Miguel Concha
Algunas redes
internacionales de cooperación y solidaridad han jugado por décadas un
papel importante en el acompañamiento y la construcción de procesos
liberadores en América Latina. Con el paso de los años estas redes
críticas han dado resultados positivos para el fortalecimiento y apoyo a
causas legítimas de los pueblos del Sur. Muchos de estos esfuerzos,
venidos de países del hemisferio norte, por ejemplo de Europa, se
entretejen con diversas corrientes que apuestan por la transformación de
la realidad social, la emancipación y la búsqueda de la justicia.
Identificamos entre ellas al movimiento internacionalista que pugnó en
países ricos por la etiquetación de recursos públicos destinados a
apoyar a países más pobres, y que acompañó redes y colaboraciones entre
movimientos sociales; a las iglesias que se identificaron con la
teología de la liberación, y que también acompañaron procesos que se
oponían a las dictaduras militares y denunciaban la violencia
estructural, y a algunos sindicatos y partidos de izquierda que se
vinculaban con esfuerzos de luchas campesinas, indígenas y
obrero-sindicales que se tienen en el Sur.
De todos estos esfuerzos hoy todavía contamos con espacios vinculados
en por lo menos estas tres corrientes de organizaciones y colectivos de
los países del Norte con las luchas de los pueblos del Sur. Durante las
décadas de los 60 y 80 estos espacios de solidaridad internacional se
consolidaron en Europa caminando al lado de luchas liberadoras en el
mundo y en América Latina. Sus posturas políticas y formas de cooperar y
trabajar codo a codo con muchos movimientos sociales se caracterizan
por
caminar preguntando, tejer solidaridad, y evitar imponerse por encima de los movimientos y pueblos. Para estas organizaciones y redes solidarias de diversos talantes de izquierdas del Norte ha sido importante mirar al Sur no desde arriba, sino posicionándose en una relación de cooperación horizontal y con la militancia que exige la lucha por la emancipación. Sin embargo, el embate del capitalismo es fuerte, y estas redes en ocasiones se han visto debilitadas. Por ello la resistencia para mantenerse con una perspectiva crítica se hace cada día más difícil. Ello no obstante, algunas organizaciones y pueblos de Europa siguen impulsando que esta solidaridad internacional se mantenga con los pueblos y movimientos del Sur. Ejemplo de ello lo tenemos en España, donde algunas organizaciones ponen empeño en mantener acciones locales e internacionales de solidaridad y apoyo con los grupos que históricamente han sido desfavorecidos, marginados y explotados.
La semana pasada las experimentamos en Asturias, al recibir el Premio
Internacional de Derechos Humanos 2015 de la alcaldía de Siero, que se
otorgó al Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP, AC.
Para nosotros ese reconocimiento es una muestra de estas redes de
solidaridad internacional con apuestas políticas emancipadoras, críticas
y en favor de la justicia y la dignidad, ya que dicho galardón ha sido
entregado anteriormente a organizaciones y movimientos sociales con un
amplio compromiso a favor de los derechos de los pueblos y las personas.
Por ejemplo, por mencionar algunos, en 2001 al Movimiento de los Sin
Tierra de Brasil, en 2004 al Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé
de las Casas y en 2007 al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de
Atenco. Igualmente, en 2013 a la Asociación Defensa de la Mujer y la
Infancia de Irak, y el año pasado a la Asociación Asturiana de
Solidaridad con el Pueblo Saharaui. Al recibir el premio confirmamos que
en el Centro Vitoria intentamos modestamente colaborar con las luchas
organizadas poseedoras de causas legítimas, por lo cual levantamos la
voz al unísono y hermanadamente con otras muchas organizaciones y
movimientos sociales, como una parte más de estos procesos, ya que
tenemos certeza de que tejer redes de redes solidarias es una estrategia
para la defensa de la dignidad humana.
Compartimos también allá reflexiones sobre la situación de los
derechos humanos en México, y como en otras ocasiones, al dirigirnos a
compañeras y compañeros de otras regiones, denunciamos la grave crisis
de derechos humanos. Hoy en México, dijimos, se intenta acallar la voz
de quienes nos indignamos ante la injusticia constante y nos negamos a
la violencia venida de los de arriba. Estamos indignados, y por eso nos
organizamos y nos defendemos. Pero quienes detentan el poder, de manera
legal o de facto, pretenden hacernos a un lado. Quienes en
cambio nos recibieron en Asturias, abrieron igualmente sus puertas para
darnos a conocer algunos esfuerzos de solidaridad y los trabajos que
hacen. Entre ellos nos pareció ejemplar el apoyo que se da a refugiados
de Colombia que llegan a ese lugar de España; igualmente sus esfuerzos
de sensibilización hacia las personas en general y sus trabajos de
acompañamiento con quienes han sido discriminadas. Por ejemplo, con
mujeres y juventudes gitanas, y en barrios y con personas adultas
mayores. Saltan también a la vista la organización sindical y de
formación política emancipadora, así como su oposición a legislaciones
contrarias a derechos, como la ley mordaza. En el transcurrir
de los días descubrimos la larga historia de militancia que se conserva
en la región, desde las luchas de los mineros, pasando por las
resistencias republicanas durante el franquismo, hasta la participación
de asturianos en procesos liberadores de América Latina, como fue el
caso de Gaspar García Laviana. En medio de la crisis de civilización en
la que nos encontramos, hoy las luchas son todavía más com
partidas para mantener las redes de solidaridad internacional que nacen de la esperanza y el diálogo entre diversos pueblos.
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