Alejandro Nadal
La Jornada
La renegociación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte comienza hoy. Las
condiciones han cambiado mucho desde los primeros intercambios que
habrían de dar forma al TLCAN. Por aquellos tiempos los negociadores de
los tres gobiernos, convencidos de las extraordinarias bondades del
libre comercio, repetían sin cesar que el nuevo acuerdo comercial sería
un rotundo éxito.
La prensa internacional de negocios se derretía en elogios sobre las
novedades del pacto, el primero que involucraba países de muy distinto
grado de desarrollo. El contenido del tratado iría mucho más lejos de la
simple desgravación arancelaria o la eliminación de un sistema de
cuotas y abarcaría temas sobre inversiones directas, política
industrial, propiedad intelectual, compras de gobierno, regulaciones del
sector servicios, así como un capítulo sobre solución de controversias.
Carla Hills, representante de comercio de Estados Unidos, repetía sin
cesar que con el TLCAN todas las partes saldrían beneficiadas y la
prosperidad alcanzaría a todos los habitantes de América del Norte. El
gobierno mexicano le hacía coro con la idea de que nuestro país entraría
de lleno al primer mundo. Y la promesa de las reformas pro-mercado que
introducía el gobierno de Salinas supuestamente garantizaban un proceso
de crecimiento de largo alcance.
Hoy las circunstancias han cambiado. Para acercarse a la mesa de una
renegociación sería indispensable tener a la mano una evaluación
integral de los efectos que el TLCAN ha tenido sobre la economía
mexicana y las perspectivas de su desarrollo. Desgraciadamente, no
existe por el lado del gobierno mexicano una valoración completa,
validada bajos el protocolo de un escrutinio profesional y abierto,
sobre los efectos reales del tratado en la sociedad y la economía en su
conjunto. Los efectos sobre la creación de empleos, la evolución de
salarios, el impacto sobre el tejido industrial, el desempeño del sector
servicios, los flujos de inversión directa, las repercusiones en el
agro mexicano, por mencionar algunos temas, debieran ser incorporados en
esa evaluación del tratado y las perspectivas de una estrategia general
de desarrollo del país.
Es cierto que la integración económica entre las tres economías de la
región se ha profundizado y que los flujos de comercio e inversiones se
expandieron de manera notable. Pero hay algo inquietante en ese proceso
de integración: más de 80 por ciento de las exportaciones mexicanas
están dirigidas a Estados Unidos. Es decir, desde el punto de vista de
diversificación de mercados el TLCAN es un rotundo fracaso.
El superávit de México en la balanza bilateral con Estados Unidos es
visto por muchos como una muestra de que el tratado fue benéfico para
nuestro país. Sin embargo, se necesita un análisis más cuidadoso antes
de saltar a esa conclusión. Por ejemplo, se requiere examinar el impacto
del TLCAN sobre la balanza comercial en su conjunto para
alcanzar una visión más certera. Lo cierto es que la balanza comercial
de México con el resto del mundo ha mantenido un déficit crónico y el
superávit con Estados Unidos no permite cancelar ese resultado negativo.
Por eso hoy el déficit en la cuenta corriente de México representa 2.7
por ciento del PIB.
Pero subsisten muchos otros problemas. Uno de ellos es el
destino del proyecto de industrialización en México. Una parte
importante de las exportaciones mexicanas proviene de la industria
maquiladora. Pero el contenido nacional de dichas exportaciones se ha
mantenido bajo. Un estudio de Castillo y De Vries (Journal of International Trade and Economic Development,
julio de 2017) muestra que el valor agregado de contenido nacional en
las exportaciones de las maquiladoras no rebasa 13 por ciento. Esto
significa que la débil integración con el resto de la economía impide
descansar en las maquiladoras como motor de crecimiento.
Otra investigación de Jorge E. Mendoza Cota, del Colegio de la Frontera Norte (publicada en la revista Norteamérica
2015) confirma que las exportaciones de manufacturas están marcadas por
una fuerte dependencia de importaciones de bienes de capital e insumos
intermedios. Lo más grave es que la economía mexicana mantiene un
importante déficit manufacturero con las economías de China, Japón,
Corea y la Unión Europea. Ese estado de cosas no va a cambiar en el
futuro cercano.
El TLCAN codificó y contribuyó a profundizar un proceso de
integración económica que ya estaba en marcha en la región. La pregunta
que hoy es importante formular es si ese instrumento es la mejor manera
de proseguir con esa integración o si sería mejor explorar senderos
alternativos. La renegociación que hoy exige Estados Unidos es una
oportunidad para enfrentar ésta y otras preguntas.
El 21 de agosto podrá observarse un eclipse solar total sobre buena
parte del territorio estadunidense. En México se observará como eclipse
parcial. En tiempos de las supersticiones, el evento podría
interpretarse como portador de malos augurios. Quizás hoy sería bueno
verl
o como invitación a repensar las profecías sobre el gran éxito que supuestamente tendría el TLCAN.
Twitter: @anadaloficial
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