Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2015, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
Ameco Press
Según el Informe
sobre Desarrollo Humano 2015, publicado por el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, las mujeres realizan la mayor parte del
trabajo no remunerado, en concreto, del 41% que supone, las mujeres
representan el 31% frente al 10% de los hombres. Esta proporción se
invierte en el caso del trabajo remunerado, que se realiza en su mayor
parte fuera del hogar. Éste supone el 59%, del cual el 38% son hombres y
solo el 21% mujeres.
Los hombres predominan en el mundo del
trabajo remunerado y las mujeres lo hacen en el del trabajo no
remunerado. Explica el estudio que, pese a que el trabajo no remunerado
en el hogar es indispensable para el funcionamiento de la sociedad y el
bienestar humano, al recaer sobre todo en las mujeres, “limita sus
posibilidades de elección y sus oportunidades de realizar otras
actividades que podrían ser más satisfactorias para ellas”. Esto se
evidencia en el tiempo que pueden dedicar al tiempo libre: “en una
muestra de 62 países, los hombres dedicaban una media de 4,5 horas al
día a la vida social y el ocio, y las mujeres 3,9 hora”. Desigualdad que
crece aún más en los países con un desarrollo humano bajo, donde “los
hombres dedican casi un 30% más de tiempo a la vida social y el ocio que
las mujeres”.
Tanto en el mundo del trabajo de cuidados no
remunerado como en el del trabajo remunerado dice el estudio que “sigue
observándose un marcado desequilibrio entre los géneros, como
consecuencia de los valores locales, las tradiciones sociales y los
papeles asignados históricamente a cada género. El trabajo de cuidados
abarca las labores domésticas, como preparar la comida para la familia,
limpiar la casa e ir a buscar agua y combustible, así como el cuidado de
los niños, los ancianos y los familiares enfermos, tanto a corto como a
largo plazo. En la mayoría de los países de todas las regiones del
planeta, las mujeres trabajan más que los hombres. Se estima que la
contribución de las mujeres al trabajo mundial es del 52%, mientras que
la de los hombres es un 48%.”
Prosigue el informe afirmando que,
aun cuando soportan más de la mitad de la carga, las mujeres se
encuentran en situación de desventaja en ambos mundos laborales con
patrones que se refuerzan mutuamente.
En 2015, la tasa de
participación de la fuerza de trabajo a escala mundial fue del 50% en el
caso de las mujeres y del 77% en el de los hombres. En 2015, a escala
mundial, el 72% de los hombres en edad de trabajar (a partir de 15 años)
tenía un empleo, frente a solo el 47% de las mujeres. La participación
de las mujeres en el mercado laboral y las tasas de ocupación se ven
afectadas en gran medida por cuestiones económicas, sociales y
culturales y la distribución del trabajo de cuidados en el hogar.
El “techo de cristal”
El
estudio destaca que, a nivel mundial, “las mujeres ganan un 24% menos
que los hombres y solo ocupan el 25% de los cargos administrativos y
directivos en el mundo empresarial; además, en el 32% de las empresas
ninguna mujer desempeña un cargo directivo superior”. Escasa presencia
también en los parlamentos nacionales: solo un 22% de los escaños en la
cámara única o en la cámara baja están ocupados por mujeres.
Además,
aun realizando tareas similares, las mujeres suelen percibir salarios
más bajos y, por lo general, las mayores diferencias salariales se
observan entre los profesionales mejor remunerados. “A nivel mundial,
las mujeres ganan un 24% menos que los hombres. En América Latina, las
mujeres en puestos de alta dirección ganan de media solo un 53% del
salario que reciben sus homólogos varones”.
Medidas para acabar con el desequilibrio
Para
acabar con los desequilibrios en las oportunidades de trabajo
remunerado y no remunerado entre hombres y mujeres, el informe propone
varias medidas:
-Ampliación y fortalecimiento de políticas
relativas al empleo asalariado de las mujeres que tengan en cuenta las
cuestiones de género.
-Medidas para aumentar la representación
de las mujeres en los cargos decisorios de alto nivel. La representación
puede ampliarse tanto en el sector público como en el privado a través
de políticas de recursos humanos, selección y contratación, e incentivos
a la retención. Los criterios para ascender a los hombres y las mujeres
a cargos directivos deberían ser idénticos.
-Intervenciones
específicas. Se necesitan medidas legislativas para reducir la
desigualdad entre mujeres y hombres en lo que se refiere al acoso en el
lugar de trabajo, la discriminación en la contratación y el acceso a la
financiación y a la tecnología.
-Orientación hacia la licencia
parental de maternidad y paternidad. Si se concede una bonificación a
los progenitores que comparten la licencia parental de un modo más
equitativo, se induciría a que los padres hicieran un mayor uso de la
licencia de paternidad.
-Ampliación de las opciones de
asistencia, como guarderías, programas de actividades extraescolares,
residencias para las personas de edad y centros de atención prolongada.
Los empleadores también pueden ofrecer servicios de guardería en el
lugar de trabajo.
-Fomento de las modalidades de trabajo
flexibles, incluido el teletrabajo. Debería haber suficientes incentivos
para retomar la actividad profesional después del parto. Entre las
medidas que se pueden aplicar se incluye la reserva durante un período
de hasta un año de los puestos de trabajo de las mujeres que disfrutan
de su licencia de maternidad.
-Valoración del trabajo de
cuidados. Las iniciativas en este ámbito contribuirían a concienciar a
nivel normativo acerca del valor que el trabajo de cuidados aporta a la
sociedad, y podrían fomentar diferentes opciones para recompensar este
trabajo.
-Recopilación de mejores datos sobre el trabajo
remunerado y no remunerado. Los sistemas nacionales de estadística
deberían recopilar mejores datos sobre la distribución del trabajo
remunerado y no remunerado, empleando para ello a más investigadoras y
utilizando muestras y cuestionarios adecuados.
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