Previsible encarecimiento de canasta básica y sobrecarga laboral
El
aumento del precio del dólar en México –que en su cotización al cierre
de hoy se vendió en 17 pesos con 15 centavos– podría afectar dentro de
uno a cinco años los costos de la canasta básica, lo que pondría en
crisis el gasto de los hogares del país, de los que una cuarta parte
están encabezados por mujeres que ganan menos de 200 pesos diarios.
Desde el pasado jueves 20 de agosto, los principales bancos del país
registraron un aumento histórico en el precio del dólar, pasando de 16
a más de 17 pesos en sólo un día, según la información del Banco de
México (Banxico).
Los dos días siguientes la cotización de la divisa estadounidense
siguió en incremento hasta alcanzar casi los 18 pesos, y los recientes
tres días registró una disminución de entre sólo cinco y 10 centavos
por día.
No obstante, en realidad la devaluación del peso ha ido en aumento
desde el inicio de este año, con lo que suma una depreciación total de
17.30 por ciento en comparación con el mes de enero.
REPERCUSIÓN
La economista y demógrafa Isalia Nava Bolaños, del Instituto de
Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM), explicó a Cimacnoticias que el aumento en el tipo
cambiario es consecuencia de la desaceleración de la economía en China
(una de las mayores potencias mundiales), que en 2015 registró un
crecimiento económico de sólo 6 por ciento.
A fin de estimular las exportaciones de materias primas, China decidió
devaluar el yuan (su moneda nacional); sin embargo, esto no impidió que
la inversión de capital extranjero huyera a economías más estables, en
concreto a Estados Unidos, cuyo banco central (la Reserva Federal)
anunció la posibilidad de aumentar la tasa de inversiones, lo que
incentivó que inversionistas en México también empezaran a irse al país
vecino.
A decir de la investigadora, en general la economía mexicana padece de
un “clima de desconfianza” para los inversionistas extranjeros, quienes
tienen expectativas de un crecimiento débil, consideran que no hay
reglas claras en licitaciones de obras públicas, perciben corrupción e
inseguridad, y además se quejan de una falta de certeza jurídica en las
inversiones, lo que está propiciando una devaluación paulatina.
A la par, esta misma desconfianza la enfrentan las y los consumidores
internos, quienes retrasan o modifican sus gastos. “Una disminución del
gasto en consumo contrae la demanda y afecta el crecimiento de la
economía”, expresó Isalia Nava.
A esta volatilidad en el mercado financiero se suma el desplome de los
precios internacionales del petróleo (que está por debajo de los 40
dólares –686 pesos mexicanos– por barril), ya que su disminución se
traduce en una menor entrada de dólares, lo que también aumenta el tipo
de cambio.
La experta en economía de las mujeres precisó que si bien la inflación
(aumento generalizado del costo de los productos) se mantiene por
debajo del 10 por ciento desde hace 10 años, esta depreciación del peso
podría tener algunos efectos a mediano y largo plazo (entre uno y cinco
años) en la economía de las mexicanas.
Esto porque cuando se incrementa el dólar generalmente el poder
adquisitivo de la moneda mexicana disminuye, lo que aumenta el costo de
algunos productos de la canasta básica y, en consecuencia, aumenta la
inflación.
“Actualmente Banxico mantiene un control sobre la inflación, pero si se
registrara un aumento en los precios de los productos habría una
afectación para toda la población, con mayor incidencia para la
población femenina debido a los roles tradicionales de género”, expresó
Nava Bolaños.
Esto quiere decir que las mujeres –quienes actualmente dedican más
tiempo al trabajo en los hogares que los varones– se verían obligadas a
buscar alternativas para garantizar el consumo familiar (pues cuatro de
cada 10 hogares en México son encabezados por mujeres), tales como la
redistribución y reducción del gasto.
Además, es posible que los bienes y servicios que ya no se puedan
pagar, como las comidas en restaurantes, ahora tendrán que ser
elaborados por las propias trabajadoras –que ganan en promedio de dos a
tres salarios mínimos–, lo que incrementará su carga de trabajo en el ámbito familiar.
La experta consideró que es complejo plantear una medida para que el
gobierno mexicano evite un aumento en la inflación; pero detalló la
importancia de garantizar que el incremento de los bienes y servicios
importados no se traspase al público consumidor y lo asuman las
empresas; y asegurar así que no se presenten incrementos de precios en
la canasta básica en productos sin alguna relación con el precio del
dólar.
AÑEJA CRISIS EN LOS HOGARES
Si bien actualmente esta volatilidad en el mercado no ha aumentado la
inflación y el gobierno federal asegura que protegerá el ingreso de los
hogares, la crisis económica que estalló en México a fines de 1994
–momento conocido como “el error de diciembre”, cuando el peso sufrió
una devaluación de 80 por ciento y hubo una fuga de capitales que sumó
mil 599 millones de dólares– dejó ver fatídicas consecuencias un año
después y con grandes desventajas para las mujeres.
De acuerdo con investigaciones de esa década, en 1995 México cayó al
lugar número 40 de una lista de 44 países que integran la Organización
para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que mide los
niveles de bienestar de la población.
Lo anterior como consecuencia de que el Producto Interno Bruto (PIB)
fue de -6.9 por ciento, se registró una inflación de 51.97 por ciento,
2.3 millones de personas estaban desempleadas, de 15 mil a 20 mil
negocios quebraron, las tasas de interés aumentaron al 120 por ciento y
el salario mínimo tuvo una pérdida de 20 por ciento, entre otros
desplomes importantes para la economía, según el “Balance económico de
1995 y perspectivas para 1996”, de la Red Mexicana de Acción Frente al
Libre Comercio.
El Comité Nacional Coordinador para la IV Conferencia Mundial sobre la
Mujer de 1995 también analizó entonces que a pesar de que desde 1990 se
registró una participación de las mujeres en el ámbito laboral de 19.6
por ciento, ellas resistieron más la insuficiencia de fuentes de
empleos bien remunerados, estables y productivos.
Como estrategias de sobrevivencia familiar en épocas de crisis, los
hogares más pobres tuvieron que sustituir bienes y servicios que antes
compraban en el mercado por artículos de producción doméstica para
contrarrestar la caída de los salarios y las mujeres prolongaron sus
jornadas de trabajo.
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