Ciudad de México. Una conversación destacable. Conozco a Dulce María Sauri Riancho desde hace un buen tiempo, a veces más cerca y a veces más lejos, siempre en el camino para la lograr la igualdad sustantiva entre las mujeres y los hombres de este país. ¿Su trayectoria? más que conocida y reconocida. No he sido correligionaria suya en su experiencia partidaria, pero si su compañera de causa, como muchas otras. En eso nos identificamos, y en otras como la concepción que tenemos de la democracia.
En la última década, hemos convivido y trabajado en un espacio de lucha valioso y reconocido, por sus aportes y por su persistencia, en el propósito que le dio vida. “Mujeres en Plural”, es ese colectivo que sin estructura y sin presupuesto, sin organización formalmente constituida, y sin pretensiones personales, nos ha llevado apenas a un centenar de mujeres mexicanas a luchar y empeñarnos en el reconocimiento y ejercicio de nuestros derechos políticos. No solo de algunas, sino de todas.
Desde ahí, colaboramos al gran logro que hoy significa la Reforma Constitucional para aplicar la Paridad en todo. Además de todas estas andanzas, tuve la experiencia de entrevistarla cuando hice el libro “Una Mirada de Mujer”, que se publicó en el 2012 y luego en segunda edición en el 2014. Una experiencia muy gratificante que me llevó a conocerla desde dentro. La política da muchas vueltas, como la vida misma. Cuando parecía que se había retirado de la arena pública, regresó para ser diputada, una de entre muchas en esta legislatura de la paridad. Desde el 2 de septiembre es la presidenta de la Mesa Directiva, por una amplia votación.
Un avance más, un trecho bien largo en el trayecto hacia la igualdad, un triunfo de la democracia y del feminismo que nos beneficia a las mujeres y a toda la sociedad. Un logro de ella, que reconozco con una gran alegría y con la convicción de que no me toca hablar de ella, sino compartir aquella conversación, que hoy separo del libro, convencida de que vale la pena recoger sus palabras y releer lo que cuenta de los momentos más importantes de su vida política, y compartirla justo en este momento en que se encuentra en un lugar estratégico para México.
Ciudad de México, 27 de septiembre de 2011
– Maru López Brun (MLB): Tú eres parte del movimiento feminista y de la construcción de lo que ahora tenemos institucionalizado; además, de la creación del Inmujeres. Fuiste la primera que estuvo al frente del Programa Nacional de la Mujer. ¿Cómo se logró el programa?
– Dulce María Sauri Riancho (DMSR): Sí, primero yo te diría que es una fortuna que nos encontremos en la Ciudad de México, porque cada vez vengo menos. Estoy ya de forma permanente en Mérida y vengo muy de vez en cuando a esta hermosa ciudad.
Efectivamente yo fui la primera coordinadora del Programa Nacional de la Mujer, que después se volvió Comisión Nacional de la Mujer y posteriormente dio origen al Instituto Nacional de las Mujeres en el 2001. Lo importante de esta primera coordinación es que fue producto de los compromisos que había tomado México en la cuarta Conferencia internacional celebrada en Beijing, pero más que eso, que fue el primer Programa Nacional de la Mujer que se elaboró dentro del Sistema nacional de planeación del país; no como parte de algún programa de población o de salud, sino como un programa especial dentro del Sistema Nacional de Planeación.
Eso le dio una fuerza institucional importante que aglutinó un esfuerzo de mucho tiempo atrás de organizaciones de mujeres y al interior del gobierno; mujeres que dieron la batalla cuando el terreno era verdaderamente inhóspito para hablar de los temas relacionados con la igualdad de oportunidades, con el adelanto de las mujeres. En esa época se iba a las conferencias con mucho entusiasmo y después las resistencias institucionales eran muy poderosas y se avanzaba mucho menos de lo que se necesitaba.
Entonces, este fue un arranque muy importante, pero sobre todo a mí, en lo personal, esta oportunidad de coordinar el programa después de haber sido gobernadora me dio, por una parte, los elementos de la experiencia de gobierno para poder aplicarlos e introducir una nueva institución en la administración pública. Si yo no hubiera tenido la experiencia de gobierno de Yucatán y la formación –yo vengo de la administración pública, donde estuve trabajando mucho tiempo antes de ser legisladora y política de tiempo completo–, difícilmente hubiera podido construir una institución de cero, que eso fue lo que finalmente nos entregaron, o me entregaron como responsable de esto.
Pero lo más importante es que no hubiésemos tenido la posibilidad de que nos tomaran en serio dentro del gobierno. Haber sido gobernadora del estado de Yucatán me permitió un nivel de interlocución con los secretarios de la administración pública, que no eran del periodo donde yo fui gobernadora, sino del siguiente, pero digamos, me dio posibilidades de ser una interlocutora a la que se le tomaba en serio en un tema que necesitaba ser tomado en serio en esos momentos. Las resistencias al interior del gobierno siempre han sido fuertes para cualquier novedad, pero cuando esta novedad estaba ligada con los temas de género, las resistencias eran aún más fuertes. También lo que este tramo me dio a mí como experiencia fue la enorme capacidad de construir acuerdos a partir de coincidencias que dejaban atrás las diferencias que había entre los distintos movimientos de mujeres.
Realmente se pudo avanzar porque, más que fijarnos en las diferencias, nos fijamos en aquellas cosas que podíamos hacer juntas independientemente de que unas organizaciones de mujeres eran, vamos a decir, etiquetadas de izquierda, otras eran de derecha, otras éramos de gobierno. Se buscó el conjunto de puntos de coincidencia para impulsarlo y nada nos detuvo.
-MLB: ¿Cuáles fueron tus principales logros en esa Coordinación y en esa Comisión? Porque esto fue después de la Cumbre de Beijing, en 1995… ¿Se puede decir que fue una consecuencia?
-DMSR: Vamos a decir que sí, porque fue un conjunto de compromisos: parte de la Plataforma de Acción de Beijing, del programa de acción, de la declaración y viene el Programa Nacional de la Mujer (1995-2000), que es el programa que, te decía hace un momento, forma parte del Sistema Nacional de Planeación, no es un hongo aislado, solitario, bonito. Se hicieron las formas de medición, se pusieron no solamente en términos de la evaluación de estadística que era fundamental, con una medida muy sencilla, pero que no se había adoptado: separar por sexos la información que se captaba.
Se captaba, por ejemplo, en el caso de la estadística escolar, la información de niñas y de niños, pero no se tabulaba así, no se presentaba y mucho menos se analizaba; entonces, desde allá empezó el esfuerzo, el Inegi fue una institución que jugó un papel fundamental, clave, en la construcción de todo el andamiaje institucional que le dio sostén, materia, a las políticas públicas en materia de igualdad de oportunidades.
Todo ello podemos verlo en cada una de las instituciones gubernamentales que empezaron a moverse a partir de todo esto. Pero eso no hubiera sido posible sin un movimiento de la sociedad, de las organizaciones de mujeres, incluso al interior de los propios Partidos políticos. Hay momentos que nos ilustran con plenitud la capacidad de construir acuerdos en los ambientes más adversos, en los temas relacionados con el adelanto de las mujeres. Te voy a poner dos ejemplos muy concretos: después de la elección de 1988, que fue en la que el PRI sólo tenía mayoría de un diputado en la Cámara (251 del PRI y 249 de la oposición, además de un ambiente muy caldeado posterior a ese proceso electoral), fue la primera ocasión en que se logró un acuerdo para reformar el Código Penal del Distrito Federal y establecer el delito de hostigamiento sexual.
Se pusieron de acuerdo las fuerzas políticas y las sacaron, todas. Otro momento muy caldeado ocurrió en 1997, la primera Legislatura en la que el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, también estaba el famoso G4, es decir, la alianza de los grupos parlamentarios del PRD, PAN, PT y PVEM, para impulsar acuerdos desde la oposición en la Cámara. La cosa estaba muy complicada; vino una iniciativa de reforma, otra vez al Código Penal Federal y del Distrito Federal, todavía legislaba el Congreso de la unión, porque no había poder legislativo en el Distrito Federal, sino hasta 1999, cuando ya tiene la Asamblea Legislativa facultad de legislar en materia penal.
Polarizados en grado superlativo los partidos, los grupos parlamentarios, se presenta una iniciativa de reforma al Código Penal, nuevamente para tipificar la violencia intrafamiliar y establecer el delito de violación entre cónyuges, que fue una iniciativa firmada por el ejecutivo federal, el presidente de la República, Ernesto Zedillo, y por todas las diputadas y senadoras de todos los Partidos políticos. Yo era la coordinadora de la Comisión Nacional de las Mujeres y, como integrante del gobierno, me tocó asistir a los debates del tema en las Cámaras.
Esto, vamos a decir, son ejemplos que ilustran el poder de conciliación. Un tercer momento fue en el 2000, cuando el PRI había perdido la Presidencia de la República y nuevamente era mayoría relativa en la Cámara de diputados y en el Senado –yo era presidenta del PRI y senadora; Beatriz Paredes era la Coordinadora del grupo parlamentario del PRI en la Cámara de Diputados. Por ese tiempo, en el poder legislativo se presenta la iniciativa de creación del Instituto Nacional de las Mujeres. Se aprueba siendo todavía presidente Ernesto Zedillo, pero a quien le toca promulgarla y publicarla es a Vicente Fox, Presidente de la República, y en enero del 2001 ya se funda el Instituto Nacional de las Mujeres.
Igual, PRI, PAN y PRD, en una transición muy complicada, lograron los acuerdos para crear la institución. Entonces para mí, en términos de experiencia vital y experiencia política, haber participado en esos momentos me enseñó la capacidad de construir acuerdos por encima de las diferencias.
-MLB: ¿Cuáles son los logros de esa Comisión y de ese Programa?
-DMSR: Yo te diría que el establecimiento en la agenda política de los temas relacionados con la igualdad de oportunidades; la equidad de derechos y la capacidad de agencia de las mujeres, aquella que tenemos para gestionar, para resolver y para decidir. En esas tres cuestiones hay una construcción no solamente adentro del aparato de la administración pública federal, a escala estatal y municipal, hay mecanismos que se llaman Institutos en todos los estados de la República.
En muchos municipios grandes hay mecanismos también para el adelanto de las mujeres, pero eso no sería suficiente si no se hubiese instalado en la agenda política y esto tiene también que ver con las medidas de acción afirmativa, aunque te voy a citar dos grandotas. Una que tiene un impacto en la agenda social del país, es el programa que primero se conoció como Progresa y luego como Oportunidades; en él se estableció la primera medida de acción afirmativa que reconocía las diferencias y la desigualdad, la falta de oportunidades que tenían las niñas en relación con los niños en la educación primaria y secundaria. ¿Cuál fue la determinación? El establecimiento de becas que les daban más dinero a las niñas que a los niños; una especie de incentivo para las familias, para los padres, con la finalidad de que dejaran a las niñas estudiar en las escuelas. Esa fue una iniciativa concreta que me tocó, en 1997, con José Gómez de León, que diseñó este programa cuando era Secretario general del Consejo Nacional de Población.
La otra medida importante de acción afirmativa fue el tema relacionado con las cuotas de las candidaturas a diputados y senadores. En 1996, cuando se hizo la gran reforma electoral, la cual le dio autonomía al Tribunal Electoral que hizo la ciudadanización plena del Instituto Federal Electoral en su carácter de órgano constitucional autónomo, se logró un avance. En un transitorio se puso que los partidos políticos procurarían establecer la política de cuotas en sus estatutos; no era un mandato, era un incentivo. Pero en el 2001, ya creado el IFE, se promovió también en la Cámara de Diputados, con un grupo de legisladoras, la reforma al Código Federal de Procedimientos Electorales (Cofipe) para establecer el mandato de que ningún partido político registre más de 70 por ciento de candidaturas del mismo género.
El famoso 70-30, que se aplicó por primera vez ya como mandato en la elección de 2003; en 2007 se estableció el 60-40, que se aplicó en 2009, pero estas, vamos a decir, dos medidas nos ilustran que en la agenda política del país ya estaba instalado el tema. La otra parte es en la agenda gubernamental y aquí hay, a su vez, también dos vertientes: una que tiene que ver con el poder ejecutivo y la otra con el poder legislativo; no sólo que haya comisiones de equidad en las cámaras de diputados y de senadores en la mayoría de los congresos locales, sino algo muy importante que empezó a incidir en la asignación del presupuesto; empezó a revisarse el presupuesto con enfoque de género, se estableció como política pública la transversalización, pero al mismo tiempo se le dio suficiencia presupuestal a esa transversalización.
Entonces, todos estos son avances que se lograron a partir de un esfuerzo que empezó a construirse desde 1996.
-MLB: En el tiempo en el que estuviste al frente de estos dos organismos, que son la vanguardia de todo lo que se ha ido logrando en materia de género, ¿encuentras algunos errores?
-DMSR: Como en todas las cosas, desde luego que hay deficiencias, pero en la parte que me correspondió acompañar, que fue el tramo de 1996 a 1999, había una cuestión fundamental, un sentimiento, una mística de estar construyendo algo nuevo entre quienes estábamos participando. Mujeres de todos los partidos políticos estaban en el Consejo consultivo, en la Contraloría social del Programa; mujeres que venían de la academia, que venían de cargos de la administración pública de gran relevancia, mujeres de las organizaciones sociales de la izquierda y de derecha con un propósito colectivo de saber que estamos haciendo algo muy importante para muchas mujeres y muy importante para el país en su conjunto, porque no es posible hablar de avances en la vida democrática del país si no hay una participación real de las mujeres, si nos limitamos a verlo únicamente en la parte política y no en la parte social, en la parte económica; entonces, este tipo de cuestiones obviamente fueron muy importantes en esa primera etapa.
Deficiencias siempre las habrá, pero yo creo que fueron mucho más los aciertos y la capacidad de desatar una dinámica que cualquier otro tipo de errores que pudieran haber existido en esa etapa. ¿Algún error significativo? La verdad se me hace muy difícil pensarlo, más bien, lo que veo son los obstáculos que todavía existen.
-MLB: ¿Como cuáles?
– DMSR: Como que es políticamente correcto decir que hay que luchar por el avance de la participación de las mujeres, pero hay resistencias culturales muy poderosas que dicen “ordénese pero no se cumpla”. Eso lo vimos entonces y lo vemos todavía ahora. Los prejuicios en contra de la participación de las mujeres y las medidas de acción afirmativa están muy bien ilustradas con el fenómeno de “las juanitas”, de 2009. Ahí están presentes. Por eso no se puede, en ningún momento, bajar la guardia en estos temas.
Yo digo que en los temas relacionados con los Derechos Humanos de las mujeres no hay que olvidar nunca la posibilidad de un retroceso, nunca hay que decir que ya se lograron las cosas. Dar por sentado que ya está sólido el avance, que no hay posibilidad de erosión o de retroceso, no es correcto y hay que tenerlo siempre presente. Esto también me lo enseñó el hecho de trabajar en estos temas.
-MLB: Recordando tu experiencia como gobernadora y como presidenta de tu partido, a ti te tocaron dos momentos complicados, difíciles, que tienen que ver con asumir la alternancia, tanto en Mérida como en el nivel nacional. ¿Cómo los viviste?
-DMSR: Te puedo describir primero las cuestiones relacionadas con Yucatán, en 1993–1994. Ahí no hubo alternancia en el gobierno, en el gobierno municipal de Mérida, ahí el PAN gobernaba, pero quisiera dejar esto un tanto para poderlo hablar con un poco más de detalle, porque son cuestiones cuantitativamente diferentes. Tienen como elemento común no solamente a mi persona, sino las comisiones y circunstancias, pues tuve que decidir cosas distintas en uno y en otro momento.
En el año 2000 la posibilidad de perder la presidencia de la República era algo que existe en cualquier sistema democrático cuando se va a una elección. Nosotros considerábamos que teníamos probabilidades reales, fundadas, de ganar, sobre todo en diciembre de 1999 después de que concluimos un exitoso proceso para elegir al candidato, cuando las encuestas nos daban 50 por ciento de las preferencias electorales. Teníamos, vamos a decir, la justificada creencia de que podíamos lograrlo. Las cosas que fueron transcurriendo durante la campaña electoral erosionaron esa ventaja; Vicente Fox creció y finalmente el resultado electoral, la noche del 2 de julio, fue que el PAN ganaba la presidencia de la República.
Era un escenario inédito en todos sentidos, porque aunque hipotéticamente se sabe que en un país que está construyendo su democracia el partido en el gobierno puede perder, otra cosa es que ocurra y además, para el PRI fue una triple pérdida. La primera, desde luego, la electoral, la de la presidencia, porque tanto en la Cámara de diputados como en la de Senadores fuimos la mayoría relativa. La segunda fue perder el eje, la figura presidencial del partido y del sistema político como fue construido desde 1929; el PRI perdió su eje conductor. Yo muchas veces me lo imaginaba como esos juegos de los niños en el que hay un palito donde van introduciendo los aros para formar una pirámide. A nosotros nos quitaron el palito y se quedaron los aros; entonces, cuando esos aros se empezaron a mover como estaban acostumbrados, ya no había un eje en torno del cual moverse; esa era parte de las cosas que teníamos que enfrentar. Y la tercera pérdida, que no es menor, es que el PRI perdió frente al partido que fue fundado para oponerse al Estado de la Revolución.
El PRI fue la organización política fundada en 1929 para defender al Estado de la Revolución y perdió frente al Partido que se fundó para oponerse a ella. Por eso digo que fue una triple pérdida. Los días que siguieron a esa derrota en la Presidencia de la República fueron muy difíciles para el PRI y muy difíciles para mí en lo personal. Mi primera reacción fue decir “bueno, yo soy la responsable del PRI como presidenta y si el PRI perdió la elección, yo tengo la obligación de poner a disposición el cargo de presidenta, de renunciar al cargo”. Ahí fue donde me equivoqué, porque yo pensé que eso podría ayudar a enfrentar el momento tan difícil que estaba pasando el PRI y tuve muestras más que evidentes de que eso no solamente no iba a ayudar, sino que iba a profundizar y a hacer aún más complicada la transición que tenía que construirse… Finalmente entendí una cosa fundamental: el PRI tenía que vivir su duelo, así como cuando en la familia se muere un ser querido y primero viene una etapa de rechazo; luego una situación incierta, de no es cierto, no se ha muerto y si se murió fue culpa de… En la pérdida de la presidencia pues fue la culpa de Zedillo, o de Labastida, o de Dulce María Sauri o de quién sabe quién, pero todos son culpables; fue una conspiración, etcétera, etcétera.
El sentimiento fue de orfandad frente a la pérdida. Tenía que venir un momento de resignación en ese proceso y luego ya empezar a construir de nuevo. Yo me propuse, como presidenta del PRI, acompañar al partido en su duelo y dejar la presidencia en el momento en que sintiera que ya estaba en condiciones de comenzar su nuevo camino. Mi propósito único y exclusivo fue darle al PRI la oportunidad de sobrevivir ese trance y ahí yo tengo la hipótesis de que mi condición de género ayudó mucho. Si en ese momento, en la coyuntura tan difícil, tan complicada, el presidente del partido hubiese sido un hombre, las fuerzas internas que se enfrentaron probablemente hubieran provocado una ruptura al interior del PRI.
Mi condición de género y también mi experiencia política me enseñaron a sobrellevar y tratar de conciliar, a soportar, porque hubo muchas cosas que tuve que tolerar políticamente hablando. Tenía el propósito fundamental de que el PRI no se fracturara y el mayor logro fue para mí, cuando, finalmente, llegamos a la Asamblea Nacional, en noviembre de 2001. El PRI salió completo de la Asamblea, con un nuevo ánimo y listo para su proceso interno, para elegir a sus nuevos dirigentes. Finalmente, el 4 de marzo de 2002, cuando terminé mi gestión, el PRI estaba enterito; o sea, que cuando llegue el proceso electoral de 2012, si como todo parece indicar en estos momentos y subrayo, en estos momentos, hoy 27 de septiembre de 2011, el PRI gana la presidencia de la República, en buena medida será porque en 2001 pudimos sortear esas fuerzas centrípetas que se estaban moviendo al interior del PRI y que buscaban consciente o inconscientemente su fragmentación.
Entonces ese año 8 meses, prácticamente desde el 2 de julio de 2000 hasta el 4 de marzo de 2002, fue muy complicado, muy duro, pero al mismo tiempo muy importante en todos sentidos.
–MLB: ¿Qué te hace darle tanto peso a tu condición de mujer en esas circunstancias, en ese tiempo?
-DMSR: Porque pienso que un hombre no hubiese podido soportar las presiones, ya que tienden, también por su condición, a enfrentar, a descalificar, vamos a decir, más rápido que una mujer, y las mujeres buscamos más la conciliación que el enfrentamiento y en ese momento era fundamental. Yo algunas veces me he preguntado qué hubiera pasado si yo hubiese cedido a las presiones y me hubiese puesto enfrente. Lo más probable es que el PRI se hubiera fracturado, se hubiera escindido y la decisión obviamente no iba a servirle al partido, sino a nuestros adversarios. Los arranques de pasión en estas cosas no necesariamente son buenos.
-MLB: ¿Y lo de Mérida?
-DMSR: Te voy a poner en contexto rápidamente. En 1991, el 14 de febrero, llegué a la gubernatura del estado, porque el licenciado Víctor Manzanilla, que había sido electo en 1988, solicitó licencia y se separó de su cargo. Yo concluiría mi función el primero de febrero de 1994. Desde 1970 todos los gobernadores del PRI habían salido del Senado de la República. Yo tenía, vamos a decir, justificada intención o me veía a mí misma como una posible candidata al gobierno de Yucatán en 1993, porque había sido electa al Senado en 1988 para 6 años. Se dieron las cosas así y yo fui al gobierno del estado. En 1990, en noviembre, Ana Rosa Payán, que había ganado la diputación federal en 1988, fue electa Presidenta municipal de Mérida mediante un proceso electoral muy complicado. Cuando yo llegué al gobierno del estado ella era presidenta municipal, pero en 1993, en abril, sucedió algo que finalmente tuvo un efecto importante en Yucatán. Carlos Castillo Peraza fue electo presidente ejecutivo nacional del PAN. Él era yucateco, una gente políticamente fuerte, muy presente en el estado y desde luego en el nivel nacional. La política del PAN durante el sexenio del presidente Salinas es muy conocida, una política de alianzas y concertaciones que llevó a una serie de cuestiones políticas en casi todo el país; los panistas recientemente celebraron los 20 años de su gobierno en Guanajuato, que se inició con una gran “concertacesión”.
En Yucatán teníamos elecciones en noviembre de 1993, con más precisión el 28 de noviembre, que fue justamente el día que Colosio fue postulado candidato a la Presidencia de la República. Pero meses antes, en mayo de ese mismo año, había cambiado el calendario electoral yucateco. Nosotros teníamos elecciones siempre unos meses antes de la elección federal presidencial y esto había causado, a decir de los políticos yucatecos, muchos problemas políticos. Entonces había –desde 1986– una demanda sostenida por cambiar el calendario electoral de Yucatán. Se hizo la propuesta de cambio de calendario –esto también tiene su propia historia, pero no tiene caso derivar hacia allá– y en noviembre de 1993 se iba a elegir a un gobernador por 18 meses, para que a partir de 1995 se eligiera cada 6 años.
Por cierto, el calendario nuevamente cambió e Ivonne Ortega fue electa en 2007 para concluir su función en 2012. El año próximo en Yucatán habrá por primera vez elecciones concurrentes federales y estatales. Se acortó el periodo unos meses, será de 5 años 3 meses en vez de seis años. En Mérida, el PAN postuló al hijo del primer presidente municipal de ese partido, Luis Correa; también la Alcaldesa era la candidata del PAN al gobierno del estado. El PRI postuló a Federico Graham, un político con larga trayectoria partidista, muy popular en el estado, que había sido presidente municipal de Mérida; también a Orlando Paredes, que era mi secretario de gobierno, como candidato a presidente municipal de Mérida.
La verdad de las cosas es que la elección de Mérida la esperábamos muy cerrada. El PAN era gobierno, venía un proceso muy cerrado, pero con posibilidades reales de ganar por parte del PRI. El domingo 28 no fue muy interesante, porque, aunque la elección de Yucatán tenía mucha atención, en ese momento salió la postulación de Colosio y, como habrás de comprender, todo se desinfló y pasó al “n” plano de interés; no para los yucatecos. El problema empezó cuando se iniciaron las presiones para que se le diera al PAN un triunfo que no había obtenido en Mérida. Recordemos que era un tiempo en el que no había las instancias que ahora existen. Existía el Colegio Electoral sí, en el Congreso local o el Tribunal Electoral como órgano autónomo. Pero había otras condiciones muy distintas de las que finalmente se construyeron a partir de 1996, pues ahora quizá se diga “¿cómo que no?”, pero si nos remitimos a las cosas como estaban entonces, muchas de las conductas y de las acciones cobran sentido.
Pretendieron ordenarme que cancelara la sesión de cómputo del Consejo Municipal de Mérida bajo el pretexto de que la elección había estado viciada y yo me negué rotundamente por dos cosas: una, porque el Consejo Municipal de Mérida era un órgano electoral que tenía que hacer su trabajo y yo como autoridad estatal no tenía por qué intervenir en eso. No lo digo por formalismo, sino por convicción, y hacer lo que digo me ha traído mis consecuencias políticas de bastante calado, pero bueno. Y la otra cuestión, porque si nosotros permitíamos, y al decir nosotros, hablo como Estado, no de Yucatán, sino como Estado, que se declarase viciada la elección de Mérida en la presidencia municipal, iba a viciar la elección de gobernador también, porque Mérida representaba entonces y representa ahora más de 40 por ciento del padrón electoral.
Entonces tú no puedes decir “la elección de Mérida estuvo viciada, pero la elección estatal es válida”, si tienes más de 20 por ciento de las casillas electorales con una etiqueta o una tacha de viciado.
Simple y llanamente, esa noche del 30 de noviembre al primero de diciembre yo me negué rotundamente a ser el instrumento de la democracia con fórceps que se pretendía practicar y presenté mi renuncia al cargo de gobernadora, que, por cierto, fue una renuncia que no aceptó el Congreso del estado. Fueron 20 días de turbulencias y discusiones, pero yo no volví al cargo. Vamos a decir que yo fui gobernadora hasta el primero de febrero de 1994, pero como no estaba ejerciendo mi función, como lo señala la Constitución del estado, en periodos de menos de 60 días, entonces el secretario general de gobierno entró en funciones como gobernador. De hecho, sí se hizo este cambio, aunque de derecho yo fui gobernadora hasta el primero de febrero.
Ahora las similitudes entre 1993 y el 2000, pues en los dos casos renuncié. Pero en el primero, en el del gobierno de Yucatán, me di cuenta de que volver al ejercicio del cargo solamente iba a abonar en un sendero de prácticas con las que yo no estaba, de ninguna manera, de acuerdo. Por eso le digo la democracia con fórceps: había que sacar nuevas formas democráticas, pero los procedimientos que se estaban planteando eran totalmente antidemocráticos. Y eran de engaño. Yo estaba preparada como gobernadora y como priísta para reconocer si el PAN ganaba la elección. En 1991, en la elección federal, el PAN ganó el primer distrito, que correspondía entonces a Mérida. Me dolió el corazón, sí, pero ganó. En Baja California me dolió profundamente lo que le pasó a Margarita Ortega y la derrota del PRI. Sé todas las condiciones que se construyeron para que Margarita fuera derrotada, pero, voto tras voto, los votos que se contaron en las urnas favorecieron al PAN; aunque en Mérida no, en esa ocasión.
Entonces decidí renunciar y no volver al gobierno del estado, porque era mi manera, vamos a decir, de expresar que por allá no era el camino. Y en el caso de la presidencia del PRI, me di cuenta de que mi renuncia no solamente no iba a abonar en el sentido que yo quería, sino que iba a exacerbar los problemas de Partido. Sobre cualquier otra cosa mi compromiso era proteger al PRI y eso fue lo que hice.
-MLB: ¿Y qué aprendiste de ambas experiencias? Ya me dijiste muchas cosas, pero ¿hay algo más que recuerdes respecto de tu aprendizaje?
-DMSR: Que las decisiones en esos momentos críticos, para mí, sólo pueden tener un hilo conductor: que yo pueda vivir en paz conmigo misma después de haberlas tomado. Eso es lo que ha normado mi vida y bueno, no de esa magnitud ni con esa complejidad, pero después he tenido otros momentos también muy complicados, en los que he tenido que tomar decisiones y digo: “bueno, finalmente lo que yo decida tiene que pasar por el tamiz de si soy capaz de vivir con ello o no”.
-MLB: ¿Quiénes han sido las personas que más han influido en tu vida y quienes son tus modelos de vida?
-DMSR: Mira, es muy difícil personalizar porque yo te podría decir, por ejemplo, en cuanto a mi formación, pues es obvio que el entorno familiar, muy particularmente la figura de mi abuela materna. También tuve, en la parte administrativa, oportunidad de trabajo con otras personas con las que también aprendí. En lo político, yo tuve una escuela muy importante de aprendizaje con Víctor Cervera. Digamos, que mi formación como política profesional tiene una base y un sustento muy, muy poderoso gracias a él. Yo era presidenta del Comité Estatal del PRI cuando Víctor Cervera llegó como gobernador interino en 1984 y hasta 1987, en septiembre, yo fui presidenta del partido; o sea, compartí con el gobernador tres años y medio. Entonces la escuela fue muy intensiva, muy, muy intensiva; yo creo que allá fue donde aprendí y entendí muchísimas cosas de la práctica política del país, tanto a través del conocimiento de mi estado como con mi otra ventaja, que era mi formación en la administración pública. Ahora me río cuando me acuerdo de que, cuando empecé a participar en política, la etiqueta que tenía yo era de tecnócrata, tecnócrata de izquierda.
Las dos cosas eran ciertas. Pero esa base tecnocrática es la que me permitió entender y armar nuevas formas de hacer política que finalmente me sirvieron. Esa experiencia de Yucatán me sirvió con mucho en la durísima experiencia de la presidencia del Comité Nacional del PRI. Yo digo que no hay cosas más costosas que la improvisación en la vida política. Oí una expresión que me gustó mucho: “estamos en la generación de políticos maruchan: nada más les echas agua caliente y haces la sopita”. A mí me tocó una parte de la vida política del país en la que las generaciones se entreveraban. Habíamos jóvenes con adultos con más experiencia y más años, vamos a decir, en la actividad, y estábamos entreverados en la toma de decisiones; por eso, los que entonces éramos jóvenes aprendimos mucho de los mayores.
-MLB: Pero ahora traen un eslogan de la gente joven y la sangre nueva. ¿Qué piensas de eso?
-DMSR: Me gusta el ejemplo de las sopitas maruchan: le quitan a uno el hambre, pero no nutren y no sirven para crecer.
-MLB: Me gustaría que nos platicaras algún momento cumbre de tu vida política.
-DMSR: Yo creo que fue el momento en el que decidí renunciar al gobierno de Yucatán, cuando escribí la carta de mi puño y letra y la entregué en mano al presidente del congreso del estado. Fue una decisión muy difícil para mí, de un alto costo emotivo y bueno, en ese momento yo pensé que, en términos de actividad política, lo que hasta ese momento había sido mi vida profesional sencillamente ya concluía, pero no podía hacer otra cosa.
-MLB: ¿Has pensado o piensas luchar por la Presidencia de la República?
-DMSR: Mira, para poder luchar por la Presidencia de la República se necesita una plataforma, y los problemas que tenemos las mujeres que participamos en la vida política del país son precisamente las plataformas que te permitan o te den visibilidad para poderlo hacer. Hace un año había en el PRI una mujer con condiciones de visibilidad para hacerlo, ella es Beatriz Paredes; en el PRD, como gobernadora, Amalia García; en ambas plataformas, en el PRI, la propia Ivonne Ortega y en el PAN, Josefina Vázquez Mota, como Secretaria. Diversas situaciones, finalmente, sólo dejan a una de ellas en condiciones de visibilidad para luchar por la Presidencia. Una candidatura no se improvisa, no es un impronto ni un deseo. Yo no veo que tenga posibilidades de construir una plataforma para una candidatura.
-MLB: Hay un tema que no termina de discutirse y que hoy, incluso, está a debate en dos estados de la República. Se trata de la interrupción del embarazo que en algunos lados se ve como un logro y en otros, no. En eso ha habido diferencia en toda la República. ¿Tú qué opinas sobre esta propuesta y esta demanda de las mujeres?
-DMSR: Recuerda que tuve a mi cargo la coordinación de la Comisión de la mujer durante tres, casi tres años, y ese era precisamente uno de los temas que dividía a las organizaciones de mujeres y a las mujeres que participaban en toda esta descripción del proceso que te comenté. Pero el tema está vinculado con políticas públicas del Estado mexicano y en primer lugar, debo decirte que yo vengo de un estado, Yucatán, donde el Código de defensa social, desde 1918 –el primer código que se realizó, con Salvador Alvarado– trae atenuantes y excepciones al delito de aborto.
En 1938 se introdujo una excepción que es por grave necesidad económica; o sea, este debate, vamos a decir, se da en el nivel estatal, porque la legislación no es federal, es una legislación estatal la que tiene que ver con los códigos penales, donde se establece, en todos los estados de la República, que el aborto es un delito, aunque hay atenuantes y excepciones, eso sí. Ahora, también está vinculado con los temas de la salud sexual y reproductiva de las mujeres y con los temas de derechos de las mujeres. En ese sentido, el Estado mexicano tiene compromisos internacionales, además de los propiamente nacionales, para realizar las políticas públicas que garanticen el ejercicio de estos derechos.
Entonces, a mí no me cabe duda de que el artículo cuarto constitucional, en el que está consagrado el derecho de decidir libremente sobre el número y el espaciamiento de los hijos, necesita políticas conducentes, como también me parece que las mujeres tienen todo el derecho de decidir. Me parece también que nadie, nadie y menos yo, está a favor del aborto, pero eso no quiere decir que no haya mujeres que estén en condición y necesidad de abortar y a esas mujeres bajo ninguna circunstancia se les puede sancionar, penalizar, encarcelar. Me parece terrible eso. Yo confío en los debates que hay en este momento en la Suprema Corte de Justicia, que la acción de constitucionalidad esté motivada en dos estados de la República, aunque hay 17 estados que cambiaron su Constitución estatal. Creo que el elemento más importante es el tema de la universalidad de los derechos y no de los derechos de las mujeres, no, sino de los Derechos Humanos, porque en este momento me pregunto qué pasa si a un Estado se le ocurre establecer alguna limitación al ejercicio del derecho a la libertad de expresión, por ejemplo. Ya ahorita se está hablando de que hay algún estado que quiere regular el twiteo o establecer como un tipo penal cualquier forma de comunicación que se juzgue como disolución social, que afecte a la sociedad. Bueno, en términos estrictos de universalidad de derechos es el mismo debate que ahorita existe en relación con el tema del derecho a la vida. Yo creo que la Corte nos debe iluminar sobre esto.
– MLB: Desde tu experiencia, ¿crees que hay una forma femenina de gobernar?
-DMSR: Yo creo que sí hay una manera; como el título de tu libro, hay “una mirada”… Yo no puedo dejar de lado el hecho de que mi experiencia viene a partir de mi condición de mujer; cuando yo aplico en las decisiones de gobierno, aplico con eso. Que si hay diferencias en la manera de entender el poder, sí, pero de ejercerlo no necesariamente, porque yo creo que el poder no tiene sexo.
Yo diría que hay, en primer término, una manera distinta de acuerdo con la condición de género, de entender o concebir el ejercicio de gobierno, el ejercicio del poder que al final de cuentas implica el gobierno. Hay también una manera distinta de ejercerlo en el que la condición de género esté presente. Cuando se conoce un asunto hay una visión que viene de una experiencia; yo no puedo quitarme o desdoblarme y decir que lo voy a hacer sin mi experiencia de mujer, eso es parte y eso a la vez le da gran riqueza a los procesos de toma de decisión. Al mismo tiempo, las condiciones de ejercicio del gobierno están muy matizadas o muy influidas por la forma en que se entiende socialmente el ejercicio del poder, entonces hay una serie de valores propiamente masculinos o que se identifican con los hombres, que las mujeres que están en condiciones de ejercer el poder asumen como la única manera de actuar.
Me refiero a la rudeza, a la frialdad, a la insensibilidad para ciertos temas… Y aquí sí quisiera ser muy puntual: una cosa es ejercer el poder y otra cosa son las formas de hacerlo. A mí me aterrorizan aquellas mujeres con posiciones de poder que piensan que llorar o manifestar sus sentimientos es una manera de feminizar el ejercicio de éste; esas son sólo formas que, al contrario, sólo refuerzan los estereotipos en los sectores de la sociedad que piensan que las mujeres no estamos en condiciones de mandar porque somos muy sensibles, porque nos dejamos llevar por el corazón exclusivamente, porque no tenemos capacidad de racionalizar las cosas y mucho menos visión del conjunto. Por eso las formas de ejercicio de gobierno, en general, son importantes, pero muy, muy particularmente, en el caso de las mujeres hay que ser muy cuidadosas para no reforzar los estereotipos.
Yo digo que las mujeres tienen una sensibilidad particular; que malo cuando sólo se les pide a las mujeres y no a todos los gobernantes que sean sensibles a las necesidades de las mujeres. Otra cosa importante es que no se valora o se juzga de igual manera a las mujeres y a los hombres que están en el poder o que son visibles ante la opinión pública. Hay una manera distinta de valorar y siempre se es mucho más exigente, implacable, cuando se trata de una mujer. Para poner un ejemplo muy sencillo, en la Cámara, por ejemplo, nunca se fijan en si los hombres llegaron con el mismo traje varios días, pero si se trata de una mujer es motivo de atención, de crítica y muchas veces de descalificación… Y qué decir si pasamos a otros terrenos: hay una diferencia en la forma de mirarnos. La hay.
-MLB: ¿Qué te hizo entusiasmarte y participar en este libro?
-DMSR: Estoy absolutamente convencida de que a todas aquellas personas que tienen una iniciativa como la tuya, que permite hacer visibles a las mujeres, hay que apoyarlas. Si yo puedo, narrando mi experiencia o compartiendo mis opiniones, ayudar a ese propósito, con mucho gusto lo hago.
María Eugenia López Brun. Entrevista a la maestra Dulce María Sauri Riancho, realizada el 27 de septiembre de 2011 para ser incluida en el libro “Una mirada de mujer” frente al 2012, que se publicó en febrero de 2012 por Editorial NORMA, en primera edición y posteriormente en diciembre de 2014, por la Cámara de Diputados y la Editorial INK, como segunda edición impresa y digital, corregida y ampliada, bajo el título “Una mirada de mujer”, seis gobernantes de México
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