Pandemia
La epidemia lleva al extremo la frustración de
médicos y enfermeras ante la falta de insumos, jornadas estresantes y la
polémica reacción de la sociedad
▲ Los profesionistas de atención médica enfrentan la misión crucial de
encarar la epidemia del virus para el que no hay cura ni tratamiento:
deben proteger su propia vida con ropa especial, que muchas veces se han
resignado a comprar de sus propios ingresos. Ese es uno de los
testimonios que médicos y enfermeras han compartido con La Jornada, cerca de cumplirse el día 50 de la Jornada Nacional de Sana Distancia.
Del miedo, a la resignación; del estrés, a la confianza
en sus compañeros; del desencanto, a la necesidad de seguir adelante, un
día a la vez. En esa montaña rusa de sentimientos y emociones han
tenido que aprender a trabajar los médicos y enfermeras que se enfrentan
todos los días a la pandemia de Covid-19 en México, donde el panorama
general es de pesimismo, pero en el cual también existen momentos de
luminosidad y ánimo ante lo adverso.
Una de las historias de este mosaico es la de Juan Carlos –nombre
ficticio–, médico urgenciólogo que se enfrenta al coronavirus en la
primera línea de batalla en un hospital del estado de Querétaro. De las
7:30 de la mañana a las 2 de la tarde, de lunes a viernes, se encarga de
atender a los pacientes de Covid-19, como parte de un equipo de cuatro
especialistas.
Lo más difícil es llegar bien desayunados e hidratados y entrar al baño antes de cambiarnos para entrar al área Covid, porque después, si te cala la mascarilla o te da comenzón, tienes que aguantarte hasta que llegue el otro equipo. Pero dentro de lo malo, sé que no estamos como los compañeros del turno nocturno que sufren más porque les toca trabajar hasta 11 horas seguidas.
Aunque el nosocomio donde trabaja Juan Carlos afortunadamente no está
saturado y los médicos cuentan con el equipo que necesitan para laborar
con seguridad, no deja de haber carencias: hay pocos overoles y botas
quirúrgicas y los cubrebocas N-95 no sellan del todo bien, lo que ha
obligado a los médicos a comprarse su propio equipo.
En un principio estábamos renuentes y molestos porque no había suficiente material, pero ahorita ya estamos en la fase de la aceptación. Entramos con miedo, sí, pero pesa más la vocación y el juramento (de Hipócrates, para cuidar la salud y vida de los enfermos), expresa.
En la Ciudad de México, mientras tanto, la doctora Carmen –también un
nombre ficticio para evitar posibles represalias–, se animó a pedir
unos cuantos días de descanso para alejarse un momento del estrés y
hacer que el equipo de protección que ella pagó de su bolsillo para
cuidarse al momento de analizar cadáveres, le dure un poco más.
Estoy más que molesta
“La Secretaría de Salud nos dio nada más una batita más transparente que un baby-doll,
un cubrebocas sencillo, una botellita de gel, un jaboncito como el de
los hoteles y un par de guantes. Estoy más que molesta, porque mi riesgo
aumenta al N por ciento y nadie me confirma si los cuerpos que veo son
de Covid o no, y me tengo que exponer al revisar el cadáver”, afirma.
El miedo que sienten Carmen y otros compañeros aumentó luego de saber que hace apenas unos días falleció otro médico legista.
No me quiero volver a deprimir como el fin de semana pasado que para mí fue devastador, pero veo un panorama bastante sombrío, porque lo que estamos haciendo es como entrar a la guerra encuerados, ya no digamos sin fusil.
En Guadalajara, Jalisco, Clara, una enfermera que da atención a
pacientes particulares, y quien, apesar del clima de agresiones contra
el personal sanitario, ha tenido que seguir trabajando a sus casi 60
años. Hace un par de semanas, cuenta, un camión de pasajeros se negó a
detenerse para que ella subiera, a pesar de que en el vehículo había
espacio suficiente e incluso algunas personas querían descender en ese
mismo punto. Ella cree que la razón fue el miedo que generó su uniforme
blanco y su cofia.
“El chofer nada más me hizo un gesto con la mano, como pidiéndome
perdón. Una muchacha que estaba ahí me dijo: ‘lo bueno que no le
hicieron nada...’. Una hija de una paciente que atendía me pidió que ya
no vaya, porque la sicosis está a todo lo que da y no quiere arriesgar a
su mamá. Estoy triste, porque mi esposo requiere de hacer gastos
médicos y no alcanzamos a pagar todo”, cuenta.
En la capital del país, Miriam Acosta, también médico legista, se
queja de la falta de condiciones materiales para hacer su trabajo, pero
señala con tristeza que el principal obstáculo para vencer al Covid-19
no es la falta de organización del gobierno ni el propio virus, sino la
actitud de la mayoría de la gente.
“Las personas no están entendiendo la cuarentena, les está ‘valiendo’
y no están conscientes de lo que está pasando. Muchos no dimensionan la
etapa crítica en la que estamos y es increíble la cantidad de gente que
nada más nos dice: ‘pues de algo me he de morir’”.
Foto Marco Peláez
Fernando Camacho Servín
Periódico La Jornada
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