Por Lucía Cortés
En el año 2000 la Organización de las Naciones
Unidas decidió a través de esta resolución que la paz solo sería posible
y duradera si las mujeres forman parte de su construcción
Madrid, 21 mayo. 20. AmecoPress. – La Resolución
1325 de la ONU sentó las bases para que las mujeres participaran en los
procesos de paz. Mostraba la voluntad compartida para que dejaran de
ser solo víctimas y se sentarán en las mesas de negociación. Solo si se
cuenta con ellas es posible una paz sostenible y duradera. Sin ellas, no
habrá paz.
El año 2000 presenció la masacre de Grozni, Chechenia, a manos del
Ejército ruso. También entonces se daban los primeros pasos que
conducirían a la invasión y guerra de Iraq. Comenzaron los ataques
terroristas en Laos. El año 2000 fue el mismo en el que la Organización
de las Naciones Unidas decidió a través de la resolución 1325 que la paz
solo sería posible y duradera si las mujeres forman parte de su
construcción. Casi veinte años ya de una resolución histórica que quiso
cambiar la concepción de la paz.
Su aprobación no fue fruto de la casualidad. Numerosas organizaciones
de la sociedad civil venían trabajando desde hacía tiempo en la
importancia de la inclusión de la perspectiva de género en la resolución
de los conflictos. Un punto de inflexión llegó cinco años antes, con la
Conferencia de Beijin de 1995. Esa fecha histórica fue clave en el
impulso de la agenda de las reclamaciones de las mujeres en las grandes
decisiones internacionales. Numerosos estudios han mostrado cómo la
inclusión de las mujeres en los procesos de paz incrementa sus
posibilidades de éxito. Pero no basta con cumplir con números.
La paz no se construye solo en las grandes cumbres y declaraciones de
autoridades. La paz se construye en los países asolados, calle a calle,
y se conquista barrio a barrio y pueblo a pueblo. 1325 de estas
historias personales con mayúsculas aparecen recogidas en el proyecto
“1325 mujeres tejiendo la paz”. Se trata de un libro que recoge las
historias de vida de 1325 mujeres implicadas en los procesos de
construcción de la paz y movimientos pacifistas. Es una obra monumental
que encuentra en el medio digital su segunda casa. En su web se pueden encontrar las historias.
Con él pretendían difundir el trabajo realizado a partir de la
resolución 1325 de Naciones Unidas y recoger del olvido las historias
particulares de mujeres valientes que se plantaron frente al odio y la
violencia. Como es el caso de la suiza Elizabeth Eidenbenz quien creó
una maternidad en la frontera francesa que acogió a las mujeres
exiliadas de la guerra civil española y salvó así la vida de
innumerables mujeres y bebés. Manuela Mesa, coordinadora de la obra, nos
ha hablado sobre el valor de las historias de paz bajo distintas
formas. “A través de las historias de vida podíamos hablar no sólo del
papel que habían jugado algunas mujeres en zonas de conflicto, sino
también de justicia, educación, participación... El proyecto nos acabó
desbordando por la gran acogida que tuvo”.
1325 mujeres tejiendo paz acabó siendo una semilla que germinó. “El
hecho de ponernos a trabajar en este tema hizo que un grupo de mujeres
que estábamos en distintos centros de investigación y otras que no pero
estaban en nuestra red, nos animamos a formar la sección española de
WILPF. Fue un proyecto muy generador y que sigue vivo: se ha
transformado en otras cosas a lo largo de los años. Es un buen ejemplo
de trabajar en red vinculando a mucha gente en distintos niveles de
análisis y con un lenguaje distinto según a quién va dirigido”. Y es que
una de las aspiraciones con que fue concebida la famosa resolución fue
unir a mujeres de distintos ámbitos y latitudes para trabajar juntas por
la paz.
“Avanzar hacia una noción de seguridad humana”
Pero a veces las buenas intenciones solo no sirven. Como hemos visto
en otras ocasiones con resoluciones y declaraciones de intenciones en el
seno de las Naciones Unidas, las palabras no siempre se materializan en
hechos. Para Manuela Mesa, ha faltado esa voluntad generadora por parte
de las instituciones. “No podemos seguir con las mismas de hace veinte
años, los avances han sido bastante escasos. En la parte más normativa y
de resoluciones complementarias se ha avanzado, pero en lo que es
mejorar las vidas de las mujeres que viven en zonas de conflicto se ha
avanzado muy poco. En lo que se refiere a la financiación de las
acciones que es fundamental también se ha avanzado muy poco”.
Sobre los desafíos que debe aún afrontar la agenda de mujeres, paz y
seguridad, señala, son muchos. “Cambiar la propia concepción de
seguridad”. Echa en falta un abordaje que vaya más allá del concepto
tradicional de seguridad basada en el territorio. “Si algo nos demuestra
la crisis del COVID19 es precisamente que la seguridad en este momento
tiene muy poco que ver con la idea tradicional de seguridad militar o
del territorio. Ese es uno de los retos porque la resolución ha sido en
parte utilizada para incorporar más mujeres al Ejército, para
incorporarlas mujeres a las misiones de paz pero no ha sido un cambio
significativo, no ha servido para hacer un debate más a fondo sobre qué
se entiende desde el feminismo por seguridad. Cómo la seguridad tiene
que ver con poner en el centro otras cuestiones y que se opone
completamente a lo que es rearme y militarismo”.
“Ellas decían que no se levantaban de la mesa hasta que sus verdugos las mirasen a los ojos”
Cuando se habla de la participación de mujeres en los procesos de paz
el primer caso que se nos viene a la cabeza es Colombia. Después de más
de cincuenta años de un conflicto sangriento entre Gobierno y
guerrilleros, en 2016 se firmó un Acuerdo de Paz histórico para el
pueblo colombiano y para el mundo. Por primera vez las mujeres se
sentaron a la mesa. Lula Gómez, periodista y escritora, entrevistó a siete lideresas colombianas por la paz y unió sus voces en un libro “Mujeres al frente: La ley de las más nobles” y un documental homónimo.
Echando la vista atrás, las cosas no han cambiado tanto en el país. “Se
prometió principalmente que no hay paz, si no hay pan. Que debían
hacerse una serie de reformas estructurales en el campo, por su puesto
siempre con mirada de género. Y esas reformas no se han hecho y el
estado sigue sin estar presente en las zonas más golpeadas por la
guerra. Ha pasado el tiempo, en las zonas de dónde salieron las FARC las
han ocupado otros actores armados que son ni más ni menos que ELN, los
paramilitares, los narcos de Sinaloa y bandas criminales, lo que llaman
allí bacrils. Claro, si no llega el Estado la situación absolutamente de
guerra. Las mujeres por su parte siguen liderando procesos de paz y
dejando bien claro su defensa por la tierra y por todos y están siendo
asesinadas. Ellos también, por supuesto. Mujeres y hombres están siendo
asesinados de forma sistemática con el Gobierno mirando para otro lado”.
Pero no por ello deja de valorar positivamente las aportaciones de
estas mujeres valientes a las que conoce bien.
“Yo creo que la principal aportación es esa amplia perspectiva de lo
que supone la paz. La paz es una palabra muchas veces muy cansada y
consumida, es como si habláramos de amor. Estas mujeres hablaron de paz
de una forma muy clara. Hablaron de la necesidad de tener una educación
para sus hijos y sus hijas. De la necesidad de que se reconociese cómo
la guerra había pasado por sus cuerpos. De la necesidad de establecer y
cambiar la política agraria del país. Hablaron de la necesidad de que
las riquezas minerales del país no se vayan a multinacionales
extranjera. De la necesidad del diálogo entre víctimas y verdugos. Ahí
ellas son unas maestras en un país con ocho millones de víctimas ellas
decían que no se levantaban de la mesa hasta que sus verdugos las
mirasen a los ojos. Y lo hacían con una generosidad enorme”.
Pero no han sido solo las colombianas, las mujeres congoleñas también
trataron de tomar las mesas de negociación durante el proceso de Goma. A
pesar de las dificultades, han conseguido grandes avances pese a un
contexto normativo con leyes que las subordinan al hombre. No se puede
olvidar que los procesos de paz no son solo el cese de la violencia o la
deposición de las armas. Es el momento clave en el que se sientan las
bases para la configuración del nuevo estado, las leyes fundamentales de
las que se dota y las promesas que hace a su pueblo.
Por ello, la resolución de un conflicto no debe de ser solo el fin de
la violencia sino también la construcción de una paz duradera. Se debe
incluir la perspectiva de las mujeres pues solo así se puede garantizar
que la nueva situación respetará los derechos y podrá intentar iniciar
la reparación a más de la mitad de la población. Un proceso de paz
brinda la oportunidad a una nación de construir un nuevo futuro y su
éxito depende la inclusión plena de toda la sociedad: mujeres incluidas.
Fotos: 1. Logo. Archivo AmecoPress y 2. UN Photo/Cia Park
Pies de foto: 1. Eleanor Roosvelt con la DUDDHH y 2. Debate del Consejo de Seguridad de la ONU sobre mujeres, paz y seguridad
No hay comentarios.:
Publicar un comentario