Iván Restrepo
Pocos días antes de
dejar su cargo como secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales,
Víctor Toledo puso en la agenda ciudadana, gubernamental y legislativa
la necesidad de revisar el uso de decenas de fórmulas químicas en el
sector agrario que hacen daño a la salud pública y al entorno. Es un
problema que centros de investigación, reconocidos especialistas y
grupos de la sociedad civil plantean desde hace décadas y que las
autoridades no han atendido.
Al parecer, los actuales mandos en Salud, Medio Ambiente, comercio y
Agricultura, conjuntamente revisan la lista de agroquímicos que se
aplican en el país a fin de retirar los más peligrosos y, a mediano
plazo, establecer el control biológico e integrado de plagas que afectan
a la agricultura. Un primer paso muy importante es eliminar del mercado
al glifosato, con tan mala fama por sus negativos efectos en la
población y los recursos naturales.
El ejemplo más documentado de los graves daños que ocasiona proviene
de las grandes plantaciones de soya en Argentina y Brasil. Cabe señalar
que quien promueve dicha fórmula, la trasnacional Monsanto (ahora
propiedad de la firma alemana Bayer), es la misma que elabora las
semillas transgénicas de soya, diseñadas para ser tolerantes a dicho
herbicida y no para mejorar la calidad del cultivo.
El glifosato también puede afectar la salud de quienes consumen
diversos alimentos de gran demanda en los que se han encontrado sus
residuos. En el más reciente número de La Jornada Ecológica (https://ecologica.jornada.com.mx)
dedicado a dicho herbicida, los investigadores Jaime Rendón von Osten,
de la Universidad de Campeche, y Beatriz Torres Beristáin, de la
Veracruzana, mencionan la presencia de residuos de glifosato en
alimentos industrializados y botanas a base de maíz. En miel de abeja de
Campeche y de Misantla y Coatepec, Veracruz; en los ríos Coatán y
Cahoacán, de Chiapas, y en el agua subterránea de la misma región.
Igualmente rencontró en los drenes y ríos del Valle de Culiacán; en la
costa de Yucatán y en Tulum, Quintana Roo; en el agua de la laguna de
Términos y de los ríos Champotón y Candelaria; en los pozos que surten
de líquido las ciudades de Campeche y Mérida y a siete comunidades del
municipio de Hopelchén, Campeche. En éste aparece hasta en el agua para
consumo humano que se vende en garrafones. Y eso que está
purificada.
Además de ser el principal productor de miel de Campeche, Hopelchén
lo es de soya transgénica. Para cultivarla se aplica intensamente
glifosato. Torres Beristáin advierte que en México no existe normativa
que establezca los límites de glifosato para agua subterránea y potable.
Así, la contaminación queda impune.
Como está probado en regiones de Argentina, Brasil, Colombia,
Nicaragua, Costa Rica y Estados Unidos, los más afectados son los
trabajadores agrícolas y las familias que viven cerca de donde se aplica
el glifosato. En México se carece de estudios puntuales sobre sus
efectos nocivos en la salud de las personas. Pero cabe señalar que en
2015 la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer de la
Organización Mundial de la Salud, lo clasificó como genotóxico,
carcinogénico para animales y
probablementetambién para humanos.
Varias investigaciones realizadas en nuestro país muestran, por
ejemplo, que la mayoría de los niños y adolescentes estudiados en las
comunidades de Ahuacapán y Agua Caliente, Jalisco, tenían residuos del
herbicida en orina. Igual la de los agricultores y pescadores de
Hopelchén.
La doctora Lilia América Albert nos recuerda que en la Conferencia
sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992,
el gobierno de México firmó la Agenda XXI. Como parte de ella se aprobó
el Principio de Precaución, el cual refiere que
cuando exista la amenaza de daño grave o irreversible, la falta de pruebas científicas definitivas no debe usarse como justificación para posponer las medidas encaminadas a evitar la degradación ambiental y a proteger los ecosistemas.
Este principio sirve para controlar las sustancias peligrosas y
evitar que causen daño a la población y al medio ambiente. Al fin,
después de muchos años México hace efectivo dicho
principio precautorioal prohibir la importación y uso futuro de glifosato.
Ahora urge aprobar una ley de sustancias químicas que regule la
enorme cantidad de fórmulas tóxicas que nos imponen desde hace 70 años
los intereses trasnacionales.
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