La
restauración priista que significa el gobierno de Enrique Peña Nieto
(EPN) llegó con las elecciones del 7 de julio a su séptimo mes. Los
resultados nos dan una buena señal para interpretar políticamente este
primer tramo del sexenio del regreso del partido político que dominó
prácticamente la política mexicana durante el siglo XX. Aunque no
fueron elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados, su
importancia resaltaba por constituir las primeras elecciones del
sexenio del priismo restaurado y que más allá de la elección de los
1300 alcaldes, diputados locales y la elección clave de un gobernador
(el de Baja California) en 14 estados del país, en sus resultados se
puede apreciar cómo se va perfilando y definiendo la situación nacional
bajo el gobierno de EPN.
Esos resultados han sido favorables en su
conjunto para el PRI que ha salido victorioso en la mayoría de los
puestos en disputa. El caso más controvertido, a saber el de la única
elección a la gubernatura, la de Baja California, en donde el candidato
panista apoyado también por el PRD, salió victorioso por escaso margen,
ha sido interpretado en forma casi unánime como una concertacesión
en aras de mantener el Pacto por México como pieza fundamental de la
política de Peña. Aunque el PRI perdió ciertas capitales estatales, no
obstante en la contabilización final sus socios del Pacto por México
perdieron decenas de presidencias municipales cuya mayoría fueron para
el PRI y ambos hoy gobiernan sobre territorios poblados por menos
ciudadanos que antes de las elecciones. Del trío que integra el Pacto
el perdedor indudablemente fue su flanco “izquierdo”: el PRD perdió en
territorios municipales que habitan más de un millón de mexicanos. Como
se puede apreciar de entrada estamos ante un caso peculiar de
“elecciones”, a saber, en que los principales partidos “competidores”
son al mismo tiempo socios de un Pacto federal de gobierno.
Transición y sequía democráticas
Ante la situación peculiar política que representa la restauración
priista, la principal cuestión que se plantea es ¿qué se disputa
verdaderamente en las elecciones mexicanas de la restauración priista?
¿Qué tipo de gobierno y de oposición se enfrentan en tales comicios? Y
las preguntas a responder continúan: ¿qué carácter tiene esta
restauración?, ¿significa la imposición de una edición renovada del
viejo bonapartismo mexicano?, ¿cuán profunda ha sido la “transición
democrática” del año 2000 que dio lugar a los dos sexenios panistas de
Fox y Calderón?, ¿el sistema de partidos de la “transición” se ha
consolidado o está en crisis?
El régimen bonapartista mexicano,
con su sistema presidencialista y su partido único de facto, fue el
factor hegemónico de la política mexicana durante ochenta años, si
tenemos en consideración que el fundador del Partido Nacional
Revolucionario (PNR) en 1929, el abuelo del PRI, fue el presidente
Plutarco Elías Calles dirigente del grupo sonorense triunfador de la
Revolución mexicana que en 1920 dio un golpe de estado contra
Venustiano Carranza, y con sus sucesores se perpetuó desde entonces en
el poder dominando la política nacional hasta el año 2000. No hubo en
todo el siglo XX en ningún país de América Latina una estabilidad
política ni de lejos parecida a la instaurada por el régimen
bonapartista en México.
Los fundamentos sociales y económicos
de tal inaudita estabilidad en un subcontinente caracterizado por
golpes de estado, dictaduras militares, gobiernos populistas efímeros y
demás, fueron producto de las consecuencias de la Revolución mexicana,
una revolución contra la dictadura del porfiriato protagonizada
centralmente por una insurrección campesina radical, en especial en el
norte y el centro del país y el ascenso espontáneo y tumultuoso de una
clase obrera que desde un principio estuvo subordinada a los caudillos
políticos y militares triunfantes de la Revolución. El país que se
comenzó a construir desde entonces bajo la hegemonía de las capas
neoburguesas y pequeño burguesas de “la revolución hecha gobierno”,
apoyadas por las masas campesinas y obreras incorporadas y controladas
por organizaciones paraestatales del régimen bonapartista imperante,
fue la nación capitalista más pujante en América Latina durante buena
parte del siglo XX.
El régimen priista no fue un régimen
democrático y cuando las contradicciones sociales comenzaron aflorar
con más potencia a partir de 1968, en el último tercio del siglo XX, la
capa burguesa dominante, cada vez más asociada con el imperialismo
estadounidense, decidió emprender una reforma “democrática electoral y
parlamentaria” de su régimen político para encauzar por canales
controlables el descontento popular creciente. La “transición
democrática” del 2000 representó su máximo éxito en esta dirección,
pero la docena trágica de los dos sexenios panistas en que encarnó a su
vez demostró lo parcial y por completo insuficiente de lo logrado.
Las elecciones del 7 de julio han venido a demostrar como la operación
del año 2000 carecía de calado democrático real: si con los gobiernos
panistas se demostró que el sistema tradicional seguía imponiéndose con
su inercia de décadas de corrupción, represión, violencia,
antidemocracia y demás plagas características, hoy atisbamos que la
restauración del PRI viene a ratificar la sequía democrática de la
sociedad burguesa mexicana. Cien años después de la Revolución el
pueblo de México sigue ayuno de una verdadera democracia social y
política.
Pacto contra el pueblo
La victoria
priista en las elecciones presidenciales de hace un año fue contundente
pero no arrolladora como muchos, no sólo priistas, esperaban. Sin
conseguir la mayoría calificada para realizar reformas constitucionales
en el Congreso de la Unión, la restauración no se podía hacer por
arriba de los cambios del régimen que la “transición” propició con el
gasto de miles de millones de pesos, con el IFE como pieza fundamental
de distribución de los enormes montos erogados para poner en pie la
“transición democrática”. Se debía considerar ante todo a los otros dos
partidos mayoritarios sistémicos y evitar las confrontaciones que desde
el salinismo había tensado la vida parlamentaria haciendo difícil y a
veces imposible realizar las (contra) reformas correspondientes a la
tercera generación exigidas por las transnacionales y las agencia
financieras imperialistas (Banco Mundial, FMI, la banca de Wall Street,
la Unión Europea, etc.).
La experiencia panista, ante todo, era
muy amarga: aunque con las riendas del poder gubernamental el PAN, con
Fox y Calderón fue incapaz de realizar por completo las dos reformas
principales que están en el horno desde hace tiempo, la fiscal y
fundamentalmente la energética, las cuales son vistas por los
capitalistas nacionales y extranjeros como las decisivas para sacar de
su mediocre comportamiento a la economía mexicana.
Fue esta
situación la determinante para que la primera acción de EPN
inmediatamente después del 1° de diciembre de 2012 fuera la firma con
los presidentes del PAN y el PRI del Pacto por México, una propuesta
para resucitar las viejas recetas estratégicas de la “unidad nacional”
tan caras tanto a los gobiernos priistas del periodo clásico de los
años treinta y cuarenta, como a los partidos comunistas estalinistas.
Pero más de medio siglo después el Pacto entre los tres partidos
mayores actuales aparece más bien como una caricatura de las viejas
estrategias frentepopulistas de las luchas antifascistas, en realidad
una mera grilla de un gobierno abrumado con urgencias datadas por la
torpeza de sus antecesores lo cual ha provocado el fermento de un
descontento masivo potencialmente inflamable.
Precisamente
semanas antes de entregarle el poder a Peña Nieto, el presidente
Calderón pavimentó la línea estratégica gubernamental por arriba de
partidos, en especial cara al PRI y al PAN, con la promulgación de una
leonina nueva Ley Federal del Trabajo que legaliza el feroz ataque a
las conquistas laborales que ya se venía poniendo en práctica desde
hace años,
La decisión de sustentar en el Pacto por México el
eje de la política de Peña registra resultados muy contradictorios,
aunque hasta ahora sin duda favorables al gobierno de la restauración
priista. Rápidamente se cosecharon resultados en la ley sobre
telecomunicaciones que pasó sin problemas. Ciertamente no fue del total
agrado de Televisa, pero tampoco le quitó el sueño al duopolio
televisivo, pues aunque se abre la puerta para que surja otra
competidora estadounidense, se mantiene firmemente su dominio de la
audiencia nacional al prohibirse las radiodifusoras independientes.
La primera prueba importante fue la “(contra)reforma educativa”. Los
maestros de la CNTE, en especial los de Guerrero pero también los de
Michoacán, Oaxaca, Chiapas y en menor medida los del D.F. y los estados
del norte, protagonizaron movilizaciones callejeras masivas que si bien
no han echado para atrás del todo la ofensiva oficial, sí han
determinado la realización de foros para lograr modificar en algo las
propuestas del secretario de Educación Chuayffet.
Pero han sido
las elecciones del 7 de julio las que muestran con fuerza las
contradicciones que se cuelan dentro de un Pacto que el propio
presidente panista Gustavo Madero ha declarado que “está en juego todos
los días”. El dilema para Peña era éste: en tanto las primeras
elecciones de su gobierno ciertamente la fuerza del PRI debe ser
ratificada de modo contundente pero al mismo tiempo no le conviene que
sus socios en el pacto por México sean arrollados por la aplanadora
priista. Este dilema se ha expresado mejor en la única elección de
julio a la gubernatura, la de Baja California, en donde estaba la
situación clave para definir el destino del socio partidario más
importante de EPN. Una derrota del PAN en este estado, el primero que
ganó en 1989 y que mantuvo en su poder desde entonces, podría ser la
puntilla para un partido profundamente dividido después de la gran
derrota que lo arrojó al tercer lugar en las presidenciales del 2012.
Así todo indica que para los intereses de EPN la importancia del Pacto
se impuso. La victoria del PAN, para más evidencia en unión con el PRD,
representa una derrota del PRI a costa de que Peña Nieto mantenga en
pie el Pacto. O de otro modo, el PRI pierde para que se fortalezca el
presidente. En síntesis una situación que muestra las limitaciones en
las que se mueve en concreto el gobierno priista que no es ya de
ninguna manera el de antes del 2000.
En lugar de un partido
omnipotente, ha surgido un sistema de “tres partidos diferentes:
derecha (PAN), centro (PRI) e izquierda (PRD)” y una sola autoridad
presidencial verdadera. La fachada “democrática” está sirviendo ahora
para la cobertura de la restauración de la autoridad de un presidente
que tiene que llevar a cabo los planes de los grupos económicos
dominantes nacionales y extranjeros que vienen pidiendo desde hace más
de diez años.
El “sistema electoral” del IFE es el espacio para
que estos partidos compitas en la distribución de cotos de poder (¡y
ante todo de los multimillonarios recursos electorales!) a través de la
consecución de votos. Lo que sucedió después de las campañas
presidenciales ha sido evidente, los tres partidos se unieron en el
Pacto por México convocado por el presidente de “todos los mexicanos”.
Más que nunca las elecciones se han convertido en una farsa entre
agrupamientos que en realidad no tienen diferencias estratégicas y de
principios fundamentales. El gran abstencionismo en las elecciones
pasadas, en algunos lugares lindando en el setenta por ciento, expresa
la desafección cada vez mayor de las grandes masas con respecto a
partidos que no los representan y no les dicen nada.
Una sombría situación socioeconómica
Unas pinceladas de la nada brillante situación por la que atraviesa la
sociedad y su economía puede darnos un panorama más preciso del
escenario en que se desarrollan los acontecimientos políticos
anteriores.
La economía de Estados Unidos que experimentó una
debilísima recuperación en 2012 no da muestras de que se fortalezca
para entrar en un verdadero relanzamiento; al contrario, las medidas
draconianas de recortes presupuestarios del gobierno de Obama (este año
el ajuste fiscal representa el 25% del PIB estadounidense) anuncian una
renovada caída de su crecimiento. La directora del FMI, Christine
Lagarde considera que la economía mundial puede entrar en una fase
difícil este 2013: concretamente el índice de su crecimiento según el
propio FMI descenderá del 3.5% que se preveía a principios de año al
3.2%. Ya son evidentes los datos de una baja del crecimiento en
Alemania, Francia, India e incluso China al parecer experimentará un
descenso del 8.0 al 7.75 %. La zona euro en recesión por sexto
trimestre consecutivo sigue siendo la principal fuente de preocupación
mundial, situación que amenaza ya a Alemania cuya economía había
logrado esquivar estas tendencias depresivas dominantes en la zona en
la que es factor predominante.
Es en este contexto económico
mundial en el que México se encuentra también inmerso en un
estancamiento económico que lleva ya dos lustros y cuyas consecuencias,
acumuladas al deterioro económico de la onda recesiva que se inició
desde los años ochenta, explican los pobrísimos resultados de una
economía que no satisface ya las ingentes necesidades de la población.
Hoy, según el Consejo Nacional de Población, pueblan a México 118.4
millones de habitantes, seis millones más que los registrados en el
censo del 2010. Los datos dibujan un país joven que ha logrado bajar su
tasa de fecundidad: de siete hijos por mujer en los años sesenta ha
pasado a tan sólo 2.2 en la actualidad. El 65% de la población está en
edad laboral entre 15 a 65 años. Pero el terrible problema del
desempleo afecta brutalmente a los jóvenes: si bien el índice desempleo
del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) registra casi
el 5.0% de la población económicamente activa (índice mayor al de
2012), esta cifra esconde realidades atroces como son la que enfrentan
los siete millones de jóvenes entre 18 y 30 años que ni estudian ni
trabajan y la que significa que más de la mitad de la población
económicamente activa (PEA)28.5 millones trabajan en el sector informal
de la economía. Los estados en que el índice de desempleo es mayor que
el promedio nacional son Tamaulipas (6.8%), Distrito Federal (6.79%),
Tabasco (6.63%), Tlaxcala (5.96%), Chihuahua (5.77%) y Nuevo León
(5.7%).
Además, para coronar esta sombría situación económica,
debe agregarse que la inflación es la segunda más alta de los países
que integran la OCDE, a pesar de la política contraccionista del nuevo
gobierno que en los primeros cuatro meses de este año retiró de la
circulación 54 mil millones de pesos (la mayor restricción monetaria en
tres décadas) y que ha cerrado drásticamente las llaves del gasto
público.
Las necesidades económicas para el relanzamiento de la
economía requieren que se logren índices de crecimiento del 5% o 6%
anuales, muy lejos de los mediocres 2% o cuando mucho 3% de los años
recientes. Son numerosos los analistas económicos que señalan el
crecimiento preocupante de la pobreza extrema, que afecta ya a más de
un tercio de la población. La acumulación de capital, no obstante,
sigue su curso. La revista Expansión en su número especial
anual de junio sobre la situación de “Las 500 empresas más importantes
de México” señala que las compañías que impulsan la economía “nadan en
efectivo y no está claro que harán con esos recursos”. Aparte de un
crecimiento considerable de las inversiones mexicanas en el exterior (e
inversamente una relativa disminución de la inversiones extranjeras en
el país), los capitalistas esperan las reformas energética y fiscal
para seguir lucrando no sólo con ganancias rutinarias sino con
beneficios extraordinarios. No tienen, aparte de la política
expoliadora de las privatizaciones, fincada hoy sobre todo en la mayor
ordeña de la riqueza petrolera que significa la privatización abierta
de Pemex y el ataque desaforado contra todas las conquistas de los
trabajadores, ninguna estrategia verdaderamente capaz de sacar del
marasmo socioeconómico al país. Precisamente una semana después de las
elecciones, el presidente del Banco de México, Carstens hizo por
primera vez declaraciones preocupantes sobre el comportamiento de la
economía. En esta ocasión no habló ya de los “catarritos” que
acostumbraba anunciar, sino de una situación más seria que se avecina
en el horizonte de la economía mundial
Bajo la tutela de la
burguesía y su socio mayor el imperialismo estadounidense, en efecto el
horizonte de México está signado por el desempleo, la corrupción, la
miseria creciente, la violencia, la represión, en suma, la
descomposición y decadencia social y política.
Así pues la
estabilidad relativa actual no proviene de una recuperación
socioeconómica sostenida y se vincula más bien a la novedad de la
restauración priista, en especial a la expectativa del nuevo
presidente, al que amplios sectores de la población le están
concediendo un margen de confianza antes de decidirse a voltearle la
espalda. Pero la situación que se delinea en el horizonte es la de
fuertes vientos huracanados, sembrados por explosivas contradicciones
que pronto aparecerán en el escenario político.
Violencia y corrupción sistémicas
La convergencia de esta nada favorable situación económica con la
descomposición agravada de los mandos de gobierno institucionales en un
proceso en el que ambas tendencias se retroalimentan, explotó durante
los sexenios panistas cuyos dirigentes, empezando por Fox y Calderón,
caracterizados por su soberbia, codicia y torpeza política han
conducido a una orgía de violencia que ha ensangrentado al país con
decenas de miles de muertos, una situación sólo comparable con las
existente durante las luchas revolucionarias de hace cien años.
Desempleo, corrupción, miseria, represión, cierre de la frontera norte
para millones de emigrantes todos estos factores constituyen el coctel
explosivo que se desplegó ante todo durante el sexenio de Calderón. Con
Peña una política de control de los medios aún más rígida que la de los
gobiernos panistas, dan la apariencia de una disminución de la
violencia de las bandas criminales y de los enfrentamientos sociales en
general. Pero hay señales que no dejan de indicar que la violencia
continúa, la cual no se ve cómo y por dónde pueda desaparecer mientras
persista el actual régimen sociopolítico.
Con motivo de las
elecciones de julio en el propio IFE se planteó el problema del
creciente aumento de la penetración del dinero narco y en general
proveniente de la delincuencia organizada en las instituciones
gubernamentales. Un analista calculó que los municipios controlados por
el narco equivalen al 80% del total. El caso de Michoacán y Sinaloa
sobresalen, pero la expansión de la mancha de influencia narco se
expande por Chihuahua, Sonora, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz,
Jalisco y comienza a filtrarse al mismo Distrito Federal.
La
corrupción llevada a niveles impresionantes alimenta las pugnas inter
burocráticas en los grupos políticos oficiales y se ramifica a espacios
más allá de ellos. Las cifras espeluznantes que muestran los niveles de
la deuda pública contraída por los corruptísimos gobernantes de todos
los partidos del IFE son elocuentes hasta la saciedad. Michoacán, uno
de los estados más afectados por la violencia de los carteles, es
también el campeón en el endeudamiento gubernamental. En este estado
que ha sido gobernado por el PRD y el PRI, la deuda pública pasó de 159
millones de pesos en 2002 a ¡más de 40 mil millones en 2012, un
crecimiento del 25,000%! El caso de Granier. el ex gobernador priista
de Tabasco es otro escándalo que ha sacudido al país, como antes lo
había hecho el de los hermanos Moreira en Coahuila. Y casos más o menos
parecidos los hay también en Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Tamaulipas,
Jalisco y la lista puede incluir a la mayoría de los estados. Incluso
en la joya de la corona del PRD ha comenzado a filtrarse que el ex jefe
de gobierno del D.F. Marcelo Ebrard incurrió en cuentas no muy claras
que incluyen miles de millones de pesos con motivo de la construcción
de la nueva línea del metro Tláhuac-Mixcoac, la obra pública más
costosa del sexenio pasado.
La cruda perredista y también obradorista
El Pacto por México, sin que fuera éste por supuesto uno de sus
objetivos, ha sido un factor enorme de clarificación y conscientización
de grandes sectores de trabajadores y de explotados y oprimidos que
durante más de veinticinco años venían confiando en el PRD como una
auténtica organización de izquierda representativa de sus intereses
políticos. La decisión de la dirección perredista de abiertamente
aliarse con el PRI y con el PAN en el Pacto por México muestra sin
tapujos su carácter conciliador y colaboracionista con los peores
enemigos del pueblo mexicano que son los dirigentes priistas y
panistas. El hecho contundente que protagonizaron los maestros
encolerizados por el comportamiento vergonzoso de apoyo de los
diputados perredistas a las iniciativas educativas del gobernador de
Guerrero cuando arremetieron a pedradas contra el local de este partido
en Chilpancingo, será sin duda considerado como un hito histórico en el
proceso de la toma de consciencia de amplios sectores radicalizados
sobre el verdadero carácter conciliador y traidor del perredismo.
Sus alianzas electorales absolutamente aberrantes con el PAN, el
representante más fidedigno de los sectores burgueses de derecha, en
varios estados, en especial en Baja California son más que elocuentes:
se trata de un partido crudamente burgués electorero que ha
representado y representa un freno al proceso de emancipación y
liberación populares.
Durante el gobierno de Calderón el PRD
todavía hizo varias fintas de oposición con motivo de la
contrarrevolucionaria ley laboral adoptada en 2012. Su papel dentro del
Pacto por México lo ha convertido en socio en la preparación de las
medidas más contrarrevolucionarias que se preparan en el gobierno de
Peña Nieto para privatizar Pemex y para imponer el IVA sobre una
población abrumada por el encarecimiento de la vida.
También
López Obrador (AMLO) y su Morena se encuentran en una situación
delicada. Ciertamente, a diferencia del PRD, AMLO se ha mantenido
independiente del curso priista y sus críticas han alcanzado al Pacto.
No obstante, su postura pasiva adoptada después de las elecciones
profundizó las posiciones claramente moderadas con respecto a las
luchas de los trabajadores y de los jóvenes, pero que en cambio eran
muy favorables a los empresarios que sostuvo durante su campaña por la
presidencia.
Además López Obrador no ha hecho el mínimo balance crítico de su nefasta estrategia de alianza con los Chuchos, los
dirigentes del PRD, quienes han sido los beneficiarios directos de los
16 millones de votos recibidos por él en 2012, votos en los que se han
montado para negociar y ponerse al servicio de las políticas
contrarrevolucionarias de EPN y su Pacto. Un dirigente político
nacional que no es capaz de sacar lecciones de hechos tan graves y
enormes en los que él mismo tuvo un protagonismo central para el
desarrollo de los acontecimientos como los que se realizaron tanto en
el 2006 como en el 2012, claramente no es un líder revolucionario que
subordina su acción y pensamiento a los intereses populares para
contribuir a la conscientización de sus seguidores.
Apenas un
poco más de un año de que la Coalición de los progresistas con AMLO a
la cabeza había logrado recoger en las urnas más de 16 millones de
votos, ésta formación electorera es un fantasma sin dirección, cuyos
componentes andan desbalagados. El PRD montado en la derecha partidista
burguesa más reacia, el Partido del Trabajo (PT) aliado al PRI en la
elección clave de Baja California y AMLO y su Morena simplemente con la
cabeza como la avestruz, sin decir esta boca es mía.
La chispa en la pradera
La situación imperante en el conjunto del movimiento de los
trabajadores y de los sectores populares oprimidos no es la más
favorable para la acción revolucionaria masiva, limitándose así la
intervención y participación de los marxistas revolucionarios en la
tarea de organizarse y de proseguir su labor propagandística lo más
ampliamente posible, manteniendo, por supuesto cuando se tienen los
vínculos, los contactos y la intervención en organizaciones y sectores
de masas: sindicatos, asociaciones, frentes, movimientos de
solidaridad, etc.
Pero la principal tarea de una organización
como la Liga de Unidad Socialista (LUS) es preparar sus cuadros y ser
intransigentemente abanderada de una salida revolucionaria a la
tremenda crisis por la que atravesamos los trabajadores y los sectores
populares oprimidos en general. Esto significa que al nivel
propagandístico y cuando la ocasión lo permita ante auditorios masivos,
al nivel agitativo, seamos los campeones de la independencia de los
trabajadores con respecto al estado capitalista, su gobierno, sus
partidos y demás agrupamientos patronales burguesas, promotores
intransigentes de la autoemancipación de los trabajadores y de su
organización democrática.
Desde el punto de vista de la acción
de un grupo propagandístico marxista revolucionario, la meta debe ser
lograr el agrupamiento de los más posible grupos socialistas
auténticamente revolucionarios que ya pululan en buen número en México.
La experiencia de la agitación por el voto nulo del Frente de Izquierda
Socialista (FIS) del año pasado debe ser considerada como un ejemplo
para lograr este tipo de agrupamiento de revolucionarios sean o no
trotskistas.
Ya existen movimientos de sectores populares que
anuncian luchas mayores y más profundas, pero todos ellos son
minoritarios. La CNTE que es sin duda la corriente sindical
independiente (aunque hay que añadir el adverbio relativamente
independiente por los estrechos vínculos de muchos de sus dirigentes
con el PRD y Morena e incluso algunos de ellos con el PRI) más
importante, también es una minoría en el SNTE. La limitación
fundamental que determina la extrema debilidad política de tantos
brotes de lucha y descontento es la dispersión, la falta de
coordinación organizativa y política de esos esfuerzos. La consigna de
“ni una lucha sola más, luchemos todos unidos” es todavía un buen deseo
que está lejos de hacerse realidad por el momento.
El
descontento crece, la pradera está cada vez más seca y dispuesta a
incendiarse por cualquier motivo pero todavía la centralización
política de la burguesía y la tradicional subordinación de las masas
populares a la ideología y a la política burguesas es un obstáculo que
la lucha popular no supera todavía.
Hay esparcidas ya muchas
chispas que podrían provocar el incendio: el surgimiento de las
policías comunitarias en Guerrero y su expansión a Michoacán, Oaxaca
entre otros estados es un hecho formidable que ya pesa en la política
de esas entidades; en Sonora se está dando una lucha precursora del
combate por preservar el medio ambiente con la oposición que se ha
levantado contra el demencial proyecto del gobernador panista de
desviar cientos de kilómetros las aguas del río Yaqui para satisfacer
las necesidades de Hermosillo; el EZLN no ha dicho todavía su última
palabra y aunque enconchado se prepara obviamente a los tempestuosos
tiempos que le anuncian las políticas de los gobernantes de Chiapas y
de Los Pinos; multitud de iniciativas se dan en sindicatos, en
asociaciones de derechos humanos, en grupos feministas, gays y LGTB;
los jóvenes están inquietos y la evolución y práctica desaparición del
movimiento #yosoy132 es la muestra viviente de la ausencia de
un proyecto político unificador y con claros objetivos democráticos y
revolucionarios absolutamente necesarios para resistir, crecer e
imponerse como una alternativa revolucionaria unificadora de las
innumerables expresiones de descontento, protesta y combatividad ya
existentes.
Por una Asamblea Constituyente
Para
nosotros la intervención y participación de LUS en el medio
estudiantil, sindical y en general de las organizaciones populares debe
basarse en nuestra lucha intransigente por un nuevo gobierno de los
trabajadores y la población explotada y oprimida. Este gobierno no
surgirá espontáneamente, hay que preparar su llegada. Obviamente esa
preparación no puede pasar por las instituciones del actual Congreso de
la Unión.
Estamos todavía en una etapa inicial de la
preparación de esa movilización necesaria para construir el poder de
los trabajadores y del pueblo oprimido. La lucha deberá pasar
necesariamente por un despertar de los trabajadores y del pueblo
oprimido. Hoy los sindicatos, con escasísimas excepciones están
postrados pero para la convocatoria, preparación y realización de la
primera huelga general en México, será necesario el trabajo paciente y
de hormiga en los sindicatos realmente existentes. Los sindicatos
reales, no las franquicias de los sindicatos patronales que abundan
dentro y fuera de la CTM.
Finalmente la lucha por la
independencia, la democracia y el poder del pueblo sobre sus enemigos
de todo tipo deberá cristalizar en la convocatoria de una Asamblea
Constituyente que delibere y sea la matriz del nuevo gobierno con la
participación de todos, es la consigna central para preparar el
gobierno de los trabajadores, de los campesinos, de los indígenas y de
todo el pueblo pobre y oprimido. Los intereses de los trabajadores
(como productores) y el de las masas oprimidas (como consumidoras)
serán el motivo de la deliberación en reuniones por separado pero luego
todos se unirán en la Asamblea Constituyente para delinear el curso del
México nuevo, socialista, feminista, protector del medio ambiente e
internacionalista.
Que nuestra propuesta se inserta en la
realidad de la lucha de clases lo muestra con claridad el hecho que
varios sindicatos, empezando por el de los telefonistas, (SNT)
comienzan a organizar encuentros para discutir precisamente la cuestión
de la Asamblea Constituyente,
Hoy en el mundo las
movilizaciones de las masas contra los planes de choque de la Unión
Europea, de los pueblos árabes del Medio Oriente, de las masas de
Turquía y de Brasil apuntan el camino que seguirán otros pueblos, de
acuerdo a sus específicas características nacionales. Son dos en
especial los ejemplos que muchos sectores en México observan con
atención para aprender de ellos. La movilización de las masas
brasileñas contra un gobierno del Partido de los Trabajadores (PT)
brasileño que surgido de los sindicatos, bajo la dirección de Lula y
ahora de Dilma Roussef, ha terminado obedeciendo las directivas
neoliberales del Banco Mundial y el FMI. Y ante todo las hazañas del
pueblo egipcio en donde una revolución ha comenzado y se entreteje de
modo complejo con la contrarrevolución del ejército egipcio, el
verdadero amo del país. En ambos casos la chispa que incendio la
pradera se prendió del modo menos previsto. Así de complejas son las
historias de las revoluciones desde la inglesa del siglo XVII hasta la
bolchevique de 1917, pasando por la francesa y la mexicana.
Al
movilizarse los pueblos aprenden rápida y certeramente. La consigna de
la Asamblea Constituyente encamina al movimiento popular hacia su auto
identificación como masa explotada y oprimida. Es una forma de promover
la desconfianza y finalmente la ruptura de los trabajadores y sectores
populares con la política de sus opresores. Las revoluciones siempre
comienzan sorprendiendo a todos y cuando suceden, el trabajo de
preparación y de organización de los marxistas revolucionarios se
reproduce en forma inaudita. El poder de la energía de las masas en
movimiento hace de la organización dirigente revolucionaria una fuerza
invencible al orientar tal energía por los senderos del Programa de
Transición que conduce a la instauración de un gobierno de obreros,
campesinos e indígenas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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