Autor: Lev Moujahid D,
La producción de conocimientos está en juego. La llamada
“reforma educativa” busca modificar las relaciones laborales en el
magisterio y por ello recurre a la fuerza pública, la amenaza, el
terror y la ocupación policiaca de los espacios educativos. El fin
último: privatizar las escuelas y universidades, para dar paso al gran
negocio capitalista en su fase cognitiva
El
investigador colombiano Marco Raúl Mejía ha puesto en la discusión
sobre la educación un fenómeno que varios intelectuales
latinoamericanos habían advertido como procesos de mutación del
capitalismo: que estaban cambiando la composición y las formas de
explotación del trabajo para asegurar en los momentos de la crisis del
sistema los niveles de ganancia desproporcionados que obtienen las más
grandes empresas de este planeta.
El fenómeno al que nos referimos, y que
de hecho lo estamos presenciando, se relaciona con la fuerte inversión
que una pequeña elite de los más ricos del mundo está haciendo para
producir conocimiento, que prioritariamente se aplica en la
llamadas tecnologías de la información y la comunicación; es decir que
los que dirigen el sistema capitalista y que antes apostaron a
enriquecerse de forma descomunal sobre la inversión en la industria
automotriz, hoy están haciendo grandes fortunas en el negocio de
producir conocimiento aplicado a las nano o pequeñas tecnologías.
Este proceso en el que se produce un tipo de mercancía que se llama “capital cognitivo”,
que no se puede palpar o tocar, en otras palabras, no es material, sino
inmaterial, está creando un nuevo trabajador explotado al que se le
extrae efectivamente su fuerza viva de trabajo, pero también se le
despoja del conocimiento que está generando para que haga valer
mucho más un aparato como el teléfono celular, que lo que realmente lo
hace tan caro no es el costo de su ensamblaje o de los materiales con
los que está hecho, ni el tiempo que se tarda en producirlo en una
maquila, sino sus aplicaciones y dispositivos.
Este trabajador del conocimiento
es un nuevo proletario del capitalismo de nuestro tiempo. Entender esto
desde lo educativo nos lleva a la conclusión de que las escuelas están
transformándose acorde a las mutaciones del sistema: ellas funcionan
como empresas administradas en esa lógica para producir “capital
humano”, nos referimos a habilidades digitales, matemáticas y de la
comunicación, que los empresarios llaman “competencias”, para que
puedan ser utilizadas en la producción de más capital o, en el peor de
los casos, como base para que los alumnos sean consumidores de
tecnología.
Aquella vieja discusión de si los
maestros son o no proletarios, porque de una parte se asumen
ideológicamente como oprimidos en las calles, pero por otra no estaban
en la fábrica donde se produce y por tanto no podían ser considerados
como trabajadores explotados, hoy adquiere nuevas dimensiones y
aristas. En todo este complejo proceso, las y los maestros como
trabajadores del conocimiento se están proletarizando. Hay quienes ya los caracterizan como el “cognitariado”,
porque maquilan desde la escuela la principal mercancía que el
capitalismo demanda en la actualidad, me refiero justamente al conocimiento.
Las y los profesores ya no son vistos
por el sistema capitalista como los simples reproductores ideológicos
del Estado: para esa función se necesitaba que la burguesía se
legitimara en contenidos de enseñanza escolar como la historia
patriótica y nacionalista en donde ellos son los héroes del relato
histórico o a través de la formación de ciudadanos funcionales a los
valores cívicos y éticos de la clase en el poder. En estos momentos de
reformulación de capitalismo esos contenidos van perdiendo sentido,
incluso están siendo anulados de los programas de estudio. Su lugar lo
van ocupando las competencias en matemática aplicada, uso de
las herramientas digitales y el inglés como idioma de la globalización
mercantilista, precisamente porque son saberes vistos como conocimiento necesario para una nueva era del “capitalismo tecnológico” o también denominado “cognitivo”.
Con la proletarización del trabajador del conocimiento
viene una nueva regulación de sus condiciones de trabajo. No es que
estén pensando en eliminar el toyotismo-fordismo como sistema de
producción especializada y a gran escala de las fábricas y empresas,
sino que necesitan regular la producción de las mercancías
inmateriales. Esto es lo que explica el eje transversal de la más
importante de las reformas en México. Por esa razón la reforma
educativa impone a los maestros lo que perversamente diseñaron con el
Servicio Profesional Docente.
Nunca fueron erradas las
interpretaciones de muchos académicos y líderes sindicales, quienes
dijeron que la reforma educativa era en realidad una reforma laboral;
el Servicio Profesional Docente es parte de las nuevas condiciones del
trabajo que los organismos financieros internacionales demandan del
productor de conocimientos, necesitan que el cognitariado
se especialice en la producción estandarizada de competencias,
precarizar, flexibilizar y abaratar su fuerza e inteligencia viva para
que el Estado, que al fin de cuentas es una sucursal de las grandes
empresas, no gaste demasiado en pago de salarios y prestaciones.
Una repercusión más de este “capitalismo del conocimiento”
convertido en mercancía es que tecnologías como la robótica o las de la
información y la comunicación irán paulatinamente sustituyendo la
fuerza y la inteligencia de un trabajador vivo y, efectivamente, además
de intensificar la producción ya han desplazado a los trabajadores de
las casetas de cobro en la carreteras, los servicios de atención al
cliente, los pagos automáticos de los servicios y una fase importante
de la producción especializada que previa al ensamblaje de la mercancía
es elaborada con alta precisión por los robots.
Esta misma lógica impera sobre la
educación: el docente es demasiado subjetivo, las computadoras y
tabletas digitales garantizarían un trabajo más eficientes y dirigido
desde arriba o desde los tecnócratas del conocimiento.
Los trabajadores docentes, pero también los administrativos son
desechables en la medida en que las plataformas virtuales hacen una
relación directa del alumno con administradores de tareas pedagógicas a
través del internet, y en la medida que esas mismas plataformas
permiten subir planeaciones y estadísticas escolares que se exigen
durante todo el año, hacer evaluaciones y reportes sin necesidad de
personal de apoyo.
La llamada “digitalización educativa”
para la enseñanza y la gestión escolar es el mecanismo que justifica el
porqué deben desaparecer cientos de miles de trabajadores que ya no se
necesitan, es por eso que han estado denostando escuelas supuestamente
sobrepobladas de personal; también explica las intenciones de la
ampliación de la reforma educativa presentada por el gobierno federal
para regular y municipalizar a los trabajadores administrativos, que en
la vía del hecho desresponsabiliza al Estado de su contratación.
Estamos frente a un cambio de época,
mismo que demanda modificar las relaciones laborales del nuevo
proletariado; por eso se imponen por medio de la fuerza pública, la
amenaza, el terror y la ocupación policiaca de los espacios educativos,
necesitan desmantelar los lugares públicos donde se genera la mercancía
del conocimiento, privatizar las escuelas y universidades porque se han convertido en el gran negocio del capitalismo en su fase cognitiva.
La esperanza es que este nuevo proletariado o cognitariado también adquiere conciencia y formas de lucha diferentes, la disputa va más allá de sus derechos laborales: es por el conocimiento,
por la producción de saberes y significados para la vida y no para
satisfacer las necesidades mercantiles del empresario. Los maestros y
maestras de México no son ya un sindicato gremialista tradicional en
muchos sentidos. Los sectores disidentes del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación han hecho de la escuela pública una
demanda central. Se están apropiando del currículo, es decir, de su
materia de trabajo y del proceso de producción de conocimientos.
Han estado elaborando otros libros de texto para el tipo de sociedad y
de ciudadano que los nuevos desposeídos proyectan para el futuro.
Vivimos procesos complejos que no se
pueden explicar con facilidad y podemos cometer muchos errores; pero,
en todo caso, no debemos claudicar en la intención de comprender qué
acontece en el siglo XXI. Dejemos estas reflexiones como un cierre
abierto al debate contemporáneo en la era del capitalismo cognitivo y de la crisis de una época.
Lev Moujahid Velázquez Barriga*
*Historiador y profesor; miembro del
Centro Sindical de Investigación e Innovación Educativa de la
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación en Michoacán
[BLOQUE: ANÁLISIS] [SECCIÓN: EDUCATIVO]
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