Ciudad de México. Desde que la India, Tailandia y
Nepal cerraron sus puertas para parejas extranjeras que buscaban los
servicios de madres de alquiler, Ucrania se ha vuelto el centro de
atención para este tipo de lo que algunos han denominado”turismo
reproductivo”. La legislación es liberal y los precios para un “paquete
completo” de fertilización y un vientre de alquiler es mucho más bajo
que en Estados Unidos, donde esta práctica también es permitida.
Sin embargo, las medidas restrictivas implementadas con la llegada de
COVID-19 evidencian el tamaño de la industria que se ha desarrollado
alrededor de los vientres de alquiler desde 2015. Las fronteras de
Ucrania están cerradas, las aerolíneas no vuelan, y las parejas
extranjeras no pueden ir a recoger sus hijas e hijos. Sin embargo, la
naturaleza no para y así es que cada día más bebés nacen y entran a los
hoteles de las clínicas reproductivas.
Una de las más grandes, BioTexCom, publicó un video la semana pasada,
donde muestra una sala con alrededor de 50 bebés, la mayoría de ellos
llorando. Mientras que al inicio del video se escucha su llanto, en el
transcurso del video se introduce una música de fondo y se muestra como
unas seis cuidadoras, con tapabocas y guantes, se ocupan de las y los
recién nacidos. El video parece querer llamar la atención de los
gobiernos que no dejan viajar a los padres, y al mismo tiempo reafirmar
que la compañía trata bien a los “productos” encargados.
Sin embargo, la reacción a la publicación fue indignación. “Debería
de ser prohibido”, “¿Se sienten bien con este tráfico humano?” y “Una
película de ciencia ficción de horror vuelta realidad”, fueron algunos
de los comentarios debajo de la publicación. “Cuidamos a sus bebés las
24 horas”, dice una funcionaria en el video, “hay bebés de España,
Italia, Gran Bretaña, México, y otros países.” Relató que la clínica
hace videoconferencias regulares para enseñar los bebés a sus futuros
padres.
Sin embargo, hasta en las escenas tapadas con música de piano
reconfortante, se observa que varios recién nacidos lloran, lo que deja
abierta la pregunta cuánto daño pueden sufrir los bebés al tener tan
poco contacto físico durante sus primeros meses de vida. En Ucrania, el o
la recién nacida es quitada de la mujer que alquiló su vientre
inmediatamente después del parto.
Alquilar el vientre equivale a 10 años de trabajo
En los comerciales de BioTexCom, las mujeres que donan sus óvulos o
alquilan sus vientres aparecen como personas atractivas, inteligentes, y
muy conscientes de su decisión: “Sé que el bebé que cargo no tiene nada
que ver conmigo”, dice una de ellas. La legislación del país exige que
las mujeres que alquilan su vientre deben de tener un hijo o hija propia
antes de prestar su servicio, para no apegarse demasiado al producto.
Además, el semen debe provenir del hombre de la pareja cliente, para
que el niño o la niña tenga relación genética con sus futuros padres.
Sólo se permite el proceso a parejas heterosexuales casadas. Las y los
clientes pagan entre 30 y 50 mil Euros (entre 750 mil y un millón 300
mil pesos mexicanos aproximadamente) para los paquetes, que van desde
“económicos” hasta “VIP”.
De acuerdo con una investigación del portal francés “Genéthique”,
las mujeres reciben entre 10 y 20 mil Euros para el embarazo, lo que
equivale trabajar entre cinco y diez años con salario mínimo, dijo la
abogada Betty Mahaur en la nota. “La situación en la que puedes ganar
tanto dinero para un programa de subrogación como después de 10 años de
trabajo por un salario mínimo también es común en los países asiáticos”,
continuó.
Cabe recordar que Ucrania todavía se encuentra en un conflicto armado
con la Unión Soviética sobre el este del país, y que la economía ha
bajado mucho con el conflicto armado. La BBC
habló con una mujer de 24 años, de un pueblo del este de la república,
con educación secundaria y un trabajo en un hotel, que alquiló su
vientre porque “quería algo más”, como comprar un departamento, un
coche, o electrodomésticos.
Relató que durante su embarazo para una familia en Eslovenia que no
pudo tener hijos, los cuidados que le daba la clínica se deterioraron
rápidamente y que algunas mujeres que alquilaban su vientre tuvieron
problemas de salud que no fueron diagnosticados correctamente o tratados
a tiempo. Cuando publicó algunos comentarios en internet para alertar
otras mujeres, fue regañada por la empresa.
Sin embargo, también dijo estar orgullosa de haber ayudado a los
padres de la niña que parió. Muchos de las madres y padres, ahora
confinados a sus países y sin posibilidad de viajar a Ucrania, se
preocupan por la salud de sus hijas e hijos, aunque no parecieron pensar
demasiado en las mujeres que alquilaron su vientre.
Una industria basada en la desigualdad económica
“El contacto físico con los padres es muy importante para el
desarrollo del niño. Él tiene que estar con nosotros, y nosotros tenemos
que estar con él”, dijo José Pérez de Argentina a BBC Mundo.
“No importa si eres una madre de alquiler, una niñera profesionalmente
entrenada o una enfermera. Su tarea es cuidar de la salud y el
desarrollo normal del niño, pero nadie podrá reemplazar a los familiares
en estas primeras semanas cruciales.”
Su hijo Manuel nació el 30 de marzo en Ucrania, pero José y su esposa
Flavia Lavorino no pudieron viajar a buscarlo. Ucrania apenas está
abriendo sus fronteras para unos países vecinos, y Argentina prohibió
todos los vuelos comerciales hasta septiembre debido a la cuarentena
mundial. A Flavia, quien ha intentado tener hijos durante años, le rompe
el corazón: “Tenemos un bebé y estamos a 12 mil kilómetros de
distancia”, dijo.
De acuerdo con Olga Bogomolets, doctora y parlamentaria que preside
el comité de salud, y citada por BBC Mundo, la industria no esta lo
suficientemente regulada, y la falta de supervisión puede poner en
riesgo tanto a las mujeres que alquilan su vientre como a los padres que
pagan por el servicio. Las mujeres jóvenes lo harían a causa de la
caída rápida de los estándares de vida en el país, dijo.
La abogada británica Betty Mahaur, citada por “Genéthique”, concluyó
que “para aceptar soportar el embarazo y sobrevivir a la separación de
su hijo, la mujer debe recibir una cantidad de dinero equivalente a la
de 10 años de trabajo por un salario mínimo”. La experiencia habría
confirmado que a pesar de las posibilidades que ofrece la ley, “las
mujeres inglesas no tienen prisa por convertirse en madres de alquiler.”
Mahaur opinó que “la base de la industria de los vientres de alquiler
es esta desigualdad económica entre “países clientes” y “países
productores”.
Otras organizaciones como la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATWLAC)
se oponen a la legalización de los vientres de alquiler, porque “la
industria de los vientres de alquiler y la maternidad subrogada daña la
salud física y psicológica de las mujeres más vulnerables y
marginalizadas, mujeres en condición de pobreza que desproporcionalmente
tienen historias de abuso y discriminación, incluyendo aquellas que se
basan en género y etnicidad, y que “incentivarán y liberarán una
industria despiadada para sacar provecho de su explotación.”
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