Natalia Tangona
¿Cuándo comenzamos a hablar de soberanía alimentaria? ¿Cómo es que la
agroecología se convirtió en una de las concepciones políticas más
pujantes del siglo XXI? ¿Qué lugar ocupa el feminismo en el rumbo de la
producción de alimentos? Para entender la reconfiguración del campo como
principal actor de disputa en la lucha contra el modelo neoliberal y
extractivista, es necesario observar dentro del mismo a su semilla: la
lucha de las mujeres rurales y campesinas contra la opresión patriarcal
de los cuerpos y los territorios. Para comprender dónde estamos paradxs
hoy, es preciso conocer los procesos que nos han traído hasta aquí.
Entrevista a Francisca “Pancha” Rodríguez, de ANAMURI.
«La semilla es el corazón de la soberanía alimentaria. Está tan
claro para nosotras que, si nuestro corazón deja de latir,
inevitablemente se acaba la vida; si nuestra semilla desaparece se acaba
la vida, nuestra vida, la vida de las comunidades campesinas, de las
comunidades indígenas. Pero también se acaba la vida de la que respiran
nuestros países.»
Pancha Rodríguez, abril de 2006, entrevista de Biodiversidad [i]
¿Cuándo comenzamos a hablar de soberanía alimentaria? ¿Cómo es que la
agroecología se convirtió en una de las concepciones políticas más
pujantes del siglo XXI? ¿Qué lugar ocupa el feminismo en el rumbo de la
producción de alimentos? Para entender la reconfiguración del campo como
principal actor de disputa en la lucha contra el modelo neoliberal y
extractivista, es necesario observar dentro del mismo a su semilla: la
lucha de las mujeres rurales y campesinas contra la opresión patriarcal
de los cuerpos y los territorios. Para comprender dónde estamos paradxs
hoy, es preciso conocer los procesos que nos han traído hasta aquí.
La Campaña Continental 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y
Popular (1989-1992), convocada por organizaciones campesino-indígenas de
la Región Andina y el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, fue el
disparador para organizarse contra las políticas de saqueo y la
implantación del agronegocio en los campos en la década del ‘90. Así, en
1994 nace la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo
(CLOC). Dos años después, en Roma, se lleva a cabo la Cumbre Mundial
sobre la Alimentación donde, durante cinco días, se debate sobre la
erradicación del hambre en el mundo y la garantización de la seguridad
alimentaria. Es entonces cuando la CLOC-Vía Campesina redefine el
término «seguridad alimentaria». Porque ¿qué es lo que los dueños del
mundo conciben como seguridad? ¿Seguridad en términos cuantitativos o
equitativos? ¿Acaso el derecho a comer no se relaciona con el derecho
del campesinado a decidir sobre su propia producción, de acuerdo a la
cultura de los pueblos? De esta manera, el concepto de Soberanía
Alimentaria fue acuñado desde la misma lucha por la tierra y la
agricultura milenaria, otorgándole el marco político a los movimientos
rurales y campesinos en resistencia contra el agronegocio y el monopolio
terrateniente.
25 años después, el debate ha echado raíces.
Francisca “Pancha” Rodríguez es representante de ANAMURI (Asociación
Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas de Chile) dentro de la CLOC y es
una de las fundadoras de La Vía Campesina. Una de las guardianas de la
tierra, de las semillas, de los recursos, del futuro, tejedora de
salidas colectivas contra todas las violencias hacia la vida y la
libertad.
– ¿Cómo comienzan a organizarse las mujeres dentro de la CLOC
y qué actividades vienen desarrollando? ¿Cuándo empiezan a
identificarse como feministas, cómo ha incidido en la organización y
cómo fue ese proceso?
– “Las mujeres no empiezan a organizarse dentro de la
CLOC, ya veníamos organizadas y construir la CLOC fue trabajo conjunto
de hombres y mujeres. La organización de las mujeres tiene historia,
pero una historia no reconocida, a veces ni por nosotras mismas. Pero la
verdad es que siempre hemos estado ahí, siempre hemos sido artífices
principales de la producción y en momentos difíciles se hace mucho más
visible. Y fue lo que pasó con la constitución de la CLOC. Significó
construir este proceso de unidad y de lucha sumando sectores nuevos en
alianza. Los sectores de los pescadores, de los pueblos originarios y
principalmente de las mujeres que se expresaban en la diferentes
actividades que contiene la vida del campo, que yo siempre digo “la
estrategia de supervivencia” que las mujeres hemos creado. Que están
entorno de nuestra identidad con la tierra, especialmente la artesanía,
la transformación de alimentos, el trabajo de recolección. Entonces en
los tiempos difíciles todo el saber, todo el quehacer de las mujeres se
pone en primera línea, como estamos ahora.
Creo que el movimiento feminista en América Latina tuvo una
presión más fuerte en lo que fue la lucha por la recuperación de la
democracia en los países, y es un feminismo que emerge muy comprometido
con la lucha de los pueblos. Eso también fue generando una nueva cultura
de mujer, de la cual nosotras no nos quedamos al margen porque ya había
un proceso importante de participación de las mujeres que reclamaban
espacio dentro de las organizaciones, y que se ha ido empoderando. Eso
tiene que ver también con el proceso a nivel internacional, o sea, para
nosotros (aunque aparentemente pasó por nuestra espalda lo que fue el
decenio de la mujer) no fue tan así. Yo creo que todavía nosotras no
evaluamos lo que significó ese proceso, esta fusión que hubo ligeramente
entre las mujeres feministas y los sectores populares. Nosotras éramos
un sector aparentemente nuevo, que emergía con fuerza de lo que fue la
Campaña de 500 años de Resistencia Indígena Campesina Negro Popular, de
lo que fue la construcción de la propia Vía Campesina y la construcción
de la CLOC, donde la mujeres siempre estuvimos presentes. Fuimos
avanzando cada vez un poco más en nuestra historia de estas últimas
décadas, marcada por tomar protagonismo en un proceso de lucha por la
soberanía alimentaria, por el derecho a la tierra, por la defensa de
nuestros recursos naturales.”
Por aquellos años, en muchos territorios de América Latina, se
consolidaba el paso de la agricultura campesina a la producción
industrializada de la mano de la “revolución verde”, iniciada en la
década de 1970. Los campesinos y campesinas eran (y son) un obstáculo en
los planes monopolizadores del mercado de las grandes transnacionales, y
en las nuevas formas de injerencia y apropiación rediseñadas a través
de los TLC. El rol de las mujeres fue tomando la notoriedad
históricamente invisibilizada en torno a la producción de alimentos para
el mundo. Resistir para seguir existiendo. En esa lucha por la
existencia de la agricultura ancestral, de los pueblos, de las
identidades, de los recursos, el empoderamiento de las mujeres fue
conformando un nuevo marco político que se enlazó perfectamente al de la
soberanía alimentaria: el feminismo campesino y popular.
“Nuestra participación política es entender en dónde estamos y
hacia dónde queremos ir, por eso es que logramos establecer paridad de
género dentro de la CLOC y la Vía Campesina, estar en el debate
político, hacernos visibles, establecer espacios propios de discusión
donde nosotras aportemos a las grandes decisiones del movimiento
campesino, y el movimiento campesino lo contemple en sus resoluciones.
De ese modo es que emerge la paridad de género, de esa forma surgen la
campaña por la Soberanía Alimentaria y la campaña por nuestras semillas.
De ahí nace la Campaña contra las violencias a las mujeres en el campo
y, más allá del campo, contra la violencia en todas sus expresiones,
contra la violencia que se vive en las comunidades pero que
mayoritariamente nos va golpeando y nos va afectando a las mujeres como
tales. Esto nos lleva a un desarrollo político muy vertiginoso del
movimiento campesino en América Latina que cada vez va alcanzando más
notoriedad. No solamente es la lucha por la soberanía alimentaria: es la
lucha por la reforma agraria, es la lucha por el agua, por la defensa
de los territorios y de nuestra biodiversidad. En esa lucha nosotras
estamos muy presentes, visibles y sensibilizadas.
Para nosotras, llegar a definirnos como feministas fue un proceso
que no ha sido fácil. Ya son más de diez años que llevamos en este
debate. Pero fue un paso político en un momento en que el movimiento
campesino definía políticas para la construcción de un nuevo modelo de
sociedad enmarcada dentro del socialismo. Nuestra primera consigna fue
decir que entrábamos a este debate tomando toda la experiencia histórica
-no es que partimos de cero- y reconstruyendo procesos que han sido
descalificados desde el punto de vista del interés del capital. Por lo
tanto, nosotras dijimos: “aquí no puede haber socialismo si no hay
feminismo”. Y fuimos reconstruyendo un proceso que nos llevó a teorizar,
a escarbar para atrás y ver desde el punto de vista de lo que había
sido históricamente el papel de la mujer en la agricultura. Ha sido un
proceso muy interesante para entrar a mirar en qué minuto las mujeres se
han relegado a un segundo plano. Cómo el capitalismo se expresa y
genera estas diferencias profundas de género, cómo se convierte el
patriarcado en una herramienta que sostiene este sistema y cómo va
satanizando el debate y la construcción política. Yo creo que en eso
estamos de vuelta.”
“Nosotros tenemos paridad de género, porque nosotras reclamamos y
levantamos ese derecho de estar en igualdad, si estamos en igualdad en
el trabajo en el campo, también dirigiendo el movimiento” [ii]
Pancha Rodríguez, marzo de 2017, entrevista de Revista Pueblos
¿Qué es el feminismo campesino y popular y cómo se construye?
– “Cuando estamos hablando de feminismo, al igual que cuando
hablamos de soberanía alimentaria, nosotras hablamos de derechos: de los
derechos de las mujeres, de los derechos de la madre tierra, de los
derechos de campesinas y campesinos. Entonces ¿cómo hacemos una mixtura,
desde nuestros derechos, que nos de un marco frente a la sociedad que
aspiramos? Es un proceso que no acaba, no termina.
Lo hacemos mirando hacia la propia construcción de los pueblos
indígenas, desde la visión dual, desde la complementariedad y viendo
cómo esa cosmovisión dual podría nutrir este nuevo pensamiento. Por
ejemplo el valor que tienen -y lo que significan para nosotras- nuestras
semillas, la significación de vida que tiene nuestra semilla y lo que
nos ha devuelto: la soberanía alimentaria; este rol tan importante de
las campesinas y los campesinos que es producir los alimentos que los
pueblos necesitan. Pero también dentro de eso está nuestra propia
creatividad, nuestra creatividad infinita de transformar la producción y
convertirla en alimento, en generar un espacio tan importante de
encuentro, de reencuentro y de construcción dentro de la cocina, lo que
para algunas mujeres de la ciudad o para algunas feministas es poco
aceptable. Yo creo que pasará un tiempo antes de que se entienda que
tenemos que tener una mirada feminista donde tengamos muy presente la
cultura de los pueblos y la identidad, porque nosotras hemos perdido
mucho la identidad en términos generales. Nos han arrebatado nuestra
propia identidad para ponernos carteles que nos alejan incluso de la
realidad de lo que somos. Ya no somos campesinas, somos productoras,
somos microempresarias, somos emprendedoras, somo mujeres competitivas,
somos innovadoras y resulta que ninguna de esas identidades que nos dan
van resolviendo los grandes problemas que hoy día tenemos las mujeres,
en función no solamente de lo económico, sino que de lo político, de lo
cultural, de mejorar la calidad de vida, de poder preservar nuestro
territorio y, dentro de nuestros territorios, lo que significa nuestra
cultura y nuestra propia espiritualidad. Entonces creo que hoy día hay
una profunda admiración a la gracia, la valentía que tiene el movimiento
feminista joven, pero también desde el punto de vista de las mujeres y
la gente del campo, del conservadurismo que todavía está muy presente,
hay un temor, hay un miedo y un rechazo que nos puede retrasar en este
debate sino encontramos los puntos de encuentro. Porque por eso decimos
nosotras que nuestro feminismo es un feminismo político y de clase, es
un feminismo liberador, desde la lucha de los pueblos, desde las
comunidades. Es un feminismo que lucha contra la violencia y para
terminar con el acoso como una práctica del patriarcado. La comunicación
llegó al campo para arrancarle lo que estaba muy escondido y generar
una cultura rupturista frente a esta costumbre, a esta situación tan
silenciosa, estas tradiciones que son tan atentatorias contra nosotras.”
La CLOC – Vía Campesina realiza, cada dos años, la Escuela
Continental de mujeres del campo, fortaleciendo la formación política
con perspectiva de género, la reflexión, el encuentro y el intercambio,
hacia la construcción colectiva de un feminismo campesino y popular.
¿Cómo tejemos puentes entre los distintos cuerpos-territorios? Quizás
la mirada sobre lo concreto, sobre lo tangible, sobre cada paso, nos
permita identificar a los procesos históricos de los territorios en la
historia propia de nuestros cuerpos. La identidad, la memoria de las
semillas, el agua que nos entrelaza y este borde tan filoso al que nos
condujo el sendero del capitalismo salvaje deben reencontrarnos
asimilando que desalambrar y despatriarcalizar son sinónimos esenciales
en este proceso de cambio donde la agroecología resulta central.
-¿Cómo se vincula la agroecología para la soberanía
alimentaria con el feminismo campesino y popular? ¿Cuáles son las
fortalezas adquiridas de cara al futuro y cuál es el horizonte de lucha?
– “Sin duda que requerimos de un reencuentro en un debate más
profundo entre campo y ciudad. Yo creo que la pandemia tiene un fuerte
impacto en nosotros. Porque en el campo tú tienes que hacer cuarentena
pero tienes que seguir produciendo, entonces la soberanía alimentaria
cobra una fuerza muy mayor para nosotros, que la hemos construido,
durante todos estos años, como una identidad. No podemos pensar que la
soberanía alimentaria sea un discurso nomás y no un reconocimiento como
tal. Es necesario ese debate. Si no, la agroecología corre riesgo. A
nosotros la soberanía alimentaria nos devolvió identidad desde el punto
de vista del trabajo de las mujeres. Nos lleva a reconocer como formas
válidas nuestro sistema productivo, los sistemas centrales, los que han
sido amigables, cuidadosos con la tierra y el medio ambiente, los que
nos han proporcionado únicamente los alimentos, los que han generado un
puente importante entre el campo y las ciudades, los que le dan cultura e
identidad a los pueblos y a la localidad. Creo que esta necesaria
conversación, este necesario debate, lo vamos a hacer después de esto.
Yo tengo mucha esperanza, creo que la consigna nuestra que generó la Vía
Campesina “globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza” hoy día se
tiene que invertir: tenemos que globalizar la esperanza para
fortalecernos y continuar la lucha, tenemos que abrir nuevos caminos de
diálogo. Creo que en este momento el vínculo entre campo y ciudad se va
afianzar más, porque la gente de la ciudad ha entendido que el
garantizar la alimentación, el poder enfrentar estas situaciones de
crisis tan terribles, se hace con los campesinos y las campesinas, se
hace mirando lo que la tierra nos puede dar. La soberanía alimentaria
cobra una validez tremenda, pero por sobre todo, en este periodo el
quehacer, el luchar, el resistir de la mujeres también se pone en un
punto bastante alto. Estamos en una época diferente, es momento de
rehacer la huerta, de poder rehacer los jardines, de darle un sentido
nuevo a la vida. Y eso nos acerca profundamente a las mujeres del campo y
de la ciudad. Nuevamente se tiende un cordón importante entre el mundo
rural y el mundo urbano, y eso no lo podemos perder. Tenemos que rehacer
ese caminar, que es lo que nos va a dar un cambio definitivo donde
podamos construir el mundo que queremos: paritario, donde nuestros
derechos y los derechos de los pueblos estén consagrados y donde los
pueblos indígenas, los pueblos originarios, recobren su territorio y
podamos mirarnos como hermanas y hermanos. A lo mejor podríamos decir
que son sueños de vieja, pero yo creo que son sueños de futuro. En los
momentos en que estás en el silencio de la casa, empiezas a pensar en lo
que fue, en lo que ha sido tu vida, lo que has aprendido de ella y lo
que estás aprendiendo de los tiempos que vienen y la incertidumbre que
te da que aún no seamos capaces de consolidar procesos que nos lleven a
un cambio definitivo. Solamente te digo: el trabajo de hormiga, el
trabajo político, el usar estas redes sociales, el animar la esperanza…
yo creo que es lo que nos va a permitir salir victoriosos hacia un mundo
nuevo.”
Aunque los procesos sean largos, los sueños de futuro siguen
naciendo. La reforma agraria, integral, feminista y popular continúa
siendo la meta. Al igual que en los tiempos de la siembra, es necesario
rotar, sumar nuevas miradas, reencontrarnos con viejas semillas para una
nueva humanidad, hacer, rehacer, brotar, rebrotar, seguir naciendo,
seguir soñando y desalambrando, sanando de tanto agrotóxico, prejuicio y
dependencia. La cosecha, con certeza, llegará. Con agroecología y
feminismo, habrá libertad.
Notas:
Este artículo es parte del proyecto «Profundizando debates
sobre experiencias agroecológicas para la soberanía
alimentaria» realizado con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Tweets sugeridos:
#QuéAgroecologíaNecesitamos | ¿Cuándo
comenzamos a hablar de soberanía alimentaria y cómo la agroecología se
convirtió en una de las concepciones políticas más pujantes? ¿Qué lugar
ocupa el feminismo? Compartimos las reflexiones de “Pancha” Rodríguez.
#QuéAgroecologíaNecesitamos | Francisca
“Pancha” Rodríguez es representante de ANAMURI dentro de la CLOC y es
una de las fundadoras de La Vía Campesina. Una de las guardianas de la
tierra, de las semillas, de los recursos, del futuro.
#QuéAgroecologíaNecesitamos | «Fuimos
avanzando cada vez más en nuestra historia, marcada por tomar
protagonismo en un proceso de lucha por la soberanía alimentaria, por el
derecho a la tierra, por la defensa de nuestros recursos naturales».
#QuéAgroecologíaNecesitamos | «Nuestra
participación política es entender en dónde estamos y hacia dónde
queremos ir, por eso es que logramos establecer paridad de género dentro
de la CLOC y la VC, estar en el debate político, establecer espacios
propios de discusión».
#QuéAgroecologíaNecesitamos | “Cuando
hablamos de feminismo, al igual que cuando hablamos de soberanía
alimentaria, nosotras hablamos de derechos. Lo hacemos mirando hacia la
propia construcción de los pueblos indígenas, desde la
complementariedad».
Artículo por Natalia Tangona – nmtangona@hotmail.com
Ilustración de María Chevalier – www.dibujoschevalier.wixsite.com/mariachevalier
Publicado originalmente en Biodiversidad América Latina
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