Cinco años de reclamos tras muerte de 49 niñas y niños
El 5 de junio quedará para la posteridad como el día en que se destapó la cloaca de corrupción del sistema político mexicano, que alcanzó a las y los niños.
El saldo de 49 muertes por el incendio ocurrido ese día en la Guardería ABC en esta ciudad y que en pocos minutos, como un tsunami de fuego, acabó con vidas, con familias, con ilusiones, con todo lo construido amorosamente, antes de las 2:45 de la tarde del 5 de junio de 2009.
La hora fatal marca el momento en que inició la conflagración que a decir de una de las madres, cuya hija murió por las quemaduras en 80 por ciento de su cuerpo, ni siquiera era lumbre lo que ahí se veía. Todo era oscuridad, humo denso y mucho, mucho calor.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Silvia Núñez Esquer, corresponsal
Cimacnoticias | Hermosillo.- La temperatura derritió todo material, quemó piel de niñas y niños, destruyó la retina de algunos de ellos, por lo que si sobrevivían quedarían ciegos.
A la fecha, en Hermosillo hay decenas de víctimas con secuelas de quemaduras. Sobreviven, pero algunas con menor suerte, sin algún miembro de su cuerpo. Han aprendido a vivir sin dedos, sin una pierna, con injertos en la cara o en alguna otra parte del cuerpo.
Sus madres y padres han cambiado radicalmente su rutina. Unos por la muerte de algún integrante de la familia, otros porque su existencia se convirtió en una sucesión de viajes a los hospitales Schrinners que atendieron a los sobrevivientes para darles su tratamiento, operaciones, y colocación de prótesis para quienes así lo requieren.
Han transcurrido cinco años en los que madres y padres han pasado por lo que nunca imaginarían. Algunos reconocen que la de antes, era una vida cómoda, pero desde la muerte de sus hijos ésta los transformó en activistas permanentes por la búsqueda de justicia.
Aprendieron a ponerse en manos de psicólogos y psiquiatras. Se volvieron personas que ingieren medicamentos que antes ni siquiera conocían. Para dormir, para la ansiedad, para la depresión, son algunas de las medicinas que tuvieron que hacer parte de su botiquín.
En este lustro la ciudadanía sonorense también cambió. Aprendió a manifestarse masivamente. Las marchas y caravanas se convirtieron en cotidianas por cada motivo, por cada ofensa, por cada humillación, por el cinismo, por la simulación, por cada una de las mentiras captadas en los discursos de los funcionarios y políticos que sólo hacían promesas.
El primer año fue una escuela de marchas. La primera, la del 10 de junio reveló una sociedad agraviada que no estaba dispuesta a quedarse un día más en su casa aceptando lo que para todos es consenso: “Si no se hace justicia por la muerte de 49 niñas y niños no se hará justicia por nada”.
Los miles que ahí marcharon formaron una gran ola de silencio, de respeto, de solemnidad máxima. Los ojos vidriosos por las lágrimas veían incrédulos las pancartas, las banderas, las personas de todas las clases sociales, de cualquier colonia de la ciudad, todos volcados en silencio en una gran marcha que sin hablar gritaba que en Hermosillo había un gran duelo por lo que había sucedido.
Al terminar, en el gran mitin realizado en las escalinatas del museo y biblioteca de la Universidad de Sonora, se decidió la segunda marcha, para tres días después. De ahí nadie paró a los manifestantes. Cada noche, en la Plaza Emiliana de Zubeldía, personas solidarias permanecían por horas definiendo la estrategia de apoyo y exigencia de justicia por la Guardería ABC.
Poco a poco, en la medida que pasaban los días, madres y padres afectados se percataron de que había un grupo de ciudadanas y ciudadanos que trabajaba en su apoyo. Día a día se fueron incorporando uno a uno, hasta que todos los que así lo decidieron ya formaban parte de aquel movimiento civil, que prometió luchar, así le llevara la vida, por una justicia plena en memoria de las niñas y niños caídos en aquella tarde despiadada de junio.
Así se formó el Movimiento Ciudadano por la Justicia 5 de Junio, que después sería asociación civil formada por una sección de padres y madres afectados y por ciudadanas y ciudadanos solidarios.
Otros más formarían la agrupación Manos Unidas por Nuestros Niños, compuesto por madres y padres de niñas y niños fallecidos, y otros más seguirían en el grupo Salud y Justicia, luchando por mejorar la salud de quienes inhalaron humo durante el incendio, y a quienes el IMSS catalogó como “niños expuestos”.
Cada año se caracterizó por algún acontecimiento específico. El primer año sin duda fue de organización ciudadana, de manifestación y repudio a las y los responsables de las muertes y afectaciones a sobrevivientes. Pero también de esperanza por la estrategia de haber solicitado a la Suprema Corte Justicia de la Nación (SCJN) que ejerciera su facultad de investigación, lo que aceptó y realizó con el expediente 1/2009.
Aunque la decepción también llegó por ese lado, pues aunque la comisión investigadora compuesta por los magistrados María del Rosario Mota Cienfuegos y Carlos Ronzón Sevilla, así como el ministro ponente Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, señaló con nombres a los responsables, particulares y de gobierno, al final la votación no favoreció a madres y padres con una resolución vinculante con las demandas por el homicidio de 49 niñas y niños, y las lesiones producidas a más de 70.
Entre la investigación, viajes, reuniones para informes, cabildeo, peritaje profesional externo, y la conciencia de que la lucha es contra el poder económico y político del país, transcurrió el primer año de la tragedia, con unos familiares agotados, medicados, enfermos, irritables, incapacitados para trabajar de nuevo, sus vidas se orientaron a un solo objetivo: la justicia para sus hijas e hijos.
El segundo año fue de enfermedades. Una vez conocido el dictamen de la SCJN, madres y padres decepcionados decidieron seguir luchando, ahora a través de diversas estrategias jurídicas y políticas.
La separación entre los grupos fue latente. No obstante, sus demandas son las mismas y comparten los mismos males. El enemigo es el mismo: el Estado mexicano. La pérdida de sus niñas y niños los hermana para siempre.
A madres y padres se les revelaron padecimientos que en circunstancias normales serían improbables por su edad y buen estado de salud que tenían antes del 5 de junio de 2009.
Depresión encabezando la lista, ansiedad, síndrome metabólico, diabetes, manifestaciones alérgicas cutáneas y pérdida de cabello, son algunas de las enfermedades asociadas a la mutilación afectiva que tuvieron abruptamente.
El segundo aniversario produjo más personas incapacitadas. La imposibilidad de llevar un duelo por la muerte de sus hijas e hijos, incrementó sus padecimientos y ha sido una carga extra, pues además de la pérdida, hasta ahora no la han podido vivir como tal, porque no han pestañeado un segundo ni lo harán, en tanto no se castigue la atrocidad. Es un juramento.
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