jugándose la vida minuto a minutodurante la pandemia del coronavirus.
Sin lugar a dudas, los trabajadores sanitarios reconocidos, así como el conjunto de los profesionales que forman la primera línea en el combate contra el Covid-19, son merecedores del máximo reconocimiento y gratitud por parte de quienes han padecido la enfermedad, de los seres queridos de los pacientes y de la sociedad toda. No pueden escatimarse elogios para quienes ejercen su labor exponiéndose a un riesgo del que el resto de los ciudadanos somos exhortados a resguardarnos.
Cuando la epidemia se ha cobrado la vida de más de 70 mil mexicanos y ha impactado a la salud de casi 700 mil –cifras que, debe recordarse, representan apenas los casos confirmados, los cuales podrían ser sólo la décima parte del total–, está claro que la entrega de médicos, enfermeras y otros trabajadores hospitalarios ha sido clave para salvar un incalculable número de vidas. Asimismo, han jugado un papel crucial en contener un daño aún mayor durante la emergencia que, es necesario recalcarlo, dista de haber concluido, pese a que se hilen ya siete semanas a la baja en los contagios.
Por último, es necesario destacar que esta titánica labor se haya desempeñado a pesar del desastroso estado en que las administraciones del ciclo neoliberal dejaron el sistema de salud pública. En efecto, es doblemente meritorio que los trabajadores sanitarios se sumaran a los esfuerzos de reconversión hospitalaria y de atención a los pacientes de Covid-19 en un escenario de carencias crónicas de infraestructura e insumos, faltas que debieron subsanarse sobre la marcha y que incluso ahora distan de haber quedado enteramente resueltas.
Cabe esperar que el reconocimiento otorgado dé paso a una duradera conciencia social acerca de la importancia de estos profesionales, así como a un compromiso de las autoridades para dignificar de manera permanente al sistema de salud y dotarlo de los recursos que su funcionamiento precisa.
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