5/10/2020

En esta crisis sanitaria hay que recordar el No sin nosotros de Monsiváis: José Gordon

Elena Poniatowska

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▲ Entrevista con el escritor José Gordon a propósito de su libro Gato encerrado, en la biblioteca Rosario Castellanos, el pasado 5 de febrero.Foto Jesús Villaseca
Como el científico José Gordon es sabio, además de excepcional ser humano, publica ahora Gato encerrado, precioso libro pop up ilustrado por Sebastián Ilabaca, que uno pensaría destinado a los niños, pero es para adultos y logra que nos imaginemos como gatos.
–Acabo de recibir un video de una niña fascinada con el libro –dice Pepe Gordon. La niña pone la máscara del gato frente a su rostro, jala la lengua del felino y aparece ella: ¡Hola, soy el gato, quiero decirles que hay que cuidarnos mucho por el coronavirus!
Ahora, padres e hijos lo leen juntos en casa. Creo profundamente en la idea de que los adultos podemos traducir el mundo a los niños y descubrir conceptos que les enseñen la importancia de tener un pensamiento que vaya más allá de los límites de la percepción.
–¿Los niños son páginas en blanco?
–Su creatividad es tan enorme que tenemos que dirigirnos a ellos con toda la inteligencia, belleza, imaginación y sensibilidad de que somos capaces. El doctor Marcelino Cereijido Mattioli, del Cinvestav, me contó que cuando su nieto era pequeño su maestro lo obligaba a permanecer sentado en clase: No me siento, protestaba. En ese toma y daca se mantuvieron hasta que por fin el niño se sentó, pero luego levantó la mano: Nada más quiero decirle que por dentro sigo de pie. Esa es la creatividad que encuentro siempre en los niños, una capacidad imaginativa con la que no estamos a la altura.
“Me agrada mucho que padres e hijos lean juntos Gato encerrado, porque los dibujos y acordeones saltan de manera tridimensional y las imágenes los asoman a niveles inéditos que los adultos ya no podemos ver. Se trata de hacer boquetes en nuestra caja perceptual.”
–¿El mundo de la investigación científica?
–Este libro podría ser una especie de caverna de Platón en los tiempos de la neurociencia, una fábula que se reinventa con la pandemia y nos invita a romper la caja en la que estamos encerrados…
–¿Tú crees que la pandemia es inexplicable? Algunos descalifican a López-Gatell y lo acusan de engañarnos: es injusta la cantidad de insultos que hacen al gobierno…
–Esa es precisamente la caja de la ignorancia. Vivimos dos cosas terribles: una, el coronavirus; otra, el virus del miedo que crea pánico y responde al virus de la ignorancia. Carlos Fuentes decía que destruimos a la otra persona cuando somos incapaces de imaginarla. Ahora somos incapaces de imaginar lo que la ciencia nos plantea…
“Parte del problema que vivimos y por el que estamos encerrados en una caja es porque no sabemos leer a la otra persona, ni mirar más allá de nuestra piel. La literatura y el arte nos invitan al entendimiento. Claro, el rechazo público del que hablas es preocupante. A mí también me preocupa otro virus fácil de detectar, y va más allá de esta pandemia, le llamo el virus del olvido y lo relaciono con Cien años de soledad, de García Márquez, donde la peste del insomnio y del olvido hacen olvidar el nombre de las cosas, borra primero la memoria de la infancia y luego los nombres en Macondo. De ahí los letreros mesa, florero, vaso para poder reconocerlos. García Márquez coloca a una vaca una leyenda que explica que sirve para dar leche, y que la leche debe hervirse y mezclarse con café para tener café con leche.
–¿En la pandemia olvidamos quienes somos, lo que son nuestros cuerpos?
–La gente va olvidando su propio cuerpo y su identidad. Quedarse en casa es entender que en ella podemos volver a descubrir el potencial evidente de los niños. Cuando uno ve esa mirada fresca, inteligente, recuerdo que Bruno Schulz, traducido del polaco por Sergio Pitol, decía: Debemos madurar hacia la infancia, hacia la curiosidad y capacidad de asombro. Es especialmente importante, porque de otra manera caemos en el abandono del otro, la falta de curiosidad por entender cómo vive el otro, cómo se mira desde otra piel. Esa desidia contribuye a un clima en el que fructifican las noticias falsas, el pánico y el no valorar a la otra persona.
“En estos momentos de pandemia hay que recordar las palabras de Carlos Monsiváis, quien decía que después de una tragedia como la del sismo de 1985 no había solución sin la construcción del nosotros, por eso lanzó el No sin nosotros. Ese nosotros surge de la conciencia colectiva construida con empatía, sensibilidad, inteligencia y no con las falsas noticias tan desafortunadas hoy día.”
–¿Crees, Pepe, que volvamos a vivir como antes: los privilegiados por un lado, los pobres por el otro?
–Tu pregunta es clave porque las crisis abren las corazas, pero luego se vuelven a cerrar. El gran reto es ver si podemos mantener abierta la generosidad que surge en estas tragedias. Hemos vivido momentos de solidaridad y gran conciencia colectiva, pero eso no garantiza que continúe después de la tragedia. ¿Cómo podemos hacer para que estos impulsos de generosidad se mantengan? La peste, de Albert Camus, refleja el cielo y el infierno de los seres humanos y dice que después las aguas vuelven a cerrarse. Ahora hemos visto apertura y solidaridad jamás pensadas. Recuerdo que Monsiváis me decía que la mayoría de la gente tiene la capacidad de resolver conflictos sin violencia como la que estamos viendo.
“Es absurdo que uno por ciento de una población detente la riqueza de 99 por ciento del resto; es una receta para el desastre que vivimos ahora, como los problemas de calentamiento global, de crisis parentales y económicas. Yo le preguntaba a Monsiváis por qué apostar por la cultura, la ciencia, la imaginación a pesar de la barbarie. Respondía que en la mayoría de la población hay recursos y potencialidades: ‘No habría vida si no apeláramos a lo mejor de nosotros mismos, a lo mejor de nuestra inteligencia y nuestra creatividad’. Ése es el problema medular: enfrentar las desigualdades cada vez más evidentes. Frente a momentos de terrible ignorancia, hay momentos de concierto, de inteligencia, que levantan el espíritu y dejan completamente conmovidos, como los aplausos al atardecer en los balcones de Europa, el músico que saca su chelo a la ventana, la gente que recoge la basura, la entrega de médicos y enfermeras y los balcones virtuales del Internet. Sorprende el enorme concierto de la entereza humana. El virus permea todos los espacios y ofrece la posibilidad de encontrar otras formas de comunicación.
“Tal vez esto es lo que planteamos en mi libro Gato encerrado: pensar fuera de la caja, saltar por encima de nuestros límites con la imaginación. Ojalá estemos a la altura de las circunstancias.”
–Si resumo todo lo que has dicho, Pepe, llego a la conclusión de que es el capitalismo salvaje el que nos ha llevado a esta pandemia.
–Esta pandemia es la del olvido del otro y está profundamente relacionada con el capitalismo salvaje.
–A propósito de barbarie, parece que México es el único país que atacó a sus médicos y a sus enfermeras…
–Por eso te digo, que la pandemia ejemplifica el cielo y el infierno; caemos en los impulsos más generosos y en la aberración del ataque a las enfermeras y a los médicos.
Democratizar el conocimiento
–¿A partir de esta pandemia podemos revisar nuestros valores y llegar a otro modo de ser?
–El historiador Yuval Noah Harari plantea que más allá de nuestra segregación, necesitamos, como nunca, democratizar la información y el conocimiento, distribuirlos para que no sean unos cuantos quienes los tengan porque las matemáticas son recursos renovables, a diferencia del petróleo, que se va a agotar. Si yo elaboro un pensamiento matemático, no le robo a otro cerebro la posibilidad de seguir expresando inteligencia matemática. La creatividad es algo que se puede compartir. El fundador de las telecomunicaciones en India, Sam Pitroda, decía que nuestro problema es que vivimos procesos del siglo XX con una mentalidad del siglo XIX, y que nuestras necesidades son las del siglo XXI. Debemos catalizar nuestros esfuerzos para hacer agendas creativas para el siglo XXI…
“Mario Molina me contó que su hijo universitario le dijo que mientras más estudiaba, más se daba cuenta de que no tenemos salida. Mario Molina y yo hablamos del problema del calentamiento global y del efecto mariposa que enseña que el aleteo de una de ésta puede desencadenar una tormenta. Si sigo esa idea, el aleteo de un pensamiento puede desencadenar un torrente creativo. El poder de lo sutil funciona para bien o para mal.
“Mario Molina fue amigo del meteorólogo Edward Lorenz, quien acuñó el concepto de la fluctuación que desencadena una tragedia. Le pregunté si podría darse un ‘efecto mariposa’ para bien en el caso del calentamiento global; me respondió que se hicieron estudios, uno en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y otro en Gran Bretaña, y resultó que con sólo 2 o 3 por ciento del producto global del planeta se obtendrían los recursos necesarios para combatirlo. Por tanto, hay una lucecita al final de túnel. En vez de quedarnos con la sensación de que somos impotentes, la ciencia se toma la paciencia (ciencia y paciencia tienen algo en común) de decirnos que ese pequeño porcentaje del producto global es suficiente para salvarnos. ¿Tendremos la inteligencia de tomar el camino de la creación? Eso está en el aire. Si todos los que podemos contribuir para que la fluctuación de la pandemia se dirija hacia un torrente creativo, tenemos la obligación de hacerlo.”

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