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En la cárcel ser mujer tiene un doble castigo: la pena
por haber cometido un delito y el abandono de esposos, hijos, padres y
hermanos cuando son recluidas en un centro penitenciario.
En la Ciudad de México hay mil 900 mujeres internas, de éstas 70% ha sido abandonado por sus familiares y al menos 20% no ha recibido nunca una visita, panorama que no padecen los hombres que delinquen.
Datos oficiales de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario del DF registran que 12%
de las mujeres internas tanto el Penal de Santa Martha Acatitla, como
en el de Tepepan, no tienen registrado a ningún familiar en su ‘kardex’
para autorizar visitas, sin embargo, 7 de cada 10 no son visitadas por nadie, aun cuando haya personas a las que hayan autorizado para ello.
En cambio, de los más de 36 mil hombres en prisión, 91% tiene visita familiar o conyugal frecuente.
“Estuve
en Santa Martha (Acatitla) casi 2 años, me agarraron por robo, cuando
entré tenía 5 años casada con el único novio que tuve desde la prepa, al
principio iba a verme, pero a los 2 meses dejó de ir.
“Un año
después, un abogado me avisó que quería el divorcio y me contó que el
wey ya vivía con otra. Nunca me dio la cara”, relató Margarita, quien
prefiere resguardar su verdadera identidad.
Mayra Villanueva, psicóloga de la UNAM y especialista en estudios de género, explicó que es el rol que juega la mujer en sociedad lo que la hace más vulnerable al abandono cuando ésta ingresa a prisión.
“El
abandono tiene que ver con el rol que juegan en sus familias. Es decir,
una madre que es encarcelada ya no podrá asumir su función de
protectora del hogar, por tanto es vista por su esposo, por los hijos
como una baja, como una pérdida que además necesita una sustituta.
“El
hombre, en cambio, sigue siendo apreciado como cabeza de la familia aun
con la ausencia”, explicó Villanueva, quien da terapia a mujeres que
están reintegrándose a la sociedad, luego de salir de prisión.
De acuerdo con ella, los estigmas sociales aíslan a las mujeres en prisión,
quienes dejan de cumplir el rol que ocupaban como esposas, madres o
hijas, por lo que son vistas como culpables del encierro y por ello,
merecedoras de un aislamiento total.
“Una mujer delincuente es vista como una mujer mala y aunque haya delinquido para buscar el sustento familiar, se le reprueba y desaparece; sucede todo lo contrario con el hombre,
este no es abandonado e incluso los llegan a ver como héroes”, detalló
Olivia Garza, expresidenta de la Comisión de Reclusorios de la Asamblea
Legislativa del DF y presidenta de la Asociación Civil Modernizando el
Sistema Penitenciario.
En las cárceles del DF, 65% de las presas son mujeres entre los 18 y 30 años, justo la edad en que cumplen alguno de estos roles.
En
cambio, explicó Villanueva, los hombres son vistos por su familia como
víctimas de una circunstancia, o la dependencia de esposas e hijos es
tal, que aún en prisión siguen manteniendo el control familiar.
Saskia
Niño de Rivera, presidenta de la Fundación Reinserta un Mexicano, quien
desde hace varios años trabaja intensamente con mujeres presas y niños
en prisión, coincidió con que el abandono más en mujeres que en hombres, se debe a un asunto cultural.
“Es
una cuestión cultural, por ejemplo si tú vas y te paras un día de
visita afuera de un penal de hombres hay filas de esposas, mamás, que
van a visitarlos a la cárcel y cuando la mujer está en prisión, los
hombres encuentran a otra. Es una cuestión cultural y machismo”, dijo.
Este
abandono, relacionado con ser mujeres y no con sus delitos o clase
socioeconómica, impacta no sólo en su comportamiento sino también en su
proceso de reinserción social.
Abandono de reclusas incrementa relaciones homosexuales
“Mi caso no es el más grave, hay compañeras que pueden estar entambadas más de 10 o 12 años y la soledad es muy dura y a nadie le gusta estar encerrada y sola, eso te derrota más.
“Cuando
nadie va a verte, la única compañía se vuelven las demás compañeras,
las otras presas y se vuelven la única opción de un desahogo sexual,
incluso aunque ni seas lesbiana, es simple compañía, es lo que te da
razones para aguantar otro y otro día”, cuenta Margarita, quien lleva un
año de relación con Sofía, a quien conoció en prisión.
Niño de
Rivera explicó que el abandono que sufren las mujeres fomenta en ellas
la propensión a relaciones sexuales y afectivas con sus compañeras, lo
que incluso se convierte en uno de los mayores conflictos entre las
internas.
De hecho, datos recopilados por su fundación, revelan que 70% de las presas entablan relaciones homosexuales.
“Esto
te habla de la necesidad de estar con alguien, de cariño, de formar
relaciones sin necesariamente ser homosexuales como tal, sí tienen
relaciones con personas del mismo sexo, por la necesidad de afecto y
sexual que tienen”, agregó Saskia.
80% de las mujeres capitalinas en prisión ingresan por robo y delitos relacionados con droga,
ya sea venta o posesión. La mayoría están ahí por haber ayudado a su
pareja sentimental y el abandono en prisión disminuye sus posibilidades
de Rehabilitación social.
La pobreza también provoca el abandono
El
abandono no es inmediato, en promedio el tiempo en que una mujer que
recién entró a la cárcel es visitada por familiares y amigos es de 4
meses, mientras que el promedio que permanecen en prisión es de 3 a 5
años. Después de estos 4 meses nadie más va a verlas.
“Algunas
compañeras son extranjeras o vienen de algún otro estado y para sus
familias es difícil tener dinero para ir a cada rato a verlas, adentro
todo cuesta y eso también contribuye a que las dejen ahí y a que ellas
se depriman”, agrega Margarita.
Cada que un familiar visita a una reclusa gasta aproximadamente 500 pesos entre los pasajes, la comida y cosas que le llevan y hasta los pagos internos que se hacen a los custodios en cada filtro.
La
doctora Marisa Belausteguigoitia, directora del Programa de Estudios de
Géneros en la UNAM, ve en el aspecto económico uno de los factores de
mayor peso para el abandono de mujeres en prisión.
“Las mujeres, a
diferencia de los hombres, dejan afuera los hijos a los que cuidan, los
hombres también dejan familia afuera pero el caos y el drama es el
abandono de las madres, dejan hasta 8 hijos afuera.
“Los hijos que
quedan se los reparten las mujeres que quedan fuera, ese es un factor,
la otra es que se empobrecen de 3 a 4 familias por cada mujer que entra a
la cárcel, porque las meten primero con procesos sumamente desaseados,
con mucha corrupción, les cobran cuotas”, señaló la experta y fundadora
de Mujeres en Espiral.
Belausteguigoitia ha trabajado con reclusas
de Santa Martha desde 2006, para ayudarlas a través del arte para que
las mujeres logren expresarse y encontrarse a sí mismas por medio de
expresiones artísticas, para combatir en parte la depresión que sufren a
partir de este abandono.
Durante ese tiempo, ha constatado los
procesos de las internas, en donde puede identificar que aún sin
sentencia, el proceso para juzgarlas, acaba con el patrimonio de las
reclusas y sus familias.
“Lo que tienes entonces son familias
empobrecidas, niños cuidados de formas muy difíciles y complicadas,
mujeres en la cárcel con culpa y depresión, derrotadas, que es como si
la energía que tienen las mujeres para levantarse se acabara”, subrayó
la doctora.
Todas estas mujeres especialistas coincidieron en que
el abandono de la mujer en prisión impacta no sólo en su estancia, sino
termina con su autoestima y las hace más vulnerables a reincidir en el
delito una vez que salen de prisión.
“Estar dentro es muy difícil,
es triste, te desanima, te jode, pero estar fuera después del encierro,
solas también, te mata en vida”, lamentó Margarita.
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