Desafortunadamente, así como los desastres naturales ignoran las fiestas, la dinámica de la guerra y la violencia ignora el calendario. Si en otros años, la navidad o el año nuevo daban pie a una tregua, en Ucrania, Palestina e Israel continuaron las agresiones.
En México la violencia no cesa. Es un viento constante que amenaza con arreciar en este año de elecciones, con reacomodos políticos, amenazas de grupos criminales y nuevas presiones del gobierno de Estados Unidos contra la migración, también por iniciar un proceso electoral. En un año de incertidumbre, nos corresponde preguntar y preguntarnos qué país queremos y cómo resistir a la indolencia y a la polarización.
Tras meses de pre-campañas eternas en que se han promovido nombres y caras sin propuestas, las campañas formales llenarán el espacio público de las mismas y otras caras y nombres, nuevos-viejos discursos. Si quienes buscan el poder se interesan realmente por preservar y fortalecer la democracia, tendrán que partir desde nuestra realidad desquebrajada y enfrentar –sin ilusiones ni elusiones- los retos que día a día enferenta la ciudadanía, los problemas estructurales que arrastramos desde hace décadas y la crisis de derechos humanos y seguridad ciudadana que desde 2007 se ha agravado.
Además de sus propuestas para garantizar –sin ocurrencias- el derecho a la salud, a la educación de calidad, a un medio ambiente sano – sin quema de combustóleo ni ecocidio en nombre del desarrollo-, necesitamos saber qué piensan hacer las candidatas presidenciales para reducir la violencia –sin maquillar cifras.
¿Qué proponen para acabar con la pésima combinación de militarización de la seguridad pública (y de numerosas funciones civiles) y la tolerancia o complicidad de autoridades y fuerzas armadas ante la expansión de corporaciones criminales que se ensañan de múltiples formas con la población, dejando dolor y duelo, mayor miseria e incertidumbre?¿Combatirán al crimen organizado desde sus fuentes de financiamiento?, ¿lo desarmarán? ¿Cómo y cuándo regresarán a las fuerzas armadas a sus cuarteles?
¿Qué medidas concretas propondrán para reducir el feminicidio y las violencias machistas? Seguir contando mujeres y jóvenes asesinadas con saña creciente no es ya soportable. Necesitamos programas de prevención de la violencia, políticas públicas efectivas para promover la igualdad y frenar la crueldad que asesina, mutila y desaparece. No queremos más discursos seudo feministas, nos urgen autoridades conscientes de su obligación de prevenir, sancionar, reparar y erradicar el daño que sufren niñas y mujeres todos los días, en la casa y en la calle, en los minsisterios públicos, juzgados y cárceles.
¿Qué harán quienes asuman el poder ejecutivo y legislativo para reducir las desigualdades que la violencia acentúa? A treinta años del alzamiento zapatista, la situación de las comunidades indígenas en Chiapas y en muchas regiones del país ha empeorado.
No solo siguen enfrentado la explotación y el racismo, sufren también el impacto de la dejadez oficial ante grupos criminales que toman pueblos y caminos y pretenden apropiarse de sus habitantes y recursos, como si fueran sus feudos. Acostumbrada ya al conflicto armado no declarado en Michoacán, Guanajuato, la frontera norte, la sociedad parece indiferente ante la pugna del crimen organizado por controlar la frontera sur.
La indiferencia oficial y social ante quienes son desplazadas de sus comunidades por la violencia y ante quienes huyen de ésta en sus países tampoco es ya sostenible. La política deshumanizante de Estados Unidos no puede ser pretexto para reproducir y tolerar las agresiones contra transmigrantes y quienes buscan asilo. Toda violación a los derechos humanos de personas extranjeras y nacionales degrada nuestra vida pública ¿Qué piensan hacer quienes aspiran a gobernar el país y sus estados?
Éstas son apenas algunas de las preguntas que tendremos que plantear a quienes buscan gobernar a partir de octubre. A nosotros, ciudadanía, también nos toca preguntarnos cómo contribuir a una paz verdadera sobre la que sentar nuevas bases para una sociedad mejor. En 1994, la iniciativa ciudadana obligó al gobierno a buscar una solución negociada con el EZLN. Vivimos otros tiempos, quizá más difíciles, pero la resistencia ante los abusos del poder y la demagogia, contra los discursos de odio y la violencia institucional es quizá más necesaria que entonces.
Resistir y tender puentes es uno de los grandes retos para la ciudadanía, sobre todo para las mujeres, en este 2024.a
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