Entrevista a Rosalía Pellegrini, Secretaría de Género de la UTT, por Natalia Tangona para Agencia de Noticias Biodiversidadla.
Agroecología. Agricultura campesina. Agroecología
de base campesina. Cualquiera sea la denominación adoptada, de acuerdo
al territorio donde se construyan las formas de producción sanas de
alimentos, hoy, en la sociedad, se habla como nunca antes del origen de
lo que comemos. La organización de las trabajadoras y los trabajadores
rurales y campesinxs busca gestar una construcción colectiva que
trascienda sus espacios, cuestionando y teniendo incidencia política en
materia socioeconómica y medioambiental en todo el modelo de producción,
de consumo y del mismo vivir.
La decisión de cómo y para qué producir es un acto político, como todo lo personal.
En este sentido, ¿qué lugar ocupa la desigualdad de género en la
producción agroecológica en tanto el modelo del agronegocio acentúa la
división sexual del trabajo?
Rosalía Pellegrini es referente de la Secretaría de Género de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra (UTT). En esta entrevista para la Agencia de Noticias Biodiversidadla -que integra la serie «Qué agroecología necesitamos»- cuenta cómo la agroecología al servicio de la soberanía alimentaria va de la mano de la despatriarcalización del campo.
-¿Por qué dentro de la UTT comienzan a organizarse las mujeres? ¿Qué actividades vienen desarrollando?
– En la UTT nos empezamos a organizar las mujeres por un hecho de
violencia concreto y a partir de esto nos damos cuenta de que en la
propia organización había muchos hechos de violencia que estaban
naturalizados en esos lugares comunes que construyó el patriarcado para
mirar para otro lado. Necesitábamos asumir un posicionamiento en contra
de la violencia de género desde la organización, y así se forma la
Secretaría de Género.
A partir de ahí generamos una campaña de Mujeres de la Tierra contra
el machismo, en donde nos formamos como promotoras de género rurales.
Logramos instalar seminarios en la Universidad de La Plata y fuimos
capacitando, acá en Buenos Aires, a cien promotoras. El año pasado
hicimos un Encuentro Nacional de Mujeres Trabajadoras de la Tierra donde
participaron 200 referentas de género de quince provincias del país.
También, hace más de un año, comenzamos los Encuentros de Mujeres y
Plantas Medicinales en donde revalorizamos y compartimos ese
conocimiento ancestral que traemos las mujeres del campo, que muchas
veces estaba guardado porque daba vergüenza, porque era sinónimo de
atraso, que se fue perdiendo porque era algo que significaba ser pobre,
campesinx y supersticiosx. Ahora lo estamos recuperando, hicimos una
cartilla colectiva con todo ese conocimiento y más o menos una vez al
mes vamos haciendo los encuentros.
-¿En qué aspectos ha incidido el movimiento feminista en la organización de las trabajadoras de la UTT?
– Nosotras venimos hace como 4 o 5 años participando de los Encuentros (ahora Plurinacionales) de Mujeres.
El movimiento feminista en Argentina es algo que nos nutrió un montón.
De todo lo que nos ha sucedido en estos años, una puede encontrar un
aporte en las discusiones que dio el feminismo en todo el mundo,
pudiendo poner un cachito de luz. Como aquel primer caso de violencia,
donde nos encontramos con opiniones como: “eso es un tema de su casa, es
un tema privado.” Esto de “lo personal es político”, del derecho al
goce de nuestro propio cuerpo, de si queremos ser madres o no queremos
ser madres, cuántxs hijxs queremos tener, son cosas que siempre están
muy presentes. Siempre fuimos, primero, muy curiosas y, después,
abiertas a la diversidad de colores, como hay en la naturaleza, de los
encuentros plurinacionales. Entendemos que somos diversas y que tenemos
una agenda de desigualdades que implican un montón de opresiones y
exclusiones que tenemos por ser mujeres, pobres, campesinas, migrantes.
Creo que la diversidad que se ve en esos Encuentros, que es diferente a
nosotras, nos sumó en distintas formas de expresar la lucha. El año
pasado hicimos un verdurazo feminista en La Plata, en el marco de la
Asamblea del Abya Yala, cerrando la Asamblea, donde hablaron compañeras
diversas de distintos lugares de nuestra Matria, y la verdad que para
nosotras fue una fiesta, estamos muy orgullosas de sentirnos parte de
este movimiento.
La producción agroecológica plantea tiempos que no tienen que ver con los de la rentabilidad y la especulación financiera, sino con los tiempos de la tierra y de la vida. Esta revalorización del tiempo junto con la recuperación del derecho al ocio, a la libertad, a una vida sana, se enlaza directamente con las relaciones igualitarias que plantea el feminismo. Los procesos colectivos de transformación repercuten en lo personal, en las familias, en la forma de producir, en la guardada memoria ancestral y en la visión de un futuro sustentable y libre de las transnacionales de la muerte.
-¿Cuál es la importancia de las mujeres en el modelo de
producción de alimentos y de qué manera opera la opresión patriarcal?
¿Cómo se vincula la agroecología con el empoderamiento y el rol de las
trabajadoras rurales?
– Nosotras empezamos trabajando el eje de violencia pero después
empezamos a trabajar otras cuestiones. Nos fuimos dando cuenta de que la
violencia doméstica es producto también de un sistema económico, que la
agricultura aplica la misma violencia que se ejerce sobre nosotras,
sobre nuestros cuerpos. La agricultura del agronegocio, la agricultura
basada en los agrotóxicos, ejerce esa misma violencia sobre la
naturaleza y empezamos a identificarlo en el sistema de producción de
alimentos, desde lo más cotidiano y lo más llano. Como en las quintas de
las familias que producen bajo el modelo convencional. Pasamos a
cultivar alimentos en la manera que impuso el mercado, una manera que
genera tanto rendimiento a costa de matar, de matarnos a nosotras
mismas, a nuestras familias, de enfermarnos, de enfermar los suelos. Nos
dimos cuenta cómo las mujeres fuimos excluidas de muchas de esas
decisiones de producción. Nosotras veíamos que el modelo de producción
nos envenenaba, pero éramos una voz marginada, si bien trabajamos
siempre en las quintas y cada vez se fortalece más la presencia de las
mujeres trabajando en la finca, porque la crisis económica hace que toda
la familia tenga que trabajar, porque pagás un alquiler carísimo, pagás
los insumos que imponen las multinacionales a precio dólar y a su vez
está lo poco que te pagan por lo que producís en este sistema. Las
mujeres trabajadoras de la tierra somos mano de obra fundamental en las
quintas y sin embargo, la mayoría de las veces, somos marginadas de la
decisión de cómo producir.
Así, otro eje que trabajamos es cómo incide esta visión de género en la agroecología,
cómo empezamos a darle más participación a las mujeres en la UTT en la
promoción de la agroecología. Se hace a través de un sistema que
llamamos “de campesinx a campesinx” y así se fueron formando compañeros y
compañeras técnicxs campesinxs, entre lxs cuales son más mujeres las
que están empezando a formarse como técnicas. Eso fue algo que fuimos
fomentando a propósito, fuimos buscándolo, y hoy por hoy la Coordinadora
Nacional del área de Agroecología es una mujer joven y agricultora,
Delina Puma.
-¿Es posible la construcción de relaciones igualitarias (y no de
poder) entre el campo y la ciudad? ¿Cuáles son las fortalezas adquiridas
de cara al futuro?
– Yo creo que sí. Desde la UTT, cuando pensamos aquel verdurazo de
2016, no lo hicimos queriendo buscar ese lazo que se generó entre lxs
que producimos alimentos y lxs que consumen, que fueron destinatarixs
del discurso de ¿quiénes producimos lo que comemos? ¿cómo lo producimos?
¿cómo vivimos? ¿en qué contexto? Yo creo que la UTT, a través del
verdurazo, levantó la bandera de la soberanía alimentaria desde un
lugar, con un lenguaje, con una forma que le pudo entrar a todos y
todas, y creo que es un gran aporte de la organización a la lucha del
pueblo. Hoy todo el tiempo se habla de qué comemos, de dónde viene lo
que comemos, cómo se produce. Eso es soberanía alimentaria, claramente,
pero lo planteamos desde un lugar que generó una relación horizontal, en
la cual cualquiera se puede relacionar con la idea de la soberanía
alimentaria y no es algo atribuible sólo al campesinado. Nunca lo fue,
pero era una bandera que levantaba el campesinado a nivel mundial, y los
sectores de la ciudad poco o nada se sentían reflejados. Creo que hoy,
más que nunca, a través de los almacenes de UTT, los verdurazos, los
feriazos y las distintas estrategias que tiene la organización para
relacionarse con lxs habitantes de las ciudades y para construir un
diálogo, un vínculo, realmente hay una relación de fuerza a favor de la
soberanía alimentaria de una manera que no había existido nunca. La
gente que va a los almacenes de UTT y compra una lechuga de la
organización no está comprando una lechuga, está formando parte
realmente de un proyecto de cambio social, de un proyecto que plantea
otros sistemas de producción de alimentos y otra relación con la
naturaleza, y eso es muy fuerte.
La agroecología, sustentada en la agricultura milenaria de los pueblos, no solo se trata de un conjunto de técnicas y prácticas agronómicas: se trata de un pensamiento político que cuestiona las estructuras de opresión, basado en la recuperación de la memoria histórica para la (re)construcción de los territorios y las identidades, en el desarraigo de las imposiciones culturales patriarcales, en la descolonización y la asimilación de la soberanía de los territorios como la soberanía de los cuerpos. Se trata, al fin y al cabo, de justicia social y ambiental, y de este semillero surgen nuevos feminismos populares y rurales. Porque la salida es colectiva, igualitaria y con la tierra en manos de quienes la trabajan.
(CC)
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