Por Sohara Mehroze Shachi,
En los países en desarrollo, las mujeres son testigos del nexo entre el recalentamiento planetario y las cuestiones de género en carne propia. A menudo, su supervivencia depende mucho de la tierra y de los recursos hídricos, lo que las deja en situación vulnerable.
El cambio climático no es solo un asunto ambiental, sino de justicia social, igualdad y derechos humanos, todos asuntos vinculados con cuestiones de género.
El cambio
climático no es solo un asunto ambiental, sino de justicia social,
igualdad y derechos humanos, todos asuntos vinculados a cuestiones de
género.
La perspectiva femenina debió integrarse totalmente al Acuerdo de París, surgido de la COP21, en especial el empoderamiento de las mujeres, además de prever una respuesta y otras cuestiones de género como la vulnerabilidad de las mujeres rurales.
La COP21 (21 Conferencia de las Partes) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, tuvo lugar del 30 de noviembre al 12 de este mes en la capital francesa.
En las etapas de preparación del borrador, las cuestiones de género se trataron como un elemento accesorio que podía retirarse y casi todas las partes las ignoraron y se equivocaron.
Asia, el Caribe y África son tres de las regiones más vulnerables a la variabilidad climática y, si bien son responsables de una pequeña parte del recalentamiento planetario, las mujeres soportan la peor parte de sus severas consecuencias.
Millones de personas en Asia son extremadamente vulnerables al fenómeno, en especial las mujeres, debido a los roles tradicionales de género. En muchas áreas rurales, su movilidad es muy limitada, pues no se ve con buenos ojos que trabajen fuera del hogar.
Mientras los hombres de las regiones afectadas por la variabilidad climática suelen emigrar a las ciudades o a otras regiones menos vulnerables en busca de trabajo, las mujeres se quedan a cuidar del hogar y de los hijos comunes. Esa reclusión se traduce en dependencia económica y falta de acceso a la información, como alertas tempranas, lo que contribuye a su enorme vulnerabilidad.
En ese continente, las mujeres suelen encargarse de actividades más sensibles al clima, como recolectar agua y preparar la comida, lo que eleva su vulnerabilidad.
Investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han concluido que las mujeres y las niñas son las encargadas de ir a buscar agua, para lo que tienen que recorrer largas distancias.
Con la creciente frecuencia e intensidad de las inundaciones, es común que las mujeres tengan que atravesar habitualmente terrenos anegados para buscar el agua y preparar los alimentos, lo que las expone a riesgos, desde ahogarse, pasando por mordeduras de serpientes, hasta enfermedades cutáneas.
En la otra mitad del mundo, las mujeres soportan situaciones similares. En el Caribe, muchos hogares son principalmente matriarcales, y ellas son las que más necesidades tienen de medidas de adaptación y mitigación del recalentamiento planetario.
También son responsables de las tareas del cuidado de las personas del hogar y sufren el impacto de la inseguridad alimentaria y la escasez de agua. Las mujeres rurales son particularmente vulnerables, en especial las pequeñas productoras, las agricultoras marginadas y las trabajadoras rurales.
Ya sea que la escasez de agua y de alimentos se deba al aumento del número y de la intensidad de los huracanes o de la sequía, las posibilidades de llevar adelante una vida decente no son altas ni mejoran. Comprender esa situación es importante para el buen diseño y la ejecución de estrategias de adaptación.
“La agricultura necesitaba mayor visibilidad en las negociaciones”, observó la presidenta de la Red de Productoras Rurales de Jamaica, Mildred Crawford.
“Las mujeres juegan un papel en la cadena alimentaria y necesitan fondos para asistir a los pequeños agricultores a fin de mitigar y adaptarse al cambio climático. Los grupos de mujeres ya están organizados, así que los incentivos les pueden servir para controlar el desperdicio de carbón en sus comunidades”, añadió.
El Caribe atraviesa su peor sequía de los últimos cinco años.
Según Mary Robinson, ex primera ministra de Irlanda, quien también se desempeñó como alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el borrador del Acuerdo de París debía concentrarse en cuestiones de género para garantizar a las mujeres el acceso a fondos para el clima, tecnologías renovables y capacidad de adaptación.
De hecho, las campañas climáticas no deben concentrarse solo en la reducción de emisiones, comercio de carbono y transferencia de tecnología, sino que deben tratar de ir más allá.
Además, deben tener en cuenta que la mayor parte de los agricultores en los países en desarrollo son mujeres y, la adaptación las involucra especialmente. Los asuntos de género son transversales, no se usan por conveniencia.Las mujeres de los países en desarrollo deben estar empoderadas para desempeñar papeles más significativos en la lucha contra el cambio climático, pues tienen mucho que perder.
Kalyani Raj, integrante responsable de la Conferencia de Mujeres Todo India, arguyó que es crucial dar voz a la población femenina más vulnerables e incluirla en la planificación de políticas.
“Muchas mujeres desarrollaron enfoques de adaptación a muy pequeña escala, conocimientos tradicionales y soluciones de las comunidades indígenas que no se amplifican”, explicó. “Las políticas deben concentrarse en ampliar eso, en vez de proponer medidas uniformes para adaptarse al cambio climático”, añadió.
En África, el impacto del cambio climático sobre las cuestiones de género se relaciona principalmente con la agricultura, la seguridad alimentaria y los desastres naturales.
Según el Informe Económico de 2011 del Banco de Desarrollo Africano (BDA), las mujeres representan 40 por ciento o más de los trabajadores del sector agrícola en 46 de los 53 países del continente. Ese sector de la economía se considera vulnerable porque generalmente no incluye empleos formales con contratos e ingresos seguros.
“Los pobres son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático, y la mayoría de las 1.500 millones de personas que viven con un dólar al día o menos son mujeres”, señala el Estado de la Población Mundial de 2009, elaborado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Además, en una muestra de 141 países se concluyó que, entre 1981 y 2002, el sesgo de género en las personas fallecidas por desastres naturales están directamente vinculadas a los derechos económicos y sociales de las mujeres. En esos casos, en las sociedades menos equitativas, mueren más mujeres que hombres.
El reclamo de las mujeres rurales es una realidad que debemos afrontar. Sin embargo, debemos reconocer que no son solo víctimas, son poderosos agentes de cambio.
La población femenina debe estar incluida en los procesos de decisión para que pueda contribuir con su experiencia y conocimientos únicos, pues toda intervención vinculada al cambio climático que excluya su perspectiva, así como cualquier política que omita las cuestiones de género, está destinada al fracaso.
Traducido por Verónica Firme
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