Luis Hernández Navarro
Este 17 y 18 de
diciembre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CNTE) cumplió 36 años de vida. Fue fundada no en la ciudad de México,
sino en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. No nació como organización de
activistas o de corrientes sindicales, sino como verdadera coordinación
emergente de maestros de base en lucha de varios estados.
Los contingentes que le dieron vida provenían de Chiapas, Tabasco, La
Laguna y Guerrero. Más adelante se agregaron masivamente trabajadores
de la educación de Oaxaca, Morelos, Hidalgo y Michoacán.
A lo largo de estos 36 años, la CNTE ha tratado o visto pasar a siete
presidentes de la República, 16 secretarios de Gobernación y 11
secretarios de Educación Pública, además de innumerables gobernadores.
Algunos intentaron acabar con la coordinadora, otros quisieron
ningunearla pero, al final de cuentas, casi todos tuvieron que sentarse a
negociar con ella.
Desde su fundación, la coordinadora buscó democratizar el Sindicato
Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Sin dar cuartel, se ha
enfrentado con dos caciques: el profesor y licenciado Carlos Jonguitud
Barrios, que estuvo al frente del organismo 15 años) y la maestra Elba
Esther Gordillo, quien lo controló durante casi 24. Ambos pretendieron
aniquilar a la disidencia magisterial por todos los medios posibles,
incluyendo la violencia física. Les llamaban
enanos celosos de la estatura de Jonguitudy lindezas por el estilo. Fracasaron.
Una parte muy importante de los líderes que dieron nacimiento a la
CNTE tenían en 1979 menos de 30 años. La mayoría eran normalistas
(muchos rurales), habían estudiado en los cursos de verano de la Normal
Superior, y no pocos tenían licenciaturas universitarias. Varios habían
desarrollado previamente militancia política de izquierda.
La CNTE nació y echó raíces en estados con importante población
rural, y, en muchos casos, indígena. Los maestros que le dieron vida
desarrollaron su práctica docente en regiones asoladas por la pobreza,
la marginación y la discriminación étnica. Buen número de ellos provenía
de esa realidad. Con mucha frecuencia se convirtieron en los
intelectuales orgánicos de las comunidades.
Se entabló así una abigarrada y estrecha relación entre trabajadores
de la educación, padres de familia humildes y regiones enteras del país,
que, con altas y bajas, se ha mantenido hasta nuestros días. En varias
entidades esos maestros han encabezado la lucha por proporcionar a los
estudiantes provenientes de familias de menores ingresos desayunos
calientes, uniformes y útiles escolares, al tiempo que gestionan la
mejoría y el equipamiento de sus escuelas.
La coordinadora acordó tres grandes ejes de acción que guían su
lucha: democratizar el sindicato, democratizar la educación y
democratizar el país.
Desde su nacimiento, los integrantes de la CNTE han tomado las
decisiones fundamentales de su movimiento y nombrado a sus
representantes en asambleas representativas y de base. Su funcionamiento
se caracteriza por una amplia participación de los maestros de
banquillo. Esa práctica, junto con la descentralización del movimiento,
ha hecho muy difícil que sus dirigentes sean cooptados por la autoridad o
por el SNTE.
Por supuesto, ha habido casos en los que sus líderes se han corrompido o pasado a las filas del charrismo.
Así sucedió en 1989, cuando Elba Esther Gordillo fue impuesta por
Carlos Salinas como dirigente nacional del SNTE, o cuando en 2006, el
gobierno de Vicente Fox sobornó a Enrique Rueda, secretario general de
la sección 22 de Oaxaca, en plena sublevación popular. Lo relevante de
estos ejemplos es que a pesar de las traiciones, el movimiento nombró
nuevos dirigentes y siguió adelante.
Todos los dirigentes nacionales de la CNTE son simultáneamente
representantes de sus estados. Cuando su mandato local termina, dejan de
ser líderes nacionales. Existe una rotación muy intensa de sus mandos.
Incluso sus voceros duran muy poco tiempo en el cargo. En la
coordinadora no hay líderes morales, por más que se aprecie y reconozca
el compromiso y la trayectoria de muchos de sus cuadros históricos.
Los militantes de la coordinadora no disfrutan de privilegio alguno.
No reciben compensación económica por su trabajo sindical. Con
frecuencia deben aportar sus propios recursos para actividades gremiales
y políticas. Aunque hay excepciones, desempeñan el cargo por
convicción. A pesar de la presencia social que muchos de ellos tienen,
es poco frecuente (aunque no inexistente) que se conviertan en diputados
o que ocupen cargos de representación popular. Quienes lo han hecho,
llegan a esas posiciones sólo después de terminar su encomienda
sindical.
Desde hace más de 30 años, la CNTE ha elaborado propuestas de
educación alternativa desde la realidad socio-económica y cultural en
que sus integrantes laboran (véase: http://goo.gl/tE3AQE). Muchos de sus integrantes son profesores altamente calificados, con estudios de posgrado.
Esta breve historia (que puede verse en detalle en http://goo.gl/1uauz9),
muestra lo profundamente equivocada de la estrategia para imponer la
reforma educativa del secretario de Educación, Aurelio Nuño. Pareciera
que el funcionario no tiene idea de la naturaleza del movimiento al que
se está enfrentando, y que da por buena la caricatura que se ha hecho de
ella en medios de comunicación. La coordinadora tiene historia, temple,
tradición, arraigo en el magisterio, aliados entre los padres de
familia, propuesta, cuadros y liderazgo.
Pese al encarcelamiento de algunos de sus integrantes, del uso de la
fuerza pública en su contra y del asesinato de David Gemayel Ruiz, la
fuerza de la coordinadora es hoy mucho mayor que hace tres años. La
forma en que se trató de realizar la evaluación al desempeño docente
provocó que sus simpatizantes aumentaran.
A 36 años de su nacimiento, con la amenaza de desprofesionalizar a
los docentes y privatizar la educación pública, la insurgencia
magisterial está más vigente que nunca.
Twitter: @lhan55
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