Por Renata Turrent
El Covid-19 ha desvestido muchas de
las prácticas, ideas y estructuras que configuraban la vida pública y
privada del país. Desde cómo saludamos a nuestros conocidos, hasta la
urgencia por tener un sistema de salud público, gratuito y universal. El
Covid también viene a desmantelar modelos sociales y económicos
–implantados desde el extranjero en varios países de Latinoamérica,
incluyendo México– que se mantienen gracias a la crueldad de tener en la
miseria, precarización y explotación a la mayoría por el beneficio de
unos cuantos.
Un ejemplo de esto es el que dio el Presidente López
Obrador en su ensayo hace unos días, donde destaca que en tan sólo nueve
años los hombres más ricos del mundo incrementaron al doble sus
riquezas sin que esto se viera reflejado en una mejora en la calidad de
vida de las mayorías. Esto se explica, entre otras cadenas de
explotación, con la entrada masiva de las mujeres al mercado laboral con
lo cual las horas trabajadas por hogar se han duplicado sin que esto se
refleje en el ingreso ni en el bienestar de las familias.
En el periodo neoliberal se instauró la idea de que el Estado debe
cumplir con el menor número de responsabilidades posibles pues el
mercado puede encargarse de la gran mayoría de éstas, incluyendo, por
ejemplo, el camino hacia la privatización del sector salud o modelos
laborales que dejaban sin protección alguna a los y las trabajadoras.
Sin embargo no existe evidencia de que este modelo funcione para la
mayoría de las personas pues no existe país en el mundo que haya
implementado este modelo al pie de la letra y haya conseguido bienestar
social.
En México ha sido un especial fracaso. Por ejemplo: el 50% de la
población no puede ni siquiera acceder a prestaciones garantizadas en
la Constitución porque simplemente las puertas del mercado laboral
formal están cerradas. Todos estos temas, además, afectan de manera
desproporcionada a las mujeres pues la pobreza y la precarización
laboral están altamente feminizadas en México y en el mundo. De esta
forma, al entrar al mercado laboral, las mujeres suelen tener jornadas
dobles de trabajo, pues el trabajo del hogar se sigue cargando en sus
manos. Según la CEPAL las mujeres en México hacen tres veces más horas
de trabajo del hogar no remunerado que los hombres y el 77% del trabajo
de cuidados.
El gobierno actual se ha puesto como objetivo mejorar los servicios
públicos de seguridad social. No sólo con la creación del INSABI para
garantizar la salud y medicinas a toda la población, sino también con
una serie de políticas redistributivas –becas a estudiantes y pensiones
universales a adultos mayores– que buscan transitar a una reapropiación
de las responsabilidades del Estado.
Esto no significa que no debamos
construir políticas públicas acordes a las fortalezas de nuestro país,
por el contrario, es obvia la necesidad de aprovechar la gran
institución social que es la familia, sino que debemos hacerlo de manera
más justa. Es por eso por lo que hoy se pretende construir es un modelo
en el que el Estado sea garante de seguridad social y la familia sea un
soporte adicional.
Pero para llegar ahí, sin duda hoy nos sostenemos y
salimos adelante gracias al soporte familiar. Cuando inició el Covid-19
en nuestro país el Presidente hizo un llamado a que los hombres
compartieran de manera justa las labores del hogar y de cuidados, pues
sólo así podremos transitar a un modelo colaborativo y no uno que se
recarga únicamente en el trabajo de las mujeres. Un modelo en el que
todos los mexicanos tengan garantizados los servicios desde la cuna
hasta la tumba.
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