El intenso debate actual sobre
el sistema público de salud versa sobre dos temas: la calidad de las
cifras oficiales sobre Covid-19 en el país, reportadas por la
Subsecretaría de Prevención y Promoción, y sobre la reconversión
hospitalaria para garantizar la atención médica requerida por los
enfermos graves, particularmente en la fase tres. Estas polémicas se
resolverán con el transcurrir del tiempo, ya que la evidencia tangible
es mucho más robusta que los datos de un modelo matemático. Aunque haya
una especie de consenso sobre la fragilidad del sistema de salud, pocos
se preguntan qué habría que resolver una vez que pase la tormenta.
En el momento actual se ha perdido de vista la magnitud y perfil de
mortalidad de México, punto de partida si se propone mejorar las
condiciones de salud de la población, que es la función sustantiva de
todas las instituciones públicas en la materia. Para empezar, hay que
recordar que en el país fallecieron 717 mil 500 personas en 2019 o 5.6
de cada mil, según datos preliminares. Las tres primeras causas de
muerte –enfermedades del corazón, diabetes mellitus y tumores
malignos– sumaron 341 mil 200 defunciones o 47.5 por ciento del total.
Fallecieron por neumonía e influenza 29 mil 830 y fueron asesinadas 25
mil 515 personas. Esto significa que la mortalidad por Covid-19 en 2020
difícilmente estará entre las 10 primeras causas en 2020, a menos de que
sobrepase las 15 mil defunciones por insuficiencia renal.
No hay nada que haga suponer que las primeras causas de muerte vayan a
disminuir en 2020. Incluso, se puede sospechar que se incrementen por
varias razones. Una primera es que la reconversión hospitalaria ha hecho
más difícil obtener atención oportuna para estos tipos de padecimiento.
Por el contrario, los datos de muchas otras partes del mundo publicados
por Financial Times (https://www.ft.com/content/a26fbf7e-48f8-11ea-aeb3-955839e06441)
muestran que la mortalidad por todas las causas de muerte se ha
incrementado en muchos países durante la pandemia, en particular en las
grandes urbes, donde las defunciones en algunos casos han subido más de
100 por ciento. Las razones de este aumento no son únicas, sino que
probablemente se deban a un conjunto de alteraciones de orden
sicosociales. Sería la expresión concreta respecto a la mortalidad de la
estructura compleja de la determinación de ésta.
Vale señalar que en el sistema de salud mexicano ninguno de los
principales problemas se ha resuelto, sino que están en suspenso y
aparecerán con mayor fuerza cuando pase la contingencia. La
particularidad de la actual circunstancia es que está causada por un
virus, lo que conduce a actuar sobre éste, sea mediante una mezcla de
medidas terapéuticas y buscando una vacuna o un nuevo medicamento.
Podría ser un ensayo para enfrentar la creciente resistencia a los
antimicrobianos, pero no a solucionar las enfermedades que tienen una
determinación compleja, como los padecimientos crónico-degenerativos.
Lo que se requiere es hacer una planeación estratégica del sistema
público de salud para resolver sus principales dificultades. Ésta
necesariamente tiene que partir de una comprensión de cuáles son sus
problemas básicos. La Secretaría de Salud ya había avanzado en esta
dirección antes de la contingencia, y encontró que el eslabón más débil
son el primer nivel de atención, los centros de salud y las clínicas,
donde se deben resolver 85 por ciento de los problemas de salud,así como
desarrollar una actividad de promoción y prevención intensa en y con la
comunidad.
Otros ejes de gran proyección son la recentralización del sistema de
salud para la población sin seguridad social junto con el desmontaje del
Seguro Popular y la integración de las instituciones en el ámbito
público.
La emergencia, en efecto, evidenció la falta de infraestructura, el
déficit de equipamiento y las plantillas de personal inadecuadas e
insuficientes, pero las soluciones ofrecidas han sido casuísticas y sin
visión de largo plazo. Asimismo, se forzó el sistema de compras
consolidadas conjuntas, pero la falta de oferta obligó a buscar equipo y
medicamentos donde se podía encontrar institución por institución.
El gran avance en la contingencia es que por primera vez la salud se
convirtió en una prioridad nacional apoyada prácticamente por todos. No
han faltado los intentos de politizar la salud y cosechar dividendos,
pero la gran ganancia es que el gran público reconoce que primero es la
vida y luego todo lo demás.
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