Segunda y última parte
“La
historia de la literatura también es la historia de los grandes
desplazamientos, migraciones y exilios (…). Hay hasta cierto punto más
libertad de atravesar fronteras, pero tampoco nunca es fácil atravesar
una frontera y establecerse en otro lugar” Valeria Lusielli (2016).
Valeria Luiselli nació en la Ciudad de México en 1983. A pesar de su
corta edad, ha vivido en Corea del Sur, Sudáfrica, Costa Rica y Estados
Unidos. Ella aprendió a leer y a escribir en un colegio anglosajón en
Corea, aunque terminó estudiando en la UNAM. A pesar de que su lengua
materna es el español, ha pasado casi toda su vida escribiendo en inglés
y en contextos de habla inglesa.
Actualmente, reside en Nueva York, escribe columnas periodísticas en
español y textos literarios en inglés. “Mi vida es cien por cien
bilingüe”, dijo para el “New York Times”.
Este año, su ensayo “Tell Me How It Ends” (Los niños perdidos)
recibió el “American Book Award”, convirtiéndola en la primera mujer
mexicana en recibir dicho premio. El ensayo surgió gracias al trabajo
que ella desempeñó en la Corte de Migración de Nueva York, donde era
traductora para las y los niños que llegaban solos desde Centroamérica.
Aunque al principio ella se había comprometido a traducir el libro ella
misma, terminó no haciéndolo.
“…La historia es chistosa: mis editores me llevaron a cenar para
hablar de la traducción del libro que yo había escrito en inglés, “Tell Me How It Ends”,
y después de cuatro tequilas acabé firmando en una pinche servilleta
que me comprometía a que si escribía en la lengua del imperio tendría
que traducirme yo misma, como penitencia, al español (…). No he podido,
es un libro que no quiero volver a escribir, qué hueva volver a escribir
un libro que ya escribiste, lo está traduciendo Daniel Saldaña, en una
conversación muy cercana conmigo, está funcionando de maravilla, porque
tenemos una formación muy similar, compartimos el mismo universo de
lecturas (Luiselli, 2018, The New York Times).
Sin embargo, ella ha dicho que sí reescribió el ensayo en español. No
lo tradujo, pues ella dijo que la versión en español de “Tell Me How It
Ends” que ella hizo es más crítica con México, ya que al repensar su
obra en español, pensó también en cómo México debe hacer algo por toda
la niñez migrante que cruza las fronteras todos los días.
Su historia es bastante curiosa; una niña que se crío en países muy
diferentes entre sí debido al trabajo de su padre, ahora lleva una vida
entre dos culturas, dos idiomas, dos contextos que en algún punto de la
historia se unieron para no separarse jamás. En una de sus columnas para
“El País”, Valeria declaró que “Los hispanos en Estados Unidos son lo
que se perdió en traducción”.
El español es el segundo idioma más hablado en Estados Unidos
solamente después del inglés. Ambas lenguas conviven de manera bastante
peculiar en ambos lados de la frontera. Por un lado, existe el tan
criticado spanglish, una mezcla de inglés y español que se habla en
distintas partes del mundo, el producto lingüístico que los latinos en
Estados Unidos han cocinado y popularizado. Incluso en México es normal
colar una que otra palabra en inglés o un término sin traducir
convertido en infinitivo (googlear, twittear) al hablar.
El spanglish y los anglicismos bien podrán ser un fenómeno sin igual,
pero sin duda alguna son el reflejo de dos culturas que conviven y por
tanto, se mezclan. Hay quienes dicen que los anglicismos son
innecesarios en español, pues absolutamente todos tienen traducción,
pero su existencia y uso cotidiano son inevitables. El inglés es el
idioma más influyente del mundo, y dada nuestra cercanía con Estados
Unidos ¿cómo no vamos a usar términos en inglés, o que vienen de él?
Decir que no a los anglicismos es casi tan inverosímil como la medida de
algunos profesores en Estados Unidos de no dejar a sus alumnos latinos
hablar en español. Nuestros idiomas convergen naturalmente, tal y como
lo hacen los sucesos en ambas naciones.
Otra autora que creció en medio de dos culturas es la chicana
(estadounidense de padres mexicanos) Sandra Cisneros. Su lengua materna
es el inglés, por lo cual todos sus textos están publicados en ese
idioma. Ella ha declarado que quiere mejorar su español, pues no se
siente tan cómoda hablándolo como con el inglés.
Cuando se le preguntó sobre qué creía sobre no hablar español siendo
hispana, ella dijo que “No te hace menos. Simplemente pierdes uno de tus
sentidos si no tienes el idioma. Es como ser ciego. No eres menos
persona, pero te pierdes cosas maravillosas”.
Los libros de Sandra Cisneros rinden tributo a su conexión con
Latinoamérica de algún modo u otro. Su novela más conocida, “La casa en
Mango Street”, habla sobre una joven latina que sale de su barrio en
búsqueda de mejores oportunidades. Sin embargo, ella dijo en una
entrevista con Jorge Ramos que siempre se había sentido extranjera en
los Estados Unidos, y que la mejor manera en la que pudo hallar su
identidad fue a través de su escritura.
“Al final empecé a dedicar tiempo a escribir sobre temas que nadie
más podía escribir. Y ahí encontré mi voz y mi hogar; en mi escritura.
Pero esa escritura me la puedo llevar a otro país”.
“-¿Por qué una estadounidense decide irse a vivir a México?”
“-Porque me sentí más en mi casa, me sentí más segura, me sentí más
feliz y más conectada a mi comunidad. Yo necesitaba eso después de vivir
tantos años en los Estados Unidos, donde siempre me siento como una
extranjera”.
“-A ver, pero tú naciste aquí, creciste en Chicago, estudiaste en Iowa… ¿En tu propio país te sientes extranjera?”-
“-Sí. Siempre me he sentido así” Sandra Cisneros (2016).
Las culturas de México y Estados Unidos conviven de manera constante,
por lo cual es natural que esto se vea reflejado en la literatura y en
las modificaciones que ambos idiomas han sufrido.
Como Valeria Luiselli y Sandra Cisneros hay otros miles de latinos (o
personas de origen latinoamericano, en el caso de Cisneros) que han
migrado de su país de origen, repercutiendo tanto en México como en EU.
Existe un fenómeno muy interesante ligado a la convivencia cultural y a
la migración comúnmente denominado “fuga de cerebros”, el cual ha sido
motivo de discusión entre México y EU.
Aproximadamente medio millón de profesionistas mexicanos han migrado a
Estados Unidos en busca de una mejor calidad de vida, persiguiendo el
“sueño americano”. No es secreto que el actual presidente de dicho país
cree que los mexicanos somos un bicho en su impoluta nación, y que no
deberíamos estar ahí. La situación en México ha empujado a muchos a
irse, y ha sembrado la idea de que puede vivirse mejor en otro lugar, lo
cual puede que sea cierto.
El salario mínimo en México apenas llega a los 4 dólares diarios (80
pesos mexicanos), mientras que el salario mínimo en el otro lado de la
frontera es de 11 dólares la hora (220 pesos mexicanos). Claro, en
ningún caso alcanza el dinero para vivir, pues mientras más cara sea la
vida (Estados Unidos es uno de los lugares más caros para vivir), más
complicado será tener una buena calidad de vida. No obstante, para un
trabajador mexicano, un salario de unos ocho o nueve dólares la hora
suena glorioso. México es el país en el que más horas se trabaja y uno
de los que peor paga. Además, muchas industrias son muchísimo más
grandes en Estados Unidos que en México, como la tecnológica (en la cual
trabajan la mayoría de los inmigrantes mexicanos) o la cinematográfica.
Los “3 amigos” (Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro
González Iñárritu) son un claro ejemplo de una búsqueda exitosa por el
sueño americano. Los tres han logrado lo que ni en sus más lejanos
sueños hubieran conseguido en México gracias a todas las oportunidades
que han tenido en Estados Unidos. Sin embargo, los tres reconocen que,
aunque la migración puede ser fructífera a largo plazo, no es nada fácil
ser inmigrante. González Iñárritu recibió este año un Oscar especial
por su proyecto de realidad virtual “Carne y Arena”, cuyo objetivo es
que los espectadores experimenten cómo es cruzar la frontera entre
México y EU durante casi 7 minutos.
El trabajo de González Iñárritu frecuentemente toca temas que tienen
que ver con la diversidad cultural y la convivencia entre culturas. En
una entrevista con Jorge Ramos, Iñárritu dijo que se fue de México
porque la situación del país no lo dejaba concentrarse y porque sus
padres y amigos habían sufrido por los altos índices de inseguridad, así
que cuando tuvo la oportunidad de explorar otros lugares creativamente,
la tomó y se fue. Aunque ya no vive en México desde hace años, sigue al
tanto de la situación del país. Ha criticado fuertemente al
expresidente Peña Nieto, con casi tanta crudeza como el propio Jorge
Ramos, quien es el hispano más influyente en Estados Unidos.
Cuando Donald Trump hizo públicas sus intenciones de contender por la
presidencia, Jorge Ramos fue a una de sus conferencias de prensa, sin
imaginar que, en cuanto comenzara a preguntarle sobre cómo pensaba
deportar a once millones de personas en dos años, lo correrían del
lugar, y que más tarde le dirían que se fuera de los Estados Unidos (a
pesar de que Ramos ya era ciudadano estadounidense).
Jorge Ramos y González Iñárritu migraron en busca de mejores
oportunidades, de un campo de trabajo más seguro. Ambos han conseguido
hacerse un nombre en un país que no quiere a los suyos, pero que depende
de ellos. Ambos son críticos de la política tanto en México como en
Estados Unidos, y siempre están alerta sobre aquellos que buscan seguir
una corazonada para dejar su país de origen. Sobre todas las cosas,
ambos son un recordatorio de que México y EU son uno mismo, a pesar del
odio, el racismo, la controversia y la tensión. Mientras las cosas en
México no mejoren, la fuga de cerebros seguirá ocurriendo. La migración
es cada vez más común en todo el mundo por diversas razones, que van
desde perseguir un sueño en otro lugar hasta tener que desplazarse por
un conflicto bélico.
Una sola cosa es segura: Sin importar el origen de las personas, ni
cuáles sean sus motivos para migrar, es necesario comenzar a tratar a
los migrantes con respeto, sobre todo a los refugiados, y aceptar que el
intercambio cultural no es sólo inevitable, sino también necesario. No
pueden existir razas puras pues en el sentido estricto de la palabra,
todos somos una misma raza, que si bien ya no puede concebir su
organización sin fronteras, debe aprender a aceptar que las diferencias
entre nuestras culturas, sobre todo cuando conviven, son las que hacen
de nuestro mundo un lugar tan complejo y rico.
* Este artículo fue escrito por la alumna de tercer grado de secundaria del Colegio Nuevo Continente Metepec
CIMACFoto: César Martínez López
Por: María Fernanda Iriarte Fuentes Quiroz*
Cimacnoticias | Ciudad de México.-
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