7/22/2013

Otras exigencias y despropósitos para obtener empleo en el INM


Nosotros ya no somos los mismos
Ortiz Tejeda
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Un verdadero despropósito es la exigencia del INM de requerir constancias del buró y del círculo de crédito, donde se acredite que el solicitante de empleo no le debe nada a nadieFoto José Carlo González

Una aclaración inicial. Sí, tengo en mi poder el documento del Instituto Nacional de Migración (INM), al que me referí en la columneta pasada. Me halaga que alguien piense que poseo la suficiente y desbordada imaginación como para inventar lo escrito y lo que a continuación sigue, pero no. Desgraciadamente soy tan sólo un simple coleccionista de sinrazones. Todos los derechos autorales pertenecen al grupo de think tanks que laboró con doña Cecilia, hasta antes de su ligero tropezón con los cadáveres de 72 migrantes, en el ejido el Huizachal, en San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010.

Exige el instructivo del INM, del que hemos estado haciendo referencia: los solicitantes de empleo deberán remitir fotografías del interior del inmueble que habitan. El apego irrestricto a la legalidad y el severo respeto a la confidencialidad que han mostrado los agentes migratorios en todas sus acciones, nos dan la plena confianza de que el conocimiento previo y exacto de nuestra intimidad hogareña no dará lugar, jamás, a profanación alguna. En cambio será de gran utilidad a los profesionales del “diseño –no solicitado– de interiores”, para que ubiquen, sin pérdida de tiempo, las cositas de su interés. Por ejemplo: el nichito de hermosos reflejos dorados que está encima del chifonier de la recámara principal, no contiene las joyas que la abuela heredó a mi señora, sino sus propias cenizas (las de su abuela, no las de mi señora... todavía). Seguimos guardando la urna con nosotros, porque hace apenas ocho años de su dolorosa partida y Maty, a la fecha, sigue todavía muy sensible. Los muebles de la sala están nuevecitos (para que luego no inventen), aunque los compramos hace un titipuchal de años en Hermanos Vázquez, pero decidimos no quitarles el plástico hasta acabar de pagarlos.

Al reclamo de presentación de documentación de otros bienes (obras de arte, joyas, colecciones, etcétera) lamentamos comunicarles que los Manet y los Degas que durante generaciones han estado en nuestra sala, decidimos guardarlos, junto con los cubiertos y la vajilla, en casa de unos compadres, cuando el candidato a delegado Mauricio Toledo nos pidió, durante su campaña, le organizáramos una visita domiciliaria en nuestra casa (vivimos en una colonia popular pegada a Los Reyes, Coyoacán). No podíamos negarnos, pero si ustedes conocen sus antecedentes, ratificados con puntualidad todos los días, saben bien que la precaución no estuvo de más. Los papeles que dan fe de la propiedad legal de estas expresiones del movimiento pictórico surgido en Francia al final del siglo XIX, conocido –ustedes bien lo saben, ilustres autoridades del INM– como Impresionismo, están en trámite en uno de los más reputados despachos de los Evangelistas de Santo Domingo llamado El ventrílocuo, cuyo lema es: Con nosotros todo papelito habla, aunque sea por la boca del estómago.

El cuadro más grande, el que tenemos en la sala, no es lo que parece. Sí, ese, donde se ve una oreja colgando, un ojo al centro y una gran nariz, con triángulos y rayas no es ningún Picasso, es el primer trabajo profesional de nuestra hija, La Chiquis. Cuando se graduó de radióloga le hizo una tomografía cerebral a un vendedor de Coca-Cola, en Guanajuato, al que le daba por sentirse Napoleón, pues oyó hablar de la inconmensurable estatura histórica del gran corso y se dijo: pos de tamaño hay nos vamos, yo fácil le pego al 1.90 metros. Ahora que se acaba de enterar que un 21 de octubre, el de 1805, el almirante inglés Horatio Nelson le partió todita su línea de flotación a Napoleón y a sus aliados españoles, está pensando comenzar un juicio de jurisdicción voluntaria para cambiarse de nombre. ¿Más pruebas de lo anterior? Ofrecemos la testimonial del paciente de marras, pero no podemos aceptar que se realice otra tomografía para compararlas, porque parece que sus problemas cerebrales se han agudizado. Ahora sostiene que Steven Spielberg se negó a incluir la versión que él realizó del discurso de Gettysburg, para no demeritar la original de Abraham Lincoln. Spielberg –sostiene el paciente– condicionaba la inclusión de mi texto en su película a que aceptara realizar el papel que finalmente desempeñó Daniel Day Lewis, pero yo me estoy reservando para debutar, cinematográficamente, como Maximiliano de Habsburgo. El gran problema es que si yo encarno al emperador, tendría que ser una película de ciencia-ficción, pues nadie podría creer que los mexicanos nos ganaran la guerra, si de un lado estaba... este, este ¿cómo se llama?, ¡ah, sí! Benigno Juárez, y del otro aquí su charro Marlboro. A propósito: este Suárez sí que no tenía idea alguna de productividad y mercadotecnia. Mira que fusilar a un emperador. Yo le perdono la vida y lo hago mi ayuda de cámara o mayordomo permanente. Mando traer a Carlotita María Amelia Clementina, hija del rey de Bélgica, que está que ni mandada a hacer para dama de compañía de la señora Marta. A las dos les da por divagar mucho, pero con lo buena que es mi lavadora de dos patas para los bussines, en meses nos traemos completito Miramar a Guanajuato.

Pero dejemos para posterior columneta nuestros respetuosos comentarios a quien se acaba de autoproclamar el mejor (como lo especifican con los boxeadores: centímetro a centímetro y gramo por gramo), presidente de México en los últimos 189 años. Esto de los gramos no incluye, por supuesto, la masa cerebral, pues se calcula que ésta pierde entre 20 y 30 gramos de peso cada 10 años, por supuesto, cuando se tiene. O qué, ¿nunca oyeron hablar del alto vacío?

Un verdadero despropósito es la exigencia del INM de requerir constancias del buró y del círculo de crédito, donde se confirme que el solicitante de un empleo gubernamental no le debe nadita de nada a ninguno de los negocios que costean a estos otros dos negocios de carácter particular. Quiero insistir en este punto: ni el buró ni el círculo tienen la menor autoridad pública. Son dos empresas privadas que hacen las veces de los antiguos cazarrecompensas del lejano Oeste. Aquellos arriesgaban la vida en sus riesgosas encomiendas, y estos cuellos blancos ni se despeinan en sus actividades de denuncia y chismorreo que, más de una vez, penetran impunemente en los terrenos delictivos de la calumnia y la difamación.

Estas empresas se autodefinen diciendo ser una sociedad de información crediticia cuyo objetivo es apoyar la actividad económica del país, proporcionando a las empresas (instituciones bancarias, emisoras de tarjetas de crédito, arrendadoras financieras, empresas de financiamiento automotriz, las hipotecarias, tiendas departamentales, compañías de servicio de comunicación), toda aquella información que requieran, con el fin facilitar la apertura de crédito a sus clientes. El buró afirma también que tiene la información crediticia de 27 millones de personas físicas y más de 48 millones de créditos. (¿Cuál creen ustedes que fue el organismo que le pasó a la Secretaría de Seguridad los datos para localizar a don Z-40?

La primera duda que me asalta es: ¿Qué considera el BC que significa apoyar la economía del país?, porque la enumeración que hace en el paréntesis dentro del que menciona las empresas a las que sirve, me deja la impresión de un pequeño pedacito de país. Para que el buró tuviera buen crédito y mejor credibilidad, debería ser menos chipotudo, es decir, más parejo: boletinar, por ejemplo: fabricantes de estufas y muebles del hogar que incumplen, por meses, los pedidos pagados anticipadamente, las aerolíneas que sobrevenden boletos, pierden los equipajes, cancelan injustificadamente vuelos y no salen ni llegan de acuerdo al horario, las instituciones bancarias a las que les entregamos nuestros ahorros, por los que nos pagan menos de la mitad de lo que nos cobran, si nos prestan los ahorros de los demás y, cuando queremos que nos regresen algo de nuestros centavitos (cheques, cajeros, ventanilla, nos cobran por haberlos dejado jinetear el dinerito que les dimos a guardar y con el que ellos multiplican el suyo. ¿Qué tal los autopréstamos gratuitos para sus empresas?). ¿Y los almacenes departamentales? Si en ciertas fechas o noches, los descuentos son de 30, 50 y hasta 70 por ciento, ¿cuál es el valor real y su utilidad el resto del año? ¿Cuál es el costo verdadero y la legítima ganancia, por la intermediación de las mercancías las que, muchas veces aceptan, simplemente a consignación?

No pueden imaginar la angustia semanal de llegar hasta el límite de palabras permitidas a esta columneta, y tener la sensación de no haber comentado lo importante. Por ejemplo, ¿es correcto que el SAT, organismo fundamental de la Administración Pública Federal, sea un soplón de estos negocitos/concesiones que medran con las dificultades y penurias nacionales? ¿Continúo o platicamos de los triunfos espectaculares del Tri?
Twitter: ortiztejeda

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