Enrique Calderón Alzati*
Para responder a
esta pregunta sobre el futuro posible, es necesario recordar lo que
vivimos en el pasado y preguntarnos. ¿Qué habría sucedido si durante los
regímenes de Enrique Peña Nieto, de Felipe Calderón o de Vicente Fox,
se hubiese dado la epidemia del coronavirus? Sin lugar a dudas, nuestro
país habría vivido una experiencia terrible por dos razones centrales,
la primera es la corrupción reinante en esos tiempos, un ejemplo de ello
fue el caso de Veracruz, en el que el distinguido gobernador Javier
Duarte dejó la mayoría de los hospitales sin terminar y también sin los
equipos para poder funcionar; por otra parte, la salud del pueblo
constituyó un tema de escasa importancia para esos gobiernos, los cuales
habrían seguido de manera dócil las instrucciones de alguien como
Donald Trump, llevando a nuestro país a una debacle similar a la que
desafortunadamente está azotando a Estados Unidos. Las medidas
meticulosas que ha estado tomando nuestro actual gobierno, e
informándonos día a día, constituyen un hecho inédito en la historia de
nuestro país, todo lo cual ha sido posible gracias a los avances en los
campos de las comunicaciones y de la medicina.
La estrategia seguida por el gobierno del presidente Andrés Manuel
López Obrador, es sin duda, opuesta a la del gobierno de Estados Unidos y
por otros regímenes con ideas e intereses similares a los de nuestro
país vecino, ya que los objetivos y estrategias adoptadas en el nuestro,
están siendo muy parecidas a las de las naciones con los sistemas de
bienestar social más avanzados del mundo, asegurando que el número de
enfermos sea el menor posible, y con ello disminuyendo también el número
de muertes, buscando igualmente que la epidemia termine en el tiempo
más corto, y asimismo que en sus días más críticos el número de enfermos
no sature y sobrepase la capacidad hospitalaria de nuestro país. Para
ello, la estrategia central del gobierno ha consistido en proteger en lo
posible a los segmentos más pobres de la sociedad, los cuales
desafortunadamente constituyen hoy la mayor parte de la población
mexicana, como consecuencia de las políticas sociales anteriores, de
concentración de la riqueza. Para ello, el gobierno cuenta con
instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social y la
Secretaría de Salud, con la experiencia y capacidad necesarias para
enfrentar la difícil situación que está sacudiendo al país.
Hoy, sin tener temor a equivocarnos, podemos afirmar que la actual
pandemia constituye la mayor crisis que haya enfrentado la humanidad
desde su aparición en la Tierra, hace más de doscientos mil años, en
virtud de ser la primera de su tipo, desde el inicio del proceso de
globalización generado por las nuevas tecnologías de la aviación, del
transporte marítimo (contenedores) y de la aparición del Internet y los
dispositivos móviles, todo lo cual, ha generado el impulso necesario
para hacer posible la intercomunicación y el transporte entre todas las
regiones del planeta. Un efecto natural, y quizás predecible de la
crisis actual, ha sido el enfrentamiento que hoy estamos viviendo, no
sólo en México sino en el mundo entero, entre los dos modelos
socioeconómicos y políticos que predominan en el planeta, quizás con
nombres algo diferentes en cada lugar, a los que podemos referirnos como
neoliberalismouno, y el otro como
socialismo democrático, cuya mayor diferencia estriba en que para el primero el objetivo es el acumulamiento del capital y las ganancias, mientras que para el segundo, lo es el bienestar social, siéndonos claro que el primero, ha sido el de mayor sustento luego de la desintegración de la Unión Soviética.
Los resultados finales de la pandemia habrán de marcar por ello una
diferencia importante para el futuro de la humanidad. ¿Cuál de estos dos
sistemas prevalecerán en el planeta y sobre todo en México y en
Latinoamérica? Siendo por naturaleza optimista, considero que el nuevo
rumbo que afortunadamente ha tomado nuestro país bajo el liderazgo de
López Obrador, orientado por los ideales y objetivos de la Revolución
Mexicana, sea el del socialismo democrático, después de probarnos a
nosotros mismos la importancia que tenemos los seres humanos, sin los
cuales la riqueza carecería de sentido. Las señales de este nuevo cambio
parecieran estar en todas partes y en especial en uno de los temas
sobre el que poseo algunos conocimientos. La educación. En ella es
posible observar hoy un salto que podríamos considerar impensable hace
sólo unos meses: la educación, cuyas prácticas han permanecido estáticas
desde hace más de cincuenta años, y que hoy están sufriendo un cambio
dramático, convirtiéndola en un sector en plena transformación no sólo
por la utilización de la tecnología más avanzada, sino también por el
entusiasmo con el que un amplio segmento del magisterio ha aceptado el
desafío de trabajar con sus estudiantes a distancia, así como de
prepararse para enfrentar los retos que nos está planteando la pandemia.
Pero esta no es la única señal de una nueva era. ¿Cuántos de nosotros
habíamos estado conscientes de lo que implican los niveles de pobreza,
en la que ha vivido la mayor parte de la población de nuestro país en
las pasadas décadas y de las consecuencias que ello implica para los que
de alguna manera tenemos asegurado nuestro sustento? ¿Qué importancia
real le habíamos dado al hecho de que nuestros gobernantes estuviesen
envueltos en actos de corrupción y de tráfico de influencias? Éramos
muchos los que sabíamos o suponíamos que todo esto era cierto, pero era
poco lo que estábamos dispuestos a hacer para cambiar tal realidad,
mientras que ahora estamos conscientes de que los riesgos y las
enfermedades que atacan a la población con menos recursos, igualmente
nos puede afectar a nosotros, por lo que ha cobrado sentido la frase
acuñada durante la Revolución Francesa hace más de doscientos años:
¡Libertad, igualdad, fraternidad!
*Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE)
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