Víctor M. Toledo
Una vez más la naturaleza nos
enseña. No sólo los seres humanos, también numerosos organismos migran
para sobrevivir. Aves, ballenas, tortugas, peces, libélulas, mariposas.
Son bien conocidos por la ciencia los larguísimos desplazamientos que
realizan las ballenas y tortugas. Los salmones desovan y se reproducen
en agua dulce, pero migran al mar para alimentarse y crecer. Los
caribúes y cebras migran cada año en grandes cantidades a través de las
planicies abiertas de África oriental, en busca de agua y de hierba
fresca. De las aves se conocen cientos de ejemplos en trayectorias que
van del norte de África a Europa y de retorno o de Norte a Sudamérica y
viceversa. Estos movimientos de las especies forman maravillosos
fenómenos que se fueron refinando en el tiempo; miles, quizás millones
de años, mediante mecanismos complejos que no se acaban de comprender.
Su objetivo es desplazar poblaciones gigantescas ante los ritmos
climáticos estacionales, siempre buscando zonas confortables en
temperatura y humedad o para buscar alimentos o sitios adecuados para su
reproducción.
De las innumerables especies migratorias escogemos a la mariposa
monarca, que con toda libertad se mueve por los territorios de tres
países que los humanos han demarcado como excluyentes, porque esta
delicada criatura, de medio gramo de peso, nos da lecciones para
construir un marco desde el cual abordar las migraciones humanas. Año
con año, la mariposa monarca migra en el otoño a partir de agosto y
septiembre de las regiones del sur de Canadá y norte de Estados Unidos
hacia las porciones más cálidas de California y sobre todo del centro de
México, para retornar de nuevo en la primavera. La ida y retorno es
cuestión del sitio del que lo describe, pues igual podemos decir que la
mariposa va al norte y regresa al sur. En su trayectoria la mariposa
vuela unos 5 mil kilómetros y requiere de varias generaciones, de tal
suerte que los individuos que repiten el ciclo un año después son los
tataranietos de las anteriores.
La monarca no distingue puestos migratorios ni fronteras políticas.
Lo libre de su vuelo es un himno vital. Tres lecciones nos brinda esta
especie: el espíritu de cooperación que es inherente a todo insecto
social, su gregarismo que le permite reunirse y protegerse cuando
pernocta en los árboles, y su capacidad para adaptarse, sin
modificarlos, a los ritmos climáticos. Según la IUCN (International
Union for Conservation of Nature) la monarca no es una especie en
peligro, pero sí su proceso migratorio. Los humanos de los tres países
hemos levantado obstáculos cada vez más difíciles de remontar para la
mariposa. En Canadá, donde los eventos climáticos extremos crecen al
doble del promedio mundial, la Cámara de los Comunes acaba de declarar
la
emergencia climática nacional. Qué tanto el cambio climático afecta a las poblaciones de la mariposa es algo que se estudia. El territorio estadunidense está a su vez minado por los extensos campos de cultivo agroindustrial, contaminado de insecticidas y de cultivos transgénicos.
Mares de millones de hectáreas de maíz y de soya genéticamente
modificados siempre acompañados del temible glifosato (herbicida).
Además se ha comprobado que el polen del maíz transgénico cuando se
deposita en las hojas de la asclepia, la principal fuente de alimento,
mata a las orugas de la mariposa. Finalmente su tránsito por México se
ve afectado por la minería, la fracturación para extraer petróleo y gas,
los gasoductos y oleoductos, las carreteras, y la destrucción de
hábitats. Por fortuna se mantienen los 15 refugios de bosques de abetos y
otras especies de árboles de Michoacán y estado de México.
Las migraciones humanas de hoy son resultado de la mayor inequidad
social de toda la historia, de las guerras religiosas y étnicas y
también de la explotación acumulada en siglos por los imperios de Europa
(español, portugués e inglés) Japón y EU. La creación de bolsas de
miseria, inseguridad e injusticia, y su subsecuente multiplicación y
expansión por todo el mundo, son engendros de la modernidad. La defensa
que hacen los núcleos de bienestar con el cierre de sus fronteras y la
defensa de sus territorios, puede tener justificación desde la
perspectiva nacionalista, pero no en términos de los derechos de la
humanidad. Como la mariposa monarca, las decenas de miles de migrantes
enfrentan el asedio y la supresión de su libre tránsito. Mirar desde los
ojos de la mariposa el problema migratorio humano, es recobrar el
espíritu humanitario. La conciencia de especie será la única que nos
salve ante la irracionalidad y la barbarie.
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