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Internet
es un universo entero de conocimiento. Es la referencia esencial para
todo tipo de informaciones y búsquedas. Hay quienes lo utilizan para
estudiar, para comunicarse con los demás, para planificar sus viajes o
para consultar sus cuentas de banco. Son muchos también, por desgracia,
los que usan la red para mentir.
No faltan en internet quienes
sueñan con acostarse con Britney Spears o con Lady Gaga, pero estando
despiertos lo escriben en su perfil de Facebook o en su cuenta de
Twitter… como si hubiera sido verdad. Y lo mismo pasa con personas de
quinta categoría que se atreven a difamar, ultrajar y difundir todo
tipo de mentiras sobre personajes conocidos o no tan conocidos.
Se trata de lo que Roberto Saviano, en un memorable artículo publicado en el periódico El País, llamó los “matones de Twitter”.
En
la vida real también abundan las mentiras, naturalmente. Pero internet
las potencia al permitir que se escriban comentarios y se añadan
contenidos desde el más absoluto anonimato. Eso les da fuerza a los
mentirosos, quienes desde cuentas como @GalanRapero, @CapecucitaSexy o
@NorteadoperoDecidido (son ejemplos inventados, no se molesten en
buscarlos) disparan sus dardos contra quien les venga en gana, sin
nunca dar la cara, sin nunca preocuparse por el daño que pueden hacer,
sin nunca generar ningún tipo de valor positivo en las redes sociales.
Lo suyo es la mentira, el improperio, el insulto o la descalificación.
Nunca
construir, nunca aportar, nunca generar debates constructivos sobre los
muchos temas que tiene pendientes el país. Ni lo hacen ni lo podrían
hacer, cobardes y lerdos como son. Puros fantasmas, que supuran su odio
hacia los demás y ponen en evidencia sus propias frustraciones, dejando
ver el mucho daño que la vida les ha hecho.
Como regla general de
urbanidad en las redes sociales, nadie debería contestarle nunca a una
cuenta que no se identifica y que se centra en descalificar a los
demás. Si no se tiene al menos el decoro de dar la cara, eso significa
que no se le da importancia a lo que uno mismo escribe, por tanto
merece ser desconocido por todos los demás.
Ese silencio es, en
todo caso, la mejor respuesta que pueden obtener quienes difaman y
mienten sin cesar. Una mención, un minuto de atención, los elevaría
hasta un nivel que ni tienen ni merecen tener. Hay que dejarlos
hablando solos, como se hace con las personas indeseables, que tienen
por misión en la vida hacerle daño a los demás.
En todo caso,
como bien han subrayado las mejores escuelas de periodismo, hay que
diferenciar siempre los "hechos" de las "opiniones".
En materia
de opiniones puede existir, como es evidente, la más amplia diversidad
y pluralidad. Y eso puede suponer la emisión de críticas muy duras y
ácidas sobre temas o sobre personajes. Pero otra cosa son los hechos:
sobre ellos solamente cabe la mentira o la verdad. Los hechos son
infalsificables, precisamente por ser hechos y no percepciones o puntos
de vista de quien escribe o habla. Refrendemos, también en internet,
la mayor libertad de cada uno para tener la opinión que quiera y para
poder expresarla sin censura.
Pero descalifiquemos por medio del
silencio y del ostracismo a quienes inventan los hechos, dibujando una
realidad que solamente existe en sus sueños o en su imaginación. Que se
queden hablando solos. No merecen más.
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