Daniela Villegas
(@danyelavillegas).
“No nos vamos a
mover, somos las sufragistas modernas y los recortes presupuestales para
atender la violencia doméstica demuestran lo poco que ha cambiado 97 años
después”, señalaba una manifestante -durante la premier en Londres en octubre
pasado- de la película Las Sufragistas,
al periódico The Independent,
haciendo alusión al año de 1918 cuando las mujeres británicas mayores de 30
años obtuvieron el voto.
Ahora con el estreno
mundial de la película dirigida por Sarah Gavron, tanto la entonces protesta
organizada por las feministas de Sisters
Uncut, como la frase antes mencionada de una de las activistas me hicieron
eco al ver la cinta. Puesto que aglutinan tanto la actual frustración de las
mujeres ante el desigual acceso a la justicia, como la reivindicación de las
demandas de ciudadanía que si bien a principios del siglo XX se materializaron
en la búsqueda del sufragio femenino hoy en día se cuestiona en sí mismo a ése sujeto de ciudadanía basado
en un modelo masculino, primordialmente blanco, europeo, de clase media y
heterosexual.
La película que es ambientada en 1912 antes de que
inicie la Primera Guerra Mundial y durante el reinado de Jorge V, tiempo
convulso en el que surgen el republicanismo irlandés, el movimiento de
Independencia de la India, el socialismo y formas distintas de fascismo tiene
como principales protagonistas a mujeres blancas de clase trabajadora que
desafían las normas que las circunscriben al ámbito de lo privado, la familia,
a ser mudas víctimas de violencia sexual en el espacio laboral y a paupérrimos
salarios.
Son ellas las protagonistas de la película, las
mujeres de clase trabajadora que son invisibles a los ojos de los hombres que
dictan las leyes y que señalan tajantemente: ”Las mujeres no deberían emitir
opinión en asuntos políticos. Si les permitimos a las mujeres votar, se
perdería la estructura social”. Pues si bien es cierto que a finales del siglo
XIX y parte del XX el voto no era universal, ni siquiera universal masculino,
pues se votaba partiendo de determinadas clases sociales, el hecho de que no se
avalara el voto de las mujeres, entrañaba el mantenerlas a ellas en la esfera
de lo doméstico alejadas del espacio político en la arena pública y
relegándolos al mero papel de madres, esposas, hermanas, hijas, siempre bajo la
tutela de un hombre.
Más
allá del relato a manera de ficción, -ya que salvo Emmeline Pankhurst, la líder
del movimiento sufragista femenino de Inglaterra, los demás personajes son
ficticios y no se cuenta con un riguroso apego histórico- Las Sufragistas nos invita a reflexionar en la incidencia de los
distintos contextos geográficos, políticos, económicos en que las mujeres se
han movilizado para la lucha y construcción de su ser como sujeta política; en
la solidaridad entre mujeres en la lucha por sus derechos políticos y en el
dejar de ser para un otro masculino.
Regresando
a la actualidad, ya en la recta final del año 2015, es claro que la mera
búsqueda de igualdad que se deseaba lograr con el voto a principios del siglo
XX no ha sido suficiente. La ciudadanía que se pretendía alcanzar no se ha
concretado, puesto las mujeres no tenemos igual acceso a los derechos que los
hombres, ya que si se sigue un modelo en el que es un cuerpo masculino con los
roles estereotipados impuestos de lo que es un hombre, nada podremos alcanzar.
Como señalaría la teórica feminista Francesca Gargallo: ”… al no existir aún un
sujeto mujer en relación de reconocimiento y reciprocidad con el sujeto
masculino (es decir, al no existir dos sujetos de ciudadanía), (las mujeres) intentan
usar la misma ley que las margina para alcanzar una justicia que, a fin de
cuentas, es la negación de toda marginación. En esa reivindicación, las mujeres
pierden su autonomía jurídica, olvidan representarse a sí mismas e instalan su
utopía de justicia en un horizonte de igualdad entre los sexos, cuya
consecución las desgasta; aniquilando su positiva diferencia, se degradan al
modelo masculino, se identifican con quien las excluye, y corren el riesgo de
negarse como seres en sí”.
Considero,
tal y como refiere Gargallo es necesario un cambio de paradigma en el que no se
reduzca a un solo modelo masculino de ciudadanía, sino que se amplíe a la
diversidad de género, sexual, racial, étnica, de clase, en el que las y los
diversos sujetos con sus identidades y cuerpos tengan espacios y voz de enunciación política
en la conformación de ciudadanías incluyentes, que vayan más allá del mero
sufragio.
Fuentes
GARGALLO, Francesca (2011). “La
justicia, las demandas de la ciudadanía y las frustraciones ante los derechos
humanos de las mujeres”, en Irma Saucedo y Lucía Melgar (coordinadoras). ¿Y
usted cree tener derechos? Acceso de las mujeres mexicanas a la justicia,
Colección Debates N. 6, Programa Universitario de Estudios de Género, UNAM,
Unifem, Oficina Regional para México, Centroamérica, Cuba y República
Dominicana, Ciudad de México , pp. 25-40.
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