Para construir una agenda feminista es necesario una postura
autocrítica de las feministas que militan en partidos políticos para
reconocer que hasta ahora no hay ningún gobierno ni plataforma política
que se sostenga en una epistemología y práctica política feminista, y a
las feministas sin militancias ofrece el reto de construir esa propuesta
para hacer una propuesta congruente con los feminismos éticos.
No se trata de hacernos un “feministómetro político”, sino de plasmar
con claridad los innegociables feministas como son los derechos de las
mujeres, su práctica y el ejercicio pleno de la ciudadanía de las
mujeres como el acceso a la educación, el derecho a decidir, el rechazo a
todas las formas de explotación del cuerpo y el cambio de paradigma del
modelo económico y social a un modelo de bienestar colectivo para hacer
posible una sociedad en la que estemos en posibilidad y oportunidad de
aportar en igualdad de condiciones y desde la perspectiva feminista.
Si revisamos lo que Catarine Mackinnon plasma en su libro “Hacia una
Teoría Feminista”, el feminismo al igual que el marxismo, tienen caminos
paralelos e importantes coincidencias, incluyendo que el riesgo ante la
oportunidad de hoy para el marximo frente al capitalismo frente a la
debacle de este último, y en el feminismo frente al patriarcado de que
se diluyan las fuerzas y las causas por posturas particulares o
afinidades partidistas de feministas con militancias.
Habrá que inventarnos la manera de entender el feminismo sin el sesgo
de las militancias partidistas y movidos por los intereses personales
que se contraponen con otras mujeres y apostar por construir agendas
plurales que reflejen los intereses de todas desde sus intersecciones,
habrá que empezar a construir agenda feminista bajo la posibilidad de
construir una filosofía basada en la política de los comunes
reconociendo que sí, el gran daño al mundo se lo ha hecho un sistema
económico neoliberal y capitalista.
Para avanzar en ese sentido, debemos partir de que todas las
instituciones están “permeadas” por un sesgo patriarcal, fueron
concebidas dentro de un modelo y sistema político que excluye a las
mujeres, entonces esperar que el gobierno o los partidos políticos
actuales sean afines a los intereses de las mujeres es idealista, el
feminismo es la única postura afín a los Derechos Humanos de las
mujeres, es el feminismo el que concibió la idea de que las mujeres son
personas y que tienen derechos.
Basta recordar que la democracia es una institución patriarcal,
emanada de un sistema social patriarcal en la que las mujeres estábamos
lejos de poder participar en esos procesos en condiciones de igualdad
porque surge de un modelo en el que se piensa en “ciudadanos” ejerciendo
un poder de decisión para elegir su futuro y su presente, pero las
mujeres pertenecemos a un grupo de personas que estamos construyendo
ciudadanía, apropiándonos del espacio público, saliendo en muchos casos
de las condiciones de vulnerabilidad por desigualdad histórica como es
en el caso de las mujeres indígenas, mujeres con discapacidad, mujeres
obreras invisibilizadas, mujeres de la periferia fuera de la centralidad
discursiva que elige a las que en complacencia de los sistemas
patriarcales se ajustan para ser “mujeres visibles”.
Es en ese sentido que el feminismo apuesta desde las periferias a
considerar que hay otras formas de organización, otras formas de
participación política no constreñida a los partidos y las
instituciones, pero que necesitamos hacer visibles para que se sepa que
existen y que es desde la organización y la participación social como
podemos ir construyendo nuevas instituciones y nuevos formas de hacer
co-gobierno.
Frente a las militancias feministas en algunos partidos, a quienes
nos pronunciamos por la despartidización urgente, nos queda reconocer
que las feministas pueden hallar simpatías en personas y en consecuencia
en partidos, pero al revisar las plataformas políticas de estos
partidos encontramos instituciones patriarcales que no han sido
permeadas por los intereses de las mujeres, y que no colocan en el
centro de las discusiones a las mujeres.
Tener epistemologías feministas, así como una ética feminista, nos
ayudan a reflexionar sobre cómo podemos ir abonando a esa propuesta que
para nada es ni se parece a lo que hoy tenemos.
Quizá nos toque preguntarnos cómo lo están haciendo los países cuyas
presidentas o ministras se enuncian feministas, cómo se piensa en una
praxis política para las mujeres no desde sesgos patriarcales. Al final,
construir un discurso que no esté permeado por los contextos es
difícil, pensar en el bienestar para todas supone pensarnos mujeres
nacidas en la opresión y sin voz, aprendiendo a hilvanar nuestras
propias voces.
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