El rompecabezas que nunca encajó
Al día de hoy se ha caído a pedazos la supuesta verdad histórica
de Jesús Murillo Karam, continuada por Arely Gómez. Aquella fabricada a
partir de versiones sin sustento, siembra de evidencia por parte de la
propia AIC y práctica de tortura, según lo documentaron los Informes del
Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y del Alto
Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos[1]. Todos los esfuerzos y el tiempo invertidos para simular, engañar y obstruir el acceso a la justicia, desvirtuados de origen.
Gracias a la participación del GIEI -de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos- se fueron encontrando varias de las piezas faltantes
del rompecabezas. Sólo a través de su trabajo fue posible conocer, por
ejemplo, la imposibilidad del incendio ocurrido en el basurero de
Cocula, la siembra de evidencia por parte de la entonces PGR, la
existencia de un quinto autobús y la participación activa de autoridades
federales y estatales en los hechos.
El GIEI se constituyó como un mecanismo extraordinario de
investigación, que con la venia del Estado mexicano logró avanzar sobre
varias líneas de investigación y construir la teoría del caso. Contó con
el apoyo de expertos forenses, quienes facilitaron las labores de
análisis científico. Sin embargo, el alcance de sus hallazgos y su
trabajo técnico resultaron incómodos al Estado. En su informe final,
presentado en abril del 2016, el GIEI señaló dilaciones, obstrucciones y
bloqueos por parte del Gobierno mexicano. Sus integrantes, incluso,
formaron parte de la lista de víctimas del malware Pegasus, en el caso denominado #GobiernoEspía.
Con todo y estos escollos, el caso de los estudiantes desaparecidos
se ha convertido en algo más grande: en un símbolo de la violencia de
Estado, pero también en un punto de quiebre en la defensa de los
derechos. Hay un antes y un después de los eventos en Iguala, la
movilización de diversos colectivos y organizaciones, el apoyo y
participación de agencias internacionales y la empatía de muchos otros
grupos que igualmente exigen respuestas al Estado y justicia a los
responsables.
No es un asunto menor que gracias a la fuerza del movimiento, el
Ejecutivo Federal se comprometiera a darle la atención debida. Desde
diciembre pasado, ya con la entrada del nuevo sexenio, se anunció la
creación de la Comisión Presidencial para la Verdad y el Acceso a la
Justicia en el Caso Ayotzinapa. Su creación significó al menos un
respiro, un gesto de esperanza, la posibilidad de construir un espacio
de diálogo, renovar las investigaciones, buscar asistencia técnica
internacional y brindar apoyo a las víctimas.
La Comisión quedó instalada en enero de este año, conformada por
funcionarios del Gobierno Federal, madres y padres de los jóvenes
desaparecidos y representantes de organizaciones de la sociedad civil.
Es tanta la desconfianza hacia las autoridades sembrada en estos años,
que sólo con avances concretos se podrá hacer un balance.
La Unidad puede transformar algo más que el caso Ayotzinapa
El 26 de junio pasado se dieron a conocer dos noticias relevantes.
Por un lado, la creación de la Unidad Especial de Investigación y
Litigación para el Caso Ayotzinapa, como una célula especializada para
conocer, investigar y perseguir los delitos relacionados con el caso.
Por el otro, ese mismo día se dio a conocer la designación de Omar Gómez
Trejo como su titular.
Ambos hechos merecen análisis. Recordemos que en la Ley Orgánica de
la Fiscalía General de la República (FGR) se estableció un modelo
flexible, en el cual a partir de prioridades o necesidades particulares
es posible crear unidades de investigación y litigación para fenómenos
criminales o casos específicos. Estas unidades pueden crearse dentro de
las fiscalías especializadas previstas en la ley, o bien depender
directamente del fiscal general.
En principio se aprecia positivo que esta unidad responda
directamente al fiscal, ya que éste deberá asegurar que goce de todos
los recursos necesarios para el desempeño de su trabajo. Esto abre una
ventana de oportunidad y renovación para la FGR, ya que a través de la
unidad podrá mostrar una operación estratégica, con investigación
rigurosa y coordinación con los servicios periciales y de inteligencia
necesarios.
Por otro lado, la designación como titular del que fuera secretario
técnico del GIEI –y quien conoce ampliamente el caso– nos parece, de
entrada, acertado, pues Gómez Trejo no requerirá una curva de
aprendizaje: ha acompañado las investigaciones desde un principio.
Tampoco será necesario construir un puente de comunicación con las
víctimas para asegurar su participación en las investigaciones, pues que
éste existe ya.
Sin embargo, esto no basta. Gómez Trejo deberá planificar una
estrategia de investigación e integrar un equipo multidisciplinario
sumamente profesional y competente. La unidad para la investigación y
litigación del caso deberá realizar un análisis minucioso de todas las
averiguaciones previas y carpetas de investigación relacionadas, así
como definir o continuar determinadas líneas de investigación.
La planificación deberá comprender tanto las investigaciones
relacionadas con los hechos ocurridos esa noche, como aquéllas derivadas
de la participación, alteración u ocultamiento de evidencias; entre
ellas las relacionadas también con la práctica de tortura y fabricación
de culpables. Igualmente, la unidad deberá establecer un plan de
búsqueda de los estudiantes, que puede enriquecerse con el desarrollo de
las investigaciones, pero que a su vez deberá tener su propia
definición y avance.
Tal como lo establece el libro Delitos de Estado[2],
la investigación penal –en casos de macrocriminalidad como lo ocurrido
en Ayotzinapa, en los que existe participación por parte de
instituciones públicas–, requiere de un análisis que trascienda lo
individual para integrar coherentemente el análisis de contexto.
Este análisis será de igual o mayor importancia para comprender los
aspectos que dieron lugar o que permitieron los hechos, tales como las
relaciones que el delito investigado mantiene con otros, la
participación de los responsables en ése y otros hechos, su relación con
las personas implicadas en otros delitos, las conductas que –a través
de la irregularidad institucional– permitieron la ejecución del delito,
la utilización de estructuras, recursos y relaciones institucionales
utilizadas para el funcionamiento del sistema delictivo, así como la
sistematicidad y reiteración de los hechos.
Esta nueva unidad tendrá una agenda investigativa mucho más amplia y
compleja, por lo que el análisis de contexto comprenderá también el
estudio de patrones, entendidos como series de eventos que implican
algún grado de planificación y control, con el objetivo de identificar
redes y modos de operación que posteriormente permitan constituir
garantías de no repetición.
Cabe recordar que la creación de esta unidad se da en medio de un
proceso de transición hacia una institución de carácter autónomo,
profesional y estratégico. Tal como en México Evalúa lo establecimos en
el reporte De PGR a FGR: Lineamientos para la transición, el
nuevo diseño de la Fiscalía deberá priorizar las funciones sustantivas y
garantizar una transición ordenada. La definición del modelo de
investigación será crucial y determinará el punto de partida para la
construcción de un modelo de gestión y de atención a víctimas que
garantice un verdadero acceso a la justicia.
En este sentido, la Fiscalía deberá asegurar condiciones de
independencia técnica para los operadores, facilitarles los recursos
tecnológicos y de inteligencia necesarios, así como la definición de un
modelo de investigación que atienda a la planificación y a políticas de
priorización en la persecución delictiva. Bajo tales consideraciones, la
unidad para la investigación del caso Ayotzinapa podrá representar un
botón de muestra respecto de la transformación institucional y del
sistema de justicia, tanto en el ámbito organizacional como en el
desarrollo de sus funciones.
Elementos decisivos para una nueva etapa
Este entramado de señales y oportunidades puede significar
ciertamente un giro en la investigación de un caso que ejemplifica las
graves violaciones a derechos humanos que son cometidas y auspiciadas
por el propio Estado. Sin embargo, en este momento no puede darse por
sentado nada. Las condiciones están dadas, pero el trabajo de la Unidad
de Investigación y Litigación de la FGR, así como el de la Comisión
Presidencial para la Verdad y la Justicia en el caso, deberá ser de
estrecha coordinación y colaboración.
Ahora es cuando puede hablarse de un parteaguas institucional, pero
éste requerirá de todo el apoyo por parte del Ejecutivo Federal y del
titular de la Fiscalía General de la República, cuestiones que podrán
evaluarse sólo con el tiempo. El acceso a la información y a todos los
recursos necesarios será una condición necesaria para el proceso, al
igual que la interlocución permanente con las víctimas y sus
representantes, a quienes se deberá permitir la participación activa en
todo el proceso.
Otra condición necesaria tiene que ver con el apoyo y asistencia
técnica internacional que deberá asegurarse en el marco de los trabajos,
tanto por parte del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, como
por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuya labor ha sido
clave para el avance de las investigaciones y el respeto de los
derechos. Finalmente, con esta nueva conformación están dadas las
condiciones para que las decisiones tengan como centro a las víctimas y
logre romperse con los pactos de impunidad.
– – – – – – –
*Chrístel Rosales es investigadora del programa de Justicia de México Evalúa
[1] Informes Ayotzinapa I y II, Avances y conclusiones sobre la investigación, búsqueda y atención a las víctimas presentados por el GIEI; así como Doble injusticia: informe sobre violaciones de derechos humanos en la investigación del caso Ayotzinapa, integrado por la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos
[2] Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia. Delitos de Estado: Un enfoque para la investigación de nuevas formas de criminalidad. Yuli Pliego, Diana Mora y Margarita Griesbach. 2018
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