De acuerdo con Naciones Unidas, “para 2030 las personas migrantes habrán enviado más de cinco billones de dólares a los países de ingresos bajos, la mayoría se invertirá en las zonas rurales, donde vive el 80 % de la población pobre del mundo, quienes se enfrentan a la escasez de alimentos y a los efectos del cambio climático”.
Para la mayoría de los países centroamericanos y México, las remesas de norte a sur representan un porcentaje importante de su Producto Interno Bruto.
De acuerdo con el Banco de México, en 2023, las remesas recibidas fueron de 63 mil 313 millones de dólares, 8% más que en 2022; pero se conoce poco del comportamiento de las remesas de sur a sur.
En el caso de nuestro país, como receptor de trabajadoras y trabajadores migratorios provenientes de Centroamérica se ha podido documentar que los costes del envío son más altos que aquellos que provienen de Estados Unidos hasta en un 3%.
Para muchas trabajadoras y trabajadores migrantes no es posible cubrir estos costos, por lo que prefieren utilizar canales informales para el envío de sus remesas.
En el caso de las mujeres, su vínculo con las remesas dependerá de su rol en la migración, por ejemplo, cuando migran para sostener económicamente al hogar en su país de origen, su envío será constante y en mayor porcentaje que sus pares hombres; cuando migran sin tener como fin el sustento familiar, solo harán envíos en casos urgentes; y cuando se trata de una migración dependiente de la pareja, su principal contribución será de trabajo no remunerado, el cual suele quedar invisibilizado.
Pero no todo se reduce a las remesas económicas, también existen las remesas familiares y sociales. Algunas trabajadoras migrantes no siempre pueden enviar recursos monetarios, por lo que el envío que hacen es de objetos, una forma de remesas que permite mantener vínculos de comunicación con sus familias en sus países de origen.
En el caso de las remesas sociales, los roles de género han permitido que la contribución de las mujeres se centre en el cuidado y mantenimiento de los lazos familiares.
Algunos autores lo denominan maternidad transnacional, con un vínculo estrecho con las cadenas globales de cuidados. Estas contribuyen de manera significativa al desarrollo de los países de origen y destino.
Es decir, cuando una mujer tiene que trabajar, transfiere a otra mujer los cuidados que antes realizaba ella en su casa, por lo que el día a día de un hogar depende de lo que ocurre en el otro.
Este ejercicio de la maternidad transnacional y las cadenas de cuidado son un esfuerzo, tanto para las trabajadoras migrantes, como para las mujeres que cuidan a las hijas e hijos de las migrantes en el lugar de origen.
Las remesas constituyen una estrategia familiar de vínculos a través de las fronteras, por lo que es necesario un abordaje estructural que promueva un desarrollo humano sostenible en la región.
Es tiempo de hablar de las remesas económicas, familiares y sociales como una forma de contribución de las trabajadoras migrantes a la mitigación de la pobreza, la desigualdad y el desarrollo de los países de origen y destino.
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