León Bendesky
El Paquete Económico
2021 parece mostrar algunos síntomas de pérdida de la memoria reciente.
Está confeccionado como si el país siguiera la inercia del modelo
económico planteado en 2018 y con el efecto recesivo en 2019. Además, se
presenta como si la pandemia del coronavirus no hubiera transformado la
situación en esta sociedad. La Secretaría de Hacienda declaró que el
Proyecto de Presupuesto tiene la
responsabilidad de mantener la estabilidad económica y financiera, sin estar
peleado con una vocación social. Este tercer presupuesto mantiene el credo del gobierno y prácticamente con los mismos criterios, con variaciones sobresalientes respecto de las en-tidades responsables de ejecutar el gasto.
Una condición que no puede soslayarse es que la pandemia no cede, se
han rebasado las 70 mil muertes, según el registro oficial,
reconocidamente subvaluado. La Secretaría de Salud señaló a principios
de junio que de registrarse más de 60 mil decesos sería un escenario
catastrófico.
La orientación de la política económica no se centra en el
crecimiento, en circunstancias de una profunda caída del producto
esperada para este año; de una quiebra masiva de negocios y enorme
pérdida de empleos y ocupación de la gente; un proceso cuyo impacto
negativo, aunque haya repunte cuantitativo, aun está en marcha. El
gobierno ha expresado en forma consistente que el crecimiento del
producto no es su objetivo principal. Pero es una condición prioritaria
que no se pase de medir el PIB como producto interno bruto, a medirlo
como pobreza interna bruta.
El planteamiento del paquete está hecho en términos convencionales,
pero en un escenario de lo menos convencional, es decir: de una profunda
crisis social, económica y de seguridad pública.
Este no es un tiempo de normalidad; conceptos como
equilibrioprimario en las finanzas públicas, o bien,
estabilidadfinanciera, puedan usarse como de costumbre. Dicen los expertos, en el estilo tan propio, que con un presupuesto tan austero no hay señales para la reactivación económica. Añaden que lo que salva al presupuesto es que se sigue viendo la intención de mantener la disciplina fiscal.
Opinan los expertos con gran convicción que es positivo que en este
tercer presupuesto el gobierno se comprometa a mantener los equilibrios
fiscales. Pero de inmediato dicen que hay lugar para una política fiscal
contracíclica, lo que significa expandir y redirigir el gasto público.
Eso sólo puede hacerse con más deuda, subiendo los ingresos públicos y
cambiando los criterios del gasto. Este asunto está abierto de par en
par en el debate de la política pública. Quiere decir que cualquier
noción de equilibrio o estabilidad al final está condicionada. A esto
apuntan las calificadoras de la deuda, bancos, fondos de inversión y
organismos financieros internacionales. Evalúan la dinámica del producto
y el desempeño monetario y fiscal del país. Todos siempre propensos a
imponer ajustes para pretender que las cuentas cierren, obvio, a un alto
costo y quien se ajusta es siempre la misma gente.
Equilibrio y estabilidad son conceptos políticos y técnicos cuando se
discute un presupuesto, en especial en este caso preciso que exige una
visión muy distinta de la usual. Esto no es 1995, 2001 o 2009, por si
aún quedaba alguna duda. No es “ business as usual” para nadie.
Este no es el país de antes en términos políticos y de políticas
públicas, se ha dicho. Sin embargo, el rasgo que define el Paquete 2021
expresado oficialmente es que “la crisis económica no permite grandes
márgenes de maniobra, pero tenemos la responsabilidad de mantener la
estabilidad…”, siempre en el marco de la austeridad. Resuena lo dicho
por Ernesto Zedillo ante la crisis de aquel error de diciembre que frente al severo ajuste que se impuso, no había de otra.
Las palabras en la política, como ocurre en el caso del paquete (el
Presupuesto y la Ley de Ingresos) deben guardar alguna relación
identificable con la realidad.
Eso es lo que se pierde tanto en la manera en que está planteado y lo
que se discute de él. Debe haber alguna consideración seria por el
principio de contradicción. Cómo hablar de equilibrios fiscales y de
estabilidad económica y financiera en un país como éste en el que
prevalecen profundos desequilibrios de índole estructural. Esto se
agrava, ahora en plena crisis de salud y económica, con más desempleo,
pérdida de ingresos, desaparición de negocios, erosión del patrimonio de
las familias, desigualdad, extensión de la pobreza, concentración de la
riqueza, persistencia del poder monopólico, o bien, la desatención en
materia de servicios de salud, la carencia de servicios básicos de la
población, el bárbaro atraso de la educación y la investigación
científica, el rezago en la transición energética, la concepción misma
del horizonte del bienestar general.
Lo dice bien Eduardo Medina en un artículo perspicaz publicado en días recientes con respecto de la política española:
Las palabras, las ideas, las concepciones políticas, las acciones tienen que apegarse a un sentido de la realidad y, de preferencia, mantener una relación estrecha con la verdad, de modo tal que la memoria política y la capacidad técnica se ajusten de manera permanente a las condiciones vigentes.
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