Elena Poniatowska
▲ Entrevista con el escritor José Gordon a propósito de su libro Gato encerrado, en la biblioteca Rosario Castellanos, el pasado 5 de febrero.Foto Jesús Villaseca
Como el científico José Gordon es sabio, además de excepcional ser humano, publica ahora Gato encerrado, precioso libro pop up
ilustrado por Sebastián Ilabaca, que uno pensaría destinado a los
niños, pero es para adultos y logra que nos imaginemos como gatos.
–Acabo de recibir un video de una niña fascinada con el libro –dice
Pepe Gordon. La niña pone la máscara del gato frente a su rostro, jala
la lengua del felino y aparece ella:
¡Hola, soy el gato, quiero decirles que hay que cuidarnos mucho por el coronavirus!
Ahora, padres e hijos lo leen juntos en casa. Creo profundamente en la idea de que los adultos podemos traducir el mundo a los niños y descubrir conceptos que les enseñen la importancia de tener un pensamiento que vaya más allá de los límites de la percepción.
–¿Los niños son páginas en blanco?
–Su creatividad es tan enorme que tenemos que dirigirnos a ellos con
toda la inteligencia, belleza, imaginación y sensibilidad de que somos
capaces. El doctor Marcelino Cereijido Mattioli, del Cinvestav, me contó
que cuando su nieto era pequeño su maestro lo obligaba a permanecer
sentado en clase:
No me siento, protestaba. En ese toma y daca se mantuvieron hasta que por fin el niño se sentó, pero luego levantó la mano:
Nada más quiero decirle que por dentro sigo de pie. Esa es la creatividad que encuentro siempre en los niños, una capacidad imaginativa con la que no estamos a la altura.
“Me agrada mucho que padres e hijos lean juntos Gato encerrado,
porque los dibujos y acordeones saltan de manera tridimensional y las
imágenes los asoman a niveles inéditos que los adultos ya no podemos
ver. Se trata de hacer boquetes en nuestra caja perceptual.”
–¿El mundo de la investigación científica?
–Este libro podría ser una especie de caverna de Platón en los
tiempos de la neurociencia, una fábula que se reinventa con la pandemia y
nos invita a romper la caja en la que estamos encerrados…
–¿Tú crees que la pandemia es inexplicable? Algunos descalifican a
López-Gatell y lo acusan de engañarnos: es injusta la cantidad de
insultos que hacen al gobierno…
–Esa es precisamente la caja de la ignorancia. Vivimos dos cosas
terribles: una, el coronavirus; otra, el virus del miedo que crea pánico
y responde al virus de la ignorancia. Carlos Fuentes decía que
destruimos a la otra persona cuando somos incapaces de imaginarla. Ahora
somos incapaces de imaginar lo que la ciencia nos plantea…
“Parte del problema que vivimos y por el que estamos encerrados en
una caja es porque no sabemos leer a la otra persona, ni mirar más allá
de nuestra piel. La literatura y el arte nos invitan al entendimiento.
Claro, el rechazo público del que hablas es preocupante. A mí también me
preocupa otro virus fácil de detectar, y va más allá de esta pandemia,
le llamo el
virus del olvidoy lo relaciono con Cien años de soledad, de García Márquez, donde la peste del insomnio y del olvido hacen olvidar el nombre de las cosas, borra primero la memoria de la infancia y luego los nombres en Macondo. De ahí los letreros
mesa,
florero,
vasopara poder reconocerlos. García Márquez coloca a una vaca una leyenda que explica que sirve para dar leche, y que la leche debe hervirse y mezclarse con café para tener café con leche.
–¿En la pandemia olvidamos quienes somos, lo que son nuestros cuerpos?
–La gente va olvidando su propio cuerpo y su identidad. Quedarse en
casa es entender que en ella podemos volver a descubrir el potencial
evidente de los niños. Cuando uno ve esa mirada fresca, inteligente,
recuerdo que Bruno Schulz, traducido del polaco por Sergio Pitol, decía:
Debemos madurar hacia la infancia, hacia la curiosidad y capacidad de asombro. Es especialmente importante, porque de otra manera caemos en el abandono del otro, la falta de curiosidad por entender cómo vive el otro, cómo se mira desde otra piel. Esa desidia contribuye a un clima en el que fructifican las noticias falsas, el pánico y el no valorar a la otra persona.
“En estos momentos de pandemia hay que recordar las palabras de
Carlos Monsiváis, quien decía que después de una tragedia como la del
sismo de 1985 no había solución sin la construcción del
nosotros, por eso lanzó el
No sin nosotros. Ese
nosotrossurge de la conciencia colectiva construida con empatía, sensibilidad, inteligencia y no con las falsas noticias tan desafortunadas hoy día.”
–¿Crees, Pepe, que volvamos a vivir como antes: los privilegiados por un lado, los pobres por el otro?
–Tu pregunta es clave porque las crisis abren las corazas, pero luego
se vuelven a cerrar. El gran reto es ver si podemos mantener abierta la
generosidad que surge en estas tragedias. Hemos vivido momentos de
solidaridad y gran conciencia colectiva, pero eso no garantiza que
continúe después de la tragedia. ¿Cómo podemos hacer para que estos
impulsos de generosidad se mantengan? La peste, de Albert
Camus, refleja el cielo y el infierno de los seres humanos y dice que
después las aguas vuelven a cerrarse. Ahora hemos visto apertura y
solidaridad jamás pensadas. Recuerdo que Monsiváis me decía que la
mayoría de la gente tiene la capacidad de resolver conflictos sin
violencia como la que estamos viendo.
“Es absurdo que uno por ciento de una población detente la riqueza de
99 por ciento del resto; es una receta para el desastre que vivimos
ahora, como los problemas de calentamiento global, de crisis parentales y
económicas. Yo le preguntaba a Monsiváis por qué apostar por la
cultura, la ciencia, la imaginación a pesar de la barbarie. Respondía
que en la mayoría de la población hay recursos y potencialidades: ‘No
habría vida si no apeláramos a lo mejor de nosotros mismos, a lo mejor
de nuestra inteligencia y nuestra creatividad’. Ése es el problema
medular: enfrentar las desigualdades cada vez más evidentes. Frente a
momentos de terrible ignorancia, hay momentos de concierto, de
inteligencia, que levantan el espíritu y dejan completamente conmovidos,
como los aplausos al atardecer en los balcones de Europa, el músico que
saca su chelo a la ventana, la gente que recoge la basura, la entrega
de médicos y enfermeras y los balcones virtuales del Internet. Sorprende
el enorme concierto de la entereza humana. El virus permea todos los
espacios y ofrece la posibilidad de encontrar otras formas de
comunicación.
“Tal vez esto es lo que planteamos en mi libro Gato encerrado:
pensar fuera de la caja, saltar por encima de nuestros límites con la
imaginación. Ojalá estemos a la altura de las circunstancias.”
–Si resumo todo lo que has dicho, Pepe, llego a la conclusión de que
es el capitalismo salvaje el que nos ha llevado a esta pandemia.
–Esta pandemia es la del olvido del otro y está profundamente relacionada con el capitalismo salvaje.
–A propósito de barbarie, parece que México es el único país que atacó a sus médicos y a sus enfermeras…
–Por eso te digo, que la pandemia ejemplifica el cielo y el infierno;
caemos en los impulsos más generosos y en la aberración del ataque a
las enfermeras y a los médicos.
Democratizar el conocimiento
–¿A partir de esta pandemia podemos revisar nuestros valores y llegar a otro modo de ser?
–El historiador Yuval Noah Harari plantea que más allá de nuestra
segregación, necesitamos, como nunca, democratizar la información y el
conocimiento, distribuirlos para que no sean unos cuantos quienes los
tengan porque las matemáticas son recursos renovables, a diferencia del
petróleo, que se va a agotar. Si yo elaboro un pensamiento matemático,
no le robo a otro cerebro la posibilidad de seguir expresando
inteligencia matemática. La creatividad es algo que se puede compartir.
El fundador de las telecomunicaciones en India, Sam Pitroda, decía que
nuestro problema es que vivimos procesos del siglo XX con una mentalidad
del siglo XIX, y que nuestras necesidades son las del siglo XXI.
Debemos catalizar nuestros esfuerzos para hacer agendas creativas para
el siglo XXI…
“Mario Molina me contó que su hijo universitario le dijo que mientras
más estudiaba, más se daba cuenta de que no tenemos salida. Mario
Molina y yo hablamos del problema del calentamiento global y del efecto
mariposa que enseña que el aleteo de una de ésta puede desencadenar una
tormenta. Si sigo esa idea, el aleteo de un pensamiento puede
desencadenar un torrente creativo. El poder de lo sutil funciona para
bien o para mal.
“Mario Molina fue amigo del meteorólogo Edward Lorenz, quien acuñó el
concepto de la fluctuación que desencadena una tragedia. Le pregunté si
podría darse un ‘efecto mariposa’ para bien en el caso del
calentamiento global; me respondió que se hicieron estudios, uno en el
Instituto Tecnológico de Massachusetts y otro en Gran Bretaña, y resultó
que con sólo 2 o 3 por ciento del producto global del planeta se
obtendrían los recursos necesarios para combatirlo. Por tanto, hay una
lucecita al final de túnel. En vez de quedarnos con la sensación de que
somos impotentes, la ciencia se toma la paciencia (ciencia y paciencia
tienen algo en común) de decirnos que ese pequeño porcentaje del
producto global es suficiente para salvarnos. ¿Tendremos la inteligencia
de tomar el camino de la creación? Eso está en el aire. Si todos los
que podemos contribuir para que la fluctuación de la pandemia se dirija
hacia un torrente creativo, tenemos la obligación de hacerlo.”
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