de “obtener
contratos” para Odebrecht. Era el 2011 y su apuesta era que llegarían
buenos tiempos.
Lozoya y De Meneses se reunieron y, dado que los proyectos se
desarrollarían en Hidalgo, el futuro director de Pemex le dio un
“consejo” clave: le recomendó asociarse con Juan Carlos Tapia,
propietario de Construcciones Industriales Tapia, empresa con sede en
Tula, Hidalgo.
Tapia, según la versión del brasileño, era un empresario que en
opinión de Lozoya poseía un “buen tránsito” en los tres niveles de
gobierno y muy buenos contactos con PRI, PAN y PRD.
Así que el director superintendente de Odebrecht en México le hizo
caso a Lozoya y se asoció con esa empresa mexicana, con la perspectiva
de ganar contratos en Pemex, CFE, SCT y Conagua. Tenían en mente una
meta conjunta: obtener contratos por unos 2 mil 500 millones de pesos.
Construcciones Industriales Tapia confirmó a Quinto Elemento Lab
que participó como subcontratista de Odebrecht, pero rechazó que haya
tenido conocimiento de los presuntos sobornos y que “tiene 20 años de
operación y no requiere facilitadores u otra interpósita persona para
ese tipo de efectos”.
Los meses transcurrieron y sus contactos colocaron de nuevo a Lozoya Austin en la ruta que parecía correcta.
De hecho, para algunos ya lo estaba. Era entonces miembro del Consejo
de Administración de OHL, la enorme firma española que obtuvo la
concesión para construir las carreteras de peaje en el Estado de México
durante el gobierno de Peña Nieto y que hoy es investigada en España por
financiamiento ilegal a políticos.
Luis Videgaray, entonces coordinador de la precampaña presidencial de
Peña Nieto, lo había llevado antes al primer círculo. Por ello no fue
extraño que el 11 de enero de 2012 fuera designado como vicecoordinador
de Vinculación Internacional de la campaña del candidato priista.
De Meneses no perdió de vista ese detalle: “En esa misma época
(inicios de 2012) constaté que Emilio Lozoya había conseguido una
posición destacada en el principal partido de oposición en el país (el
PRI), que disputaba las elecciones presidenciales de julio de 2012 y
cuyo candidato era el favorito”.
Los ojos del brasileño apreciaban un futuro promisorio.
Para marzo de 2012 lo veía como uno de los líderes de la campaña,
“razón por la cual se convertiría probablemente en una persona
influyente dentro de la administración pública del país”.
Luis Alberto no se cruzó de brazos. Llamó telefónicamente y concertó
una cita con Lozoya, ese hombre de facciones angulosas y cabello marcado
por ligeras ondas. Se vieron en un hotel de la Ciudad de México (el
cual, dice De Meneses, podría indicar, pero que en el testimonio jurado
no es mencionado) y conversaron sobre la posición política de Lozoya,
quien le aseguró que si el PRI conquistaba el poder, él asumiría un
cargo de relevancia en el gobierno federal.
En esa ocasión, recordó De Meneses ante los fiscales, Lozoya hizo un
movimiento que el brasileño esperaba ya. “Con el pretexto de haberme
auxiliado en el posicionamiento de la compañía en Veracruz y Tula, me
dijo que entendía que debía hacer un pago en su favor del orden de cinco
millones de dólares”.
De Meneses concluyó en ese instante que “sería positivo estrechar las
relaciones con él”, pues en un futuro gobierno podría tener extensos
beneficios. Así que le respondió a Lozoya que evaluaría el tema del pago
y lo contactaría a la brevedad posible.
No lo pensó mucho. Consideró “el potencial que Emilio Lozoya representaba”,
por lo que le propuso a su superior directo en Brasil, Luiz Mameri,
vicepresidente de Odebrecht para América Latina y Angola, que se hiciera
un pago de cuatro millones de dólares. Era cuestión de ver hacia el
futuro. Apostaban a que Lozoya se consolidaría como un “agente público”
de relevancia. La transferencia fue autorizada.
Así que, ya con la aprobación en la mano, se encontró de nuevo con
Lozoya Austin. “Nos reunimos en un café en las inmediaciones de Lomas,
un Café El Globo. Y le dije que haríamos el esfuerzo de contribuir con
cuatro millones de dólares a título de su, digamos, atención dedicada en
los últimos años”, contó De Meneses al fiscal André Bueno esa tarde del
16 de diciembre de 2016.
Le proporcionó más detalles: le pagarían los cuatro millones en
varias transferencias que harían a lo largo de 2012. Lozoya quedó de
darle los datos de las cuentas bancarias a las que deberían realizarse
los depósitos.
Días después, Lozoya acudió al edificio de Odebrecht en México en Lomas Virreyes.
Le entregó, según detalló ampliamente De Meneses, las cuentas a nombre
de dos compañías offshore para que ahí se depositaran los pagos: Latin
American Asia Capital Holding y Zecapan SA, ambas empresas registradas
en Tortola, una de las Islas Vírgenes Británicas.
Luis de Meneses sabía entonces qué hacer. Contactó a Hilberto da Silva,
el jefe del Departamento de Operaciones Estructuradas de la firma, el
eufemismo con que Marcelo Odebrecht bautizó a la oficina encargada de
concretar y armar los sobornos para los políticos brasileños y
extranjeros.
Da Silva, poseedor de una mente financiera estratégica, apretó los
botones adecuados y dio las órdenes precisas para que las transferencias
llegaran a las empresas mencionadas por Lozoya, aunque el destino final
no le consta a Meneses. “No tengo conocimiento del destino final de los
recursos pagados a Emilio Lozoya”, comentó a los fiscales.
Era marzo de 2012 y Lozoya Austin se preparaba para el primer minuto
del último día de ese mes, cuando Enrique Peña Nieto, acompañado de su
familia y de la dirigencia nacional del PRI, se subió a un templete y
comenzó su campaña rumbo a la Presidencia.
Era marzo de 2012 y la danza de dinero comenzaba. De los recursos que
Innovation Research Engineering and Development Ltd –empresa fachada
usada por Odebrecht para distribuir los sobornos– mantenía en el banco
Meinl Bank salieron ráfagas de dólares a la cuenta de Latin American
Asia Capital Holding, la firma a la que Lozoya pidió que le enviaran su
dinero, según los documentos judiciales en los que quedó registrada la
delación,
Apenas un mes después de que Lozoya visitó a De Meneses en Las Lomas,
llegó el primer vendaval de billetes: el 20 de abril se transfirió un
cuarto de millón de dólares a esa cuenta; cinco días después una
transferencia de doble intensidad: casi medio millón de dólares.
Veinticuatro horas después, una nueva sacudida en el balance de Latin
American Asia Capital Holding: otro medio millón de dólares.
Y no era todo. Pasó alrededor de un mes para que esa cuenta
registrara un nuevo incremento: el 23 de mayo le llegó otro medio millón
de dólares. Una semana exacta después, 490 mil dólares más.
Los altos ejecutivos de Odebrecht cumplían su palabra porque decían
tener la certeza de que con Lozoya colocado en lugares clave del nuevo
gobierno el horizonte de la firma brasileña en México estaría afianzado.
Así que el 8 de junio de 2012, de la misma cuenta de origen y a la
misma de destino, llegó otro medio millón de dólares. Esta primera feria
millonaria acabaría con otra transferencia hecha el 18 de junio: ahora
sería de 400 mil dólares.
Sólo escribir el total de la “propina” asombra. Porque no es común
que, si las imputaciones de los colaboradores de la justicia brasileña
se corroboran, como hasta ahora ha ocurrido en países como en Brasil,
Colombia, República Dominicana, Venezuela, Perú y Panamá, el director de
Pemex hubiera recibido una cifra así en sólo dos meses: 4 millones 100
mil dólares.
* * *
Cuando los fiscales brasileños André Bueno y Daniel Sampaio tomaron la declaración de Luis de Meneses
le advirtieron sobre las condiciones que debía cumplir para concederle
el beneficio de la “colaboración premiada” y, así, reducir los años en
prisión.
De Meneses expresó, como han hecho todos los 78 ejecutivos y ex ejecutivos de Odebrecht que han participado en los acuerdos,
que estaba consciente de que los beneficios de la colaboración
dependían de que se obtuvieran uno o más de los siguientes resultados:
1) La identificación de los demás coautores y partícipes de la
organización criminal y las violaciones a la ley que cometieron, 2) la
revelación de la estructura jerárquica y de división de tareas dentro de
la organización criminal, 3) la prevención de las infracciones penales
derivadas de las actividades criminales, y 4) la recuperación total o
parcial del producto de las actividades de la organización criminal.
Ingeniero civil que cumplirá 60 años en unos días, De Meneses accedió
y además entregó información para corroborar sus dichos. Por ejemplo, y
sólo como muestra, el jefe de Odebrecht en México proporcionó a los
fiscales los registros que comprueban las 15 transferencias hechas a las
cuentas que, según afirma, le fueron indicadas por Lozoya.
* * *
Llegó el 1 de diciembre de 2012 y se iluminaron los rostros de los
brasileños a cargo de las operaciones en México y de la máquina global
de sobornos. Lozoya Austin, licenciado por el ITAM y maestro por la
Universidad de Havard, llegaba a una posición muy relevante: la
Dirección General de Pemex, una empresa que en 2013 contó con un
presupuesto tan grande como su importancia en la economía nacional: poco
más de 326 mil millones de pesos, unos 25 mil millones de dólares de
esa época.
Luego de las vacaciones de fin de año, y al empezar a correr 2013, De
Meneses dice que creyó oportuno hacer una visita a Lozoya en sus nuevas
oficinas de Pemex. Llegó a la sede central y se registró, por lo que su
presencia ahí puede ser corroborada.
Al estar con Lozoya, según contó a los fiscales, le informó que en
asociación con Juan Carlos Tapia, el constructor con el que el propio
Lozoya le había recomendado trabajar, la compañía buscaba contratos en
Pemex, por lo que “le gustaría su apoyo para conquistar nuevos negocios
con la petrolera”.
Lozoya fue receptivo. Le confirmó su disposición a buscar que el
Consejo de Administración de Pemex “reconociera la actuación” de
Odebrecht, no sin antes advertirle algo: que la constructora brasileña
debía ser competitiva tanto en términos técnicos y comerciales para
tener una oportunidad.
El jefe de Odebrecht aprovechó y reviró: “Le aseguré que la compañía
haría propuestas competitivas y que, en caso de que tuviéramos éxito, el
apoyo de Emilio Lozoya sería retribuido”, se lee en la tercera de las
cuatro páginas que resumen las delaciones del brasileño, incluidas en el
anexo 4 del “Termo de Colaboração No. 5”, término empleado por el
sistema judicial de Brasil para referirse a los testimonios penales
acordados.
Los siguientes meses fueron de trabajo y planeación entre De Meneses y
su socio local. Estaban cazando la oportunidad de ganar uno de los
contratos que Pemex otorgaría en los trabajos de readecuación de la
refinería Miguel Hidalgo en Tula, Hidalgo.
Para octubre de 2013 ya estaban listos. Un hecho renovaba la
confianza de los funcionarios sudamericanos: Marcelo Odebrecht, su
máximo jefe, hoy en prisión, se reunió en privado con el presidente
Enrique Peña Nieto en la residencia de Los Pinos el 1 de octubre. Un
comunicado de la Presidencia de la República dio cuenta de ello en 20
líneas.
Luis de Meneses buscó de nueva cuenta a Lozoya. Abiertamente, le
solicitó “su apoyo para influir sobre los miembros del Consejo de
Administración y le asignaran contratos” a Odebrecht.
El alto ejecutivo de la firma brasileña partía de una premisa: “Dado
el poder de influencia que tenía en el consejo… Emilio Lozoya se
colocaría en favor de los proyectos que buscábamos, influenciando a los
demás miembros para que ratificaran nuestra contratación”.
De Meneses sabía lo que hacía, en qué momento actuar. Ya había
desarrollado esa capacidad para corromper a altos funcionarios públicos
en Perú, en donde había ocupado en Odebrecht un cargo similar.
El poderoso vicepresidente de la constructora, Luiz Mameri,
recordó ante los fiscales ese momento: “En 2013, Luis de Meneses me
informó que estaba participando en la licitación de un proyecto para
ampliar la refinería Miguel Hidalgo, promovida por Pemex, cuyo
presidente (sic) era Emilio Lozoya. Me dijo que a petición de Emilio
Lozoya se fijó un pago de seis millones de dólares para apoyar a la
compañía a ganar el concurso. Autoricé los pagos”.
Así que De Meneses no esperó más. Le soltó, según su testimonio, un
caramelo a Lozoya: le daría seis millones de dólares. Dos de esos
millones estarían garantizados. Se los entregaría, independientemente
del resultado de la licitación. Y los otro cuatro millones estarían
condicionados a que les asignara el contrato.
Luis Alberto de Meneses se retiró de la Torre Ejecutiva ubicada en la
calle de Marina Nacional. Un mes más tarde, en noviembre de ese 2013,
Odebrecht presentó a Pemex Refinación una propuesta con costo de 115
millones de dólares para “el acondicionamiento y movimiento de tierras
para el proyecto de aprovechamiento de residuales en la refinería Miguel
Hidalgo”.
Al arranque de diciembre le dieron una buena nueva: Odebrecht había ganado la licitación de mil 364 millones de pesos.
“La influencia de Lozoya en el Consejo (de Administración de Pemex) fue
determinante para conquistar el contrato. En función de eso, y en
cumplimiento del acuerdo con Emilio Lozoya, autoricé al Sector de
Operaciones Estructuradas el pago de seis millones de dólares”.
La muestra de agradecimiento por haber ganado el contrato no tardó
demasiado. El 3 de diciembre se hizo la primera transferencia. Un millón
de dólares. Clinc. Una semana después, otra transferencia. Ahora de un
millón 350 mil dólares. Clinc. Buen cierre de año.
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* * *
Cómo no tener un buen arranque de año, sin cuestas de enero que agobien.
El día 15 de febrero de 2014 se hizo una reunión protocolaria para
oficializar la firma del contrato buscado por la constructora brasileña.
Por Pemex Refinación dos funcionarios firmaron las 61 páginas: Jesús
Lozano Peña y Armando García Espinosa, subdirectores de Proyectos y de
Administración, respectivamente. Por la Constructora Norberto Odebrecht,
lo hicieron el ya conocido Luis Alberto de Meneses Weyll y Gleiber José
de Faria, ambos apoderados legales de la empresa.
Tuvieron que estampar su firma en hojas y hojas saturadas de detalles
administrativos y técnicos, de puntualizaciones sobre los mecanismos de
conciliación y de solución de controversias, la recepción de los
trabajos y un número largo de aspectos bastante aburridos.
Sin embargo, la página 5 del contrato es peculiar. Aparte de unos
pequeños garabatos al margen del texto, llaman la atención unos párrafos
que se agrupan bajo el subtítulo de “declaración conjunta”.
Dice a la letra: “Las partes reconocen tener una política de cero
tolerancia hacia el soborno y la corrupción; y sus empleados,
proveedores y filiales se encuentran sujetos a dicha política y expresan
que en el procedimiento de contratación, sus actos previos y en la
celebración del presente contrato se han conducido cumpliendo con la Ley
Federal Anticorrupción…”.
Manifestaron expresamente, además, que tenían conocimiento de que el
Estado mexicano ha suscrito y es parte de instrumentos internacionales
en materia de anticorrupción, como los de la OCDE, la OEA, la ONU y
otros.
“Expresan que conocen los ordenamientos legales en materia
administrativa y penal en México, que sancionan severamente actos de
corrupción, entre otros: el cohecho, establecer, concertar o coordinar
posturas o la abstención en las licitaciones, concursos en las
contrataciones públicas, la extorsión, el tráfico de influencia y la
simulación…”.
Eso firmaron.
* * *
El contrato ya había quedado en firme, así que había que continuar con
el envío de recursos a las empresas offshore que fueron designadas por
Lozoya Austin, de acuerdo con las delaciones. Y el Departamento de
Operaciones Estructuradas encabezado por Hilberto da Silva hizo lo suyo.
Una semana después de la firma del contrato con Pemex, del Meinl
Bank, localizado en Antigua, salieron un millón 350 mil dólares hacia la
cuenta que la empresa Zecapan SA tenía en el Neue Bank AG, con sede en
el Principado de Liechtenstein. La operación quedó registrada con el
número 394652. Y la cuenta era la 1001.560.103.
Habría otros dos pagos más, ambos autorizados en marzo de 2014,
aunque su entrega se demoró más de lo debido a un factor inesperado: las
cuentas tenían mucho dinero. “En un momento determinado, Lozoya
solicitó cambiar el procedimiento de transferencia… A mediados de 2014
se cambió la forma de pago por el recelo de que se rebasaran los límites
de capacidad de las cuentas en que se hacían los depósitos”, explicó
Luis de Meneses.
La experiencia de Hilberto da Silva entró en acción entonces para
encontrar una salida. Creó una estructura para hacer viables los pagos
restantes “y se utilizó a un operador para hacer posibles las
transferencias”. La razón: Emilio Lozoya ya no quería recibir más dinero
en cuentas a partir de las cuales podría vincularse su nombre,
argumentó Da Silva ante los fiscales un día antes que De Meneses.
Ahí es donde aparece el nombre de Rodrigo Tacla Durán, hoy en
libertad provisional en España. “Él entraba en contacto con los
beneficiarios y negociaba la gestión de los recursos como su financial
advisor, manteniendo el dinero en estructuras en las cuales el propio
Rodrigo era el ultimate beneficial owner”, explicó el ex jefe del
departamento encargado de los sobornos.
Eso es lo que hizo Rodrigo en México. La operación se armó los
primeros días de noviembre de 2014. “Le presenté a Emilio Lozoya a
Rodrigo Durán para que Rodrigo recibiese el dinero en su nombre”,
detalló Da Silva durante una comparecencia en la que no dejaba de
gesticular y mover la quijada, lo que hacía que los lunares que bordean
su boca subieran y bajaran rítmicamente, según el video en el que se
registró la misma y que forma parte del expediente armado por el equipo
del procurador Rodrigo Janot Monteiro.
“Esa cuenta fue abierta en el HSBC de Mónaco. Esa información la
conozco porque yo estaba con Rodrigo y participé en la reunión que
ocurrió el día siguiente a mi reunión en Pemex. Luis (de Meneses), yo y
Rodrigo fuimos a casa de Emilio Lozoya en la Ciudad de México, y en esa
ida le presenté a Rodrigo, tomamos un café en la mañana en la casa de
él”.
El testimonio de Hilberto da Silva es inusual porque, por lo general,
él nunca se enteraba de quiénes recibían los pagos indebidos. “Aunque
la estructura de mi área estaba diseñada para que yo no tuviese
conocimiento de quién era el destinatario final de los pagos, en
situaciones excepcionales sí supe quiénes eran”.
Una de esas situaciones fue la de Lozoya. Da Silva tuvo que visitar
México porque Luis de Meneses le solicitó que le ayudara a
“operacionalizar el pago de la propina al presidente (sic) de Petróleos
Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, que no quería recibir dinero en sus
cuentas bancarias”, se lee en una declaración escrita entregada por Da
Silva a la Procuraduría General de Brasil, documento que es parte del
proceso penal llevado en el Supremo Tribunal Federal.
La carta, de unos tres párrafos con mucho contenido, sigue: “Tuve una
reunión con Emilio Austin (sic) en su casa, ocasión en que le presenté a
Rodrigo Durán para que Rodrigo recibiese el dinero en su nombre, como
laranja [un agente que trabaja en una empresa “non related”, proveedores
independientes residentes fuera de Brasil que eran parte de la red
financiera para lavar los sobornos montada por Da Silva.)
Esa visita a México tuvo un buen final, según la carta: “En ese
encuentro (con Lozoya) quedó acordado un pago de dos millones de dólares
para la semana siguiente y otros pagos por tres millones para semanas
después, totalizando cinco millones de dólares”.
* * *
Un cuarto como el de cualquier edificio burocrático promedio de
cualquier país latinoamericano. Un hombre escucha con atención, la
mirada hacia abajo. Se bambolea ligeramente cada tanto. Se nota
preocupado. Resignado, en realidad, a enfrentar su suerte de la mejor
manera posible. La actitud de alguien que tuvo la fortuna de su lado y
ahora entiende la gravedad del momento en que es protagonista. Es el
semblante de alguien que sabe que de lo que ocurra en ese pequeño cuarto
dependerá vivir más o menos años en una cárcel.
Luis de Meneses Weill lo sabe. Por eso está ahí.
–¿En qué tiempo y cuántos pagos le hizo a Lozoya? –pregunta uno de los fiscales.
–En 2012 como miembro de la campaña, y en 2013 y 2014 ya como director
general de Pemex –responde y “corta” con las manos el aire, para mostrar
cómo se iban sucediendo los momentos.
–¿Él recibía los favores ya como director general de Pemex?
–Seis millones –asiente Meneses.
–¿Cómo sabía que efectivamente los recibió? –quiere averiguar el fiscal,
sentado a un par de metros del ex funcionario de Odebrecht.
–El me indicaba las cuentas y después me confirmaba (que se había recibido el depósito).
–¿Entonces recibió seis millones de dólares ya como director general de
Pemex? –repregunta el fiscal. Lo hará en varias ocasiones. Desea
entender con exactitud cómo ocurrieron los hechos.
Meneses endurece ligeramente el rostro. Se balancea y sus dos pequeños
mechones de cabello blanco brincan sobre el pelo negro y rebotan en la
frente. Muestra fastidio.
–Sí –murmura y su mano muestra en un primer plano un reloj de acero
inoxidable. Las manecillas marcan unos minutos antes de las seis.
Es el minuto 41 de la audiencia. Aún faltan unos 10 minutos de
grabación, de la cual está consciente Meneses y a la cual ha accedido
después de renunciar, en presencia de sus abogados, a su derecho a
permanecer en silencio y ha autorizado el registro audiovisual de su
colaboración premiada.
–¿Esas negociaciones, las del dinero, se dieron dentro de Pemex?
–No. Las reuniones para tratar la presentación de la empresa, nuestra
cualificación, la elaboración de un proyecto para Pemex, eran en su
escritorio. Las negociaciones más específicas, de nuestro ofrecimiento,
eran afuera… en unas dos o tres veces en mi casa, en Polanco… –se
detiene y bebe agua. Se hace un larguísimo silencio–. O en la casa de él
también, en Santa Fe. También en restaurantes. Éramos él y yo. Nadie
más.
–¿Tiene algún comprobante de los depósitos que se hicieron en las
cuentas? –desea saber el fiscal, quien luego recibirá los documentos
aportados por Meneses.
–Las cuentas no sé de quién eran. Él me las daba y después me confirmaba que había recibido los pagos.
–¿Hubo otros funcionarios públicos (implicados)?
–Era sólo con él. Si él dividía el pago, no tengo conocimiento.
—-
* Este reportaje es parte de las publicaciones de la Red de
Investigaciones Periodísticas Estructuradas, integrada por periodistas
de Armando.info en Venezuela; La Nación de Argentina; La Prensa de
Panamá; Sudestada de Uruguay; Quinto Elemento Lab de México, e
IDL-Reporteros de Perú.
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