Por
Jesús Cantú
Por primera vez en su historia, el Partido
Revolucionario Institucional gobierna a menos de la mitad de las
entidades federativas y de los posibles electores: desde 2015 ha perdido
10 gubernaturas y recuperado cuatro, con lo que su déficit es de seis
gobernadores y 14 millones de potenciales electores, que equivalen a
16.5% de la lista nominal.
Al iniciar 2018 gobernará 15 estados (considerando suyo el de
Chiapas, cuyo gobernador es militante del Partido Verde pero fue
postulado en coalición; y en caso de mantener Coahuila), donde habita
47% de los ciudadanos incluidos en la lista nominal de electores del
país.
En caso de que se anule la elección de gobernador de Coahuila, se quedaría con 14 estados y 44.6% de los electores potenciales.
En 2000, cuando se dio la primera alternancia en la Presidencia, el
PRI gobernaba 21 entidades; en 2006, cuando obtuvo su peor resultado en
la historia, era gobierno en 17 entidades; en 2012, cuando recuperó la
Presidencia, tenía 19 gobernadores. En todos estos casos gobernaba a más
de 50% de la población.
Pero más allá de las gubernaturas en su poder, los últimos resultados
electorales y las encuestas de preferencia electoral también lo ponen
en una situación de extrema dificultad. En la elección intermedia de
2015, en la cual recuperó la mayoría en la Cámara de Diputados, junto
con sus aliados PVEM y Panal, el PRI obtuvo 32.6% de los votos, que
salvo el 29% que obtuvo en la elección de 2006, es el más bajo de su
historia, y 7.3 puntos porcentuales menos que en 1997, cuando por
primera vez perdió la mayoría absoluta en esa Cámara.
Los resultados le son todavía más graves si se considera la
distribución de las preferencias electorales en las elecciones estatales
de 2016 y 2017; en ese caso, en las 16 entidades que han celebrado
elecciones el PRI ha sumado 26% de los votos. El PAN mientras tanto
logra 23%, apenas tres puntos porcentuales por debajo del tricolor; y
Morena, que se consolida como la tercera fuerza electoral, llega a 18%.
En las elecciones estatales en la mitad de las entidades, el PRI se
mantiene como primera fuerza, gracias fundamentalmente a los votos que
obtuvo en la elección del Estado de México, donde como partido político
quedó en segundo lugar, pues Morena obtuvo más votos. Pero a escasos
tres puntos porcentuales del blanquiazul y a ocho de Morena, que ocupa
claramente la tercera posición.
Y si se recurre a las encuestas de preferencia electoral de cara a
las elecciones presidenciales del próximo año, también está en su peor
momento, pues en la mayoría de ellas su candidato mejor posicionado (que
hasta el momento es el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong) aparece en tercer lugar, después de Andrés Manuel López Obrador y
Margarita Zavala. Y en el caso de los partidos políticos, sin
considerar candidatos, en ninguna aparece en primer lugar, aunque en
algunas ocupa el segundo.
En el año 2000 el PRI encabezaba casi todas las encuestas de
preferencia electoral, aunque en algunas –en los días previos a los
comicios– ya aparecía en un empate técnico con el candidato de la
Alianza por el Cambio, Vicente Fox Quezada, quien finalmente ganó la
elección.
En 2005, a un año de la jornada electoral, en todas aparecía Roberto
Madrazo en el segundo lugar, muy por encima de Felipe Calderón; de hecho
está situación se mantuvo hasta abril de 2006, cuando Calderón logró
desplazarlo de la segunda posición y se colocó en posibilidades de
remontar la diferencia con AMLO. Y en 2012 todas las encuestas le
otorgaban una muy amplia ventaja a Enrique Peña Nieto.
Además, el nivel de aprobación de la gestión de Enrique Peña Nieto es
históricamente la más baja de cualquier presidente mexicano. Y si bien
ha subido algunos puntos porcentuales después del bajísimo nivel de casi
un dígito que alcanzó después del gasolinazo, en enero de este año,
todas las encuestas coinciden en ubicarlo alrededor de 20%.
Para establecerlo con toda claridad: los resultados electorales de
los últimos tres años han sido desfavorables y el PRI está en los más
bajos niveles de preferencia electoral; por primera vez en su historia
gobernará menos de la mitad de las entidades y de la población; las
encuestas lo colocan en segundo y tercer lugar en la carrera
presidencial; y por si esto fuera poco, la aprobación del presidente es
la peor que ha tenido cualquier mandatario en la historia mexicana.
En este contexto celebrará este sábado 12 su vigesimosegunda Asamblea
Nacional, en la que su mayor preocupación es evitar una fractura de
cara a la próxima sucesión presidencial. El presidente y su círculo
cercano seguramente se aferrarán a los resultados electorales de este
año y, aunque perdieron porcentajes importantes de votos, defenderán que
retuvieron dos de sus principales bastiones, particularmente el Estado
de México, que tiene 13% del padrón electoral; el resto de los grupos
priistas buscarán limitar la influencia del presidente en la selección
de su sucesor, sin embargo, esto implica ir en contra de la tradición
tricolor.
Hasta hoy la disciplina priista les ha permitido sobrevivir, pese a
haber estado fuera de la Presidencia, pero nunca ese partido había
estado en estas condiciones: en la Presidencia y en el peor momento de
su historia. El reto es mayor y, aunque libren este obstáculo, todavía
les restan muchos más en la carrera presidencial.
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