Editorial La Jornada
La pandemia de
Covid-19 no sigue una pauta de distribución geográfica uniforme. En
México, al igual que en la mayoría de los países en que se ha hecho
presente (que son casi todos), hay áreas en que la enfermedad alcanza
elevados niveles de afectación, mientras que se detectan zonas donde la
incidencia del virus se percibe como notoriamente menor.
También la respuesta social al peligro de contagio presenta marcadas
diferencias en distintos puntos de la República, en algunos de los
cuales parece predominar el escepticismo no sólo respecto a la capacidad
letal del virus, sino también respecto a su mera existencia. Para crear
conciencia entre la ciudadanía sobre dicho peligro, las autoridades de
gobierno de la Ciudad de México establecieron zonas consideradas de alto
riesgo, en las que han colocado carteles de advertencia (mercados,
tianguis, estaciones de metro y otros sitios de alta concentración
poblacional). Y no obstante, en algunas de ellas sigue registrándose una
actividad que contraviene todas las recomendaciones y disposiciones
adoptadas para minimizar la exposición al coronavirus.
Pero es en Acapulco donde el fenómeno ha llegado a límites que son
preocupantes. No obstante que desde el pasado viernes los hospitales del
Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y del Instituto de
Seguridad y Servicios Sociales del Estado (Issste) anunciaron que habían
llegado a un punto de saturación y ya no podrían recibir a más personas
afectadas por el Covid-19, el gobierno municipal del puerto guerrerense
disuelve a diario fiestas, reuniones e improvisados eventos deportivos
que se realizan a contramano de todas las advertencias de seguridad. De
momento, los pacientes que requieren internación por la pandemia están
siendo referidos a otros establecimientos hospitalarios adyacentes al
centro turístico; sin embargo, de continuar la tendencia al alza en los
contagios (Guerrero ocupa, a la fecha, el tercer lugar nacional en
cuanto a crecimiento en ese rubro, aunque la tasa de incidencia de la
enfermedad es la número 23 en el país) el problema puede alcanzar
proporciones mucho más graves. Hasta ayer, la cifra de casos comprobados
a escala estatal era de mil 83, y Acapulco el centro de la epidemia en
la entidad. A las instituciones de salud colmadas se le suma la difícil
situación por la que atraviesan los dos crematorios de la ciudad, uno de
los cuales estaba ayer también saturado, mientras el otro intentaba
solventar a marchas forzadas la demanda de ese servicio.
En este contexto, el llamado de la alcaldesa del puerto, Adela Román Ocampo, enfatizando que
el virus existe, no es ningún invento y está provocando la muerte de miles de personas en todo el paísno ha encontrado el eco que sería deseable para quienes habitan la localidad más poblada de Guerrero y afrontan un elevado riesgo de contagio masivo.
Para mucha gente que vive gracias a la actividad que lleva a cabo día
con día, el confinamiento y la virtual parálisis económica que el mismo
provoca se convierten en un problema de difícil solución para la
subsistencia. No es el caso, sin embargo, de quienes por hartazgo
celebran reuniones de esparcimiento que ponen en riesgo su salud, la de
los suyos y las de quienes los rodean.
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