Con frecuencia los machistas actúan como los niños cuando hacen
alguna travesura que quieren ocultar. Se oye un ruido en el salón donde
un niño anda jugando, entra el padre o la madre para averiguar qué ha
ocurrido, ve que hay un jarrón roto en el suelo, y lo primero que dice
el niño mientras intenta ocultar el balón tras su cuerpo, es “yo no he sido…” Y lo hace porque en verdad cree que en su mundo esa explicación es suficiente para alejar las dudas y llevarse la sospecha.
Los machistas que saltan a las redes como si estas fueran la arena del coso, no hablan desde la inocencia infantil, sino desde la falta de costumbre de siglos de impunidad.
No están acostumbrados a que se les exija por todos los “jarrones
rotos” de su violencia ni a dar explicación alguna por nada, por eso intentan lo del “yo no he sido” negando la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones. Pero como observan que ya no tienen éxito y sólo se lo creen ellos mismos, ahora tratan de incorporar algún argumento nuevo para intentar pasar desapercibidos, a pesar de que las consecuencias de su violencia son objetivas.
La última estrategia del machismo es hacer creer que el trabajo
contra su modelo y la violencia de género no es legítimo, y que las
acciones realizadas desde el feminismo y las instituciones que abordan
estos casos de violencia, se llevan a cabo por los beneficios económicos de quienes defienden y trabajan por la Igualdad. Por eso, entre otras iniciativas, desde la ultraderecha han pedido conocer la identidad de trabajadoras y trabajadores
bajo un primer argumento que hablaba de “ideología”, aunque después
hayan cambiado sus razones, aunque no las acciones. Para ellos la
derecha ni el machismo son ideología.
Lo que busca el machismo con ese argumento es un doble efecto, por un lado presentar ese trabajo como las tareas de una especie de mercenarios que sólo buscan un interés material; y por otro, hacer creer que dichas personas necesitan aumentar el número de casos de violencia de género,
y con ellos el ataque a los hombres, la familia, el orden social… para
enriquecerse mucho más a costa del sufrimiento de quienes sufren la
injusticia de esa estrategia, que son los hombres “denunciados
falsamente”.
La estrategia no es nueva, si se revisa la
hemeroteca, al argumento económico es el que más se utiliza contra las
personas a quienes se busca criticar, y presentarlas como interesadas en
su trabajo y compromiso sólo por el interés económico. Un ejemplo
cercano lo tenemos en la visión estereotipada de la política que se
suele dar desde estas posiciones, sobre todo cuando se actúa contra personas y los partidos de izquierdas,
porque en su modelo de sociedad la derecha representa el status y la
riqueza, y es legítimo, según sus argumentos, que tengan dinero y que
realicen actividades de todo tipo para conseguir más ganancias a título
personal, además de gestionar la política. Por el contrario, la
izquierda es presentada como un grupo de personas que llegan a la política para enriquecerse
y con la revancha de “quitarle a los ricos” lo que tienen; y todo ello
porque son incapaces de ganarse un sueldo por méritos propios.
El machismo ha recuperado esta estrategia para
defender su posición porque sabe que genera ese doble impacto: la
crítica a través de la idea de instrumentalización de las propuestas a
favor de la Igualdad, y el odio contra todas las personas que las
secundan y desarrollan al mandar el mensaje de que lo hacen para
enriquecerse (asociaciones, organizaciones, profesionales…) sobre el
dolor de quienes sufren las consecuencias negativas de esas iniciativas,
que para ellos, como hemos apuntado, son los hombres buenos y honrados
“denunciados falsamente”.
Y no es casualidad. En el machismo perciben que toda la
transformación que vive la sociedad a favor de la Igualdad, además del
cambio cultural que conlleva, supone una pérdida de los beneficios que la desigualdad otorga a los hombres.
Los privilegios de los hombres debidos al machismo son “gratis total”,
no necesitan subvenciones, ni ayudas, tampoco iniciativas
parlamentarias ni planes de acción, ya cuentan con los Presupuestos
Generales del Estado como financiación, con la cultura como marco, y la
normalidad como protocolo de actuación. Los hombres ya disfrutan
de una brecha salarial a su favor, de una mayor ocupación laboral, de
mejores puestos en el trabajo y en los espacios de decisión, de mayor
tiempo de ocio, concretamente un 34% más cada día, mientras que las
mujeres se tienen que dedicar un 96% más a las tareas domésticas, y un
26% más al cuidado de hijos e hijas (CIS, marzo 2014). El último ejemplo
lo tenemos en la decisión del Tribunal Constitucional
de declarar inconstitucional el cálculo de las pensiones en los puestos
de trabajo a tiempo parcial, entre otras razones por existir una discriminación de género en este tipo de actividades laborales que lleva a que el 75% del mismo sea desarrollado por mujeres.
El machismo no da puntadas sin hilo, y cuando
recurre al argumento de los beneficios económicos y los “chiringuitos”
del feminismo y de quienes trabajan por la Igualdad, además del ataque,
lo hace porque perciben que sus beneficios y privilegios se están
resintiendo, de ahí su resistencia y ataque. Porque quieren mantener los privilegios de la desigualdad y el “gratis total” que les proporciona el machismo.
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