6/07/2014

Masculinidades al desnudo


“La pregunta que surge cuando realizamos un recorrido a través de la producción artística de estos dos últimos siglos es ¿cómo se ve hoy día a sí mismo el hombre? ¿Es su mirada diferente a la de la mujer cuando encuentra el cuerpo de un hombre desnudo? ¿La belleza de ese físico es motivo de provocación, pudor o envidia? 




Agustín Arteaga, Director del Museo Nacional de Arte en su texto: “El hombre, la ‘coraza estética’”, en el libro/catálogo de la exposición.

Las salas se abren hacia un micro universo en donde sólo hay cuerpos masculinos desnudos, la gran mayoría de ellos pintados, fotografiados, esculpidos, trabajados en distintas técnicas, por hombres. La exposición “El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a partir de 1800”, incluye más de cien piezas de museos mexicanos y 26 piezas que llegaron de Francia y formaron parte de la exposición “Masculin/Masculin”, que realizó en el 2013 el Musée d’Orsay en París. La muestra se despliega en seis ejes temáticos: El ideal clásico, El desnudo heroico, Nuda veritas, Cuerpo al natural, En el dolor, El objeto del deseo.

“’El hombre desnudo’, se propuso evidenciar el cambio de la imagen/percepción del hombre/lo masculino, y con ello examinar, mediante una vasta selección de obras, la deconstrucción del modelo hegemónico de masculinidad mostrando con ello las diversas formas alternativas de referir a lo masculino”, Stella Rolling, citada por Adolfo Mantilla. Podríamos decir, parafraseando a Simone de Beauvoir en la más famosa de sus frases: “Uno no nace hombre, llega a serlo”.  Es decir, la idea de  los modos “ineludibles” a la virilidad se transforma con el tiempo. Cambia según la sociedad, la cultura, la época, la clase social.  Las influencias religiosas.

¿Cuándo en occidente cada vez existe menos una idea de feminidad monolítica y absoluta, cómo podría sostenerse una idea  de virilidad monolítica y absoluta? El siglo XX trajo consigo preguntas dirigidas a aquello que a pesar de haber estado siempre en continua transformación, se nombraba como inmutable: ¿Qué es la femineidad? ¿Qué es la masculinidad? La obligación familiar y social de corresponder a un único modelo aprobado y permitido de ser hombre,  ha ido dejando de existir para deslizarse hacia una conciencia del respeto a la diversidad que se inscribe en la noción de masculinidades. Así, en plural,  lo monolítico es excluyente en la medida en  que nos impide la aprehensión de la singularidad, y termina –además- no correspondiendo a los hombres de la realidad.

SanSe diluyen las fronteras entre los oficios considerados femeninos y masculinos. Se relajan las prohibiciones que funcionaron como camisas de fuerzas: “los hombres no lloran, y no pueden acercarse a sus emociones”, “Los hombres no saben ocuparse de sus hijos”, “Los hombres son hombres, sólo si son proveedores”.  “Un hombre sólo puede amar sexualmente a las mujeres, y si no es un perverso y está enfermo”.  “Los hombres sólo piensan ‘en eso’, (las mujeres poquitito o jamás). El hombre, “como un león para el combate”, como en la célebre epístola de don Melchor Ocampo.    
       
El Museo Nacional presenta una recreación de las más diversas masculinidades. Hombres bellos, como los indígenas (casi ondulantes) de Saturnino Herrán en “Nuestros dioses antiguos”, (pintura, 1916), o los personajes de cuerpos perfectos en “La rueda de fortuna”, de Edward Burne-Jones (pintura, 1875), o como en “El ángel Caído”, de Alejandro Cabanel, (pintura, 1847): Un joven alado cubre la mitad de su rostro, como si necesitara protegerse de esa nueva vida que lo espera, detrás un fragmento de la bóveda celeste. El ángel fija su mirada -tímida, amenazante-  en un punto remoto, y algún viento terreno revuelve sus maravillosos cabellos rojos.  Hombres bellos, como “Prometeo” de Gustave Moreau, (pintura, 1868),  o como en el “Autorretrato” de John Coplans, (fotografía, 1994), en el que el artista fotografía su propio cuerpo en tres escenas distintas. Sin rostro. Sólo ese cuerpo peludito de setenta años; tan hermoso en su madurez, en su libertad y su orgullo de mostrar las marcas del tiempo.

Escribe Agustín Arteaga: “En un sólo espacio nuevos diálogos se entablan entre la genialidad de Jean Cocteau, Andy Warhol y Manuel Rodríguez Lozano, o Paul Cézanne y Julio Castellanos, o Emilio Amero y Pablo Picasso…a través de la presentación de ‘El hombre al desnudo’ podemos seguir los cambios de rol que el género masculino representa en la sociedad, en la construcción de su propia identidad y de su papel en sus sistemas de poder”.

La perfección del ideal clásico de belleza masculina en “La edad de bronce”, de Auguste Rodin,  (escultura,  1887), tan célebre porque fue el primer trabajo que el escultor realizó en bronce y el que lo dio a conocer,  el encanto de la figura del “Bañista pícaro”,  de Adolfo Riestra, (escultura, 1982), imaginado a la manera de un idolillo sonriente, o de “Las alas del deseo” de Yolanda Andrade,  (fotografía,  1993): Un hombre con sus genitales cubiertos por una máscara de gatito,  posa sonriente con unas  alas tricolores  como en un festejo  al personaje de la inolvidable película de Wim Wenders:  “El cielo sobre Berlín”, presentada en castellano con ese nombre casi mágico:  “Las alas del deseo”.  La masculinidad omnipotente, burlada en su representación del poder en “El tirano” de José Clemente Orozco (pintura, 1947): Un personaje ridículo posa desnudo, en una especie de tronito,  con sus calcetines puestos. 

La masculinidad desolada y doliente en “Yesos en la academia de Bellas Artes”,  de Herbert List, (fotografía, 1946), o en  “Arco de histeria”, de Louise Bourgeois, (escultura, 1993), en la que la artista toma de manera provocadora a un hombre como modelo de un “mal”, desde sus orígenes atribuido sólo a las mujeres, (la palabra griega que designa al útero,  es el origen de la palabra histeria). La masculinidad observada por otro/s hombres como en “Los luchadores”, de Alejandro Falguière, (pintura, 1875), en  la cual un público masculino y trajeado observa la rivalidad de fuerzas entre dos atletas de torso desnudo. El cuerpo que decae, que se va alejando de sí mismo en la impresionante obra “Don Javier”, de Jorge Marín, (escultura, 2003).  La racionalidad que decae, que amenaza con abandonar al hombre que intenta atraparla a fuerza de trazos, como en “Casa de salud”, de  Jean Cocteau, (tinta sobre papel, 1928).

La masculinidad en los espacios del cuerpo deshabitado, como en “Padre muerto” de Ron Mueck, (técnica mixta, 1958), o en “Sin título”, de la serie “Siete voces para una autopsia” de Martha Pacheco, (pintura, 2009), o “Dermis, impronta de cadáveres”, del Grupo SEMEFO, 1996. Del muro cuelga una sábana en la que se insinúa la forma de un cuerpo. Esa sábana –con el logotipo del IMSS- cubrió a una persona  cuyas secreciones post mortem  marcaron su forma en la tela.

La masculinidad lúdica de Nahúm Zenil y su fascinación por el autorretrato, Nahúm desnudo y rodeado de serpientes, rodeado de tentaciones que llaman al deseo (detrás un árbol) en “Páginas”, (técnica mixta sobre papel, 1986).  La masculinidad seductora, sensual, la que se sabe objeto de deseo y posa como quien llama y espera, como en “Retrato de Alberto Soto”, de Manuel Rodríguez Lozano, (pintura, 1936),  o en “Pensando en ti”, de Julio Galán, (pintura, 1992). El extraordinario “Jasón” de Gustave Moreau, del que una siente que no va a poder desprenderse nunca en la vida, (pintura, 1865). Los fascinantes juegos homoeróticos de Paul Cadmus en “Finistère” y “El baño”, (pinturas, 1952 y 1951), o Alfred Courmes en su más que provocador “San Sebastián de espaldas en la esclusa de San Martín”, (pintura, 1974), los arqueros desnudos arrojan sus flechas a un San Sebastián disfrazado (en sólo la mitad superior del cuerpo) por un traje de marinero.  

Medea
La construcción de la masculinidad

Deconstruir los discursos, para aprehender las realidades de vida, de cada vida. Si los roles atribuidos a partir de la diferencia sexual tienen un mucho de construido, pueden ser cuestionados y transformados. A cada quien su libertad. ¿Qué es “deconstruir?”.  En palabras de Jacques Derrida: “Hay que entender este término, ‘deconstrucción’, no en el sentido de disolver o de destruir, sino en el de analizar las estructuras sedimentadas que forman el elemento discursivo, la discursividad filosófica en la que pensamos. Este analizar pasa por la lengua, por la cultura occidental, por el conjunto de lo que define nuestra pertenencia a esta historia de la filosofía”.  Para que cada hombre pueda elegir, como en el poema de Rosario Castellanos en donde describe la sujeción femenina: “Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de ser”.

La exposición: “El hombre al desnudo”, me hizo recordar a las militantes feministas  Guerrilla girls que irrumpieron en la escena –siempre con sus cabezas cubiertas por máscaras de gorila- para reivindicar el acceso de las mujeres artistas a los espacios de exposición, como creadoras y no sólo como modelos/musas.  Su famoso cartel de 1989:  “¿Las mujeres tienen que estar desnudas para entrar al MET Museum? Menos del 5% de los artistas en la sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los desnudos son femeninos”.  La exposición “El hombre al desnudo”, es una “vuelca de tuerca”,  todo un hito en el disfrute, el análisis, la aprehensión de las masculinidades y sus representaciones: esta vez los hombres necesitaban estar desnudos para entrar a las distintas exposiciones creadas a partir  de una pregunta ¿cómo se ha transformado la  concepción de la virilidad en los últimos doscientos años? y presentadas (con distintas obras) en Viena, Budapest, París,  y México. El número de mujeres creadoras invitadas sigue siendo pequeño. No es grave, la exposición es un largo gozo y nos da la pauta para imaginar  una segunda exposición: el desnudo masculino desde las miradas femeninas.

¿En qué consistirían las diferencias de miradas? Nahui Ollin cuando pinta a su amor el capitán Eugenio Agaciano junto a ella,  sensualísimos y enamorados,  Frida Kahlo, con esa pintura en la que sostiene en una actitud materna, a un Diego Rivera desnudo y casi infantilizado,  Camille Claudel que esculpe a un hombre desnudo que se aleja de una mujer que lo invoca de rodillas, suplicante…tantas artistas que –por el momento- no están, más las que ya están ahora: Yolanda Andrade, Lola Álvarez Bravo,  Louise Bourgeois,  Mónica Castillo,  Sandra Eleta, Lourdes Grobet, Martha Pacheco.

Hasta el 17 de junio en el Museo Nacional de Arte, Yves Saint Laurent, delgado, desnudo y con lentes, seguirá mirando a la cámara de Jeanloup Sief,  Stefan continuará su baño para la lente de Nan Goldin,  y el maravilloso personaje de Cabanel, agitará sus cabellos rojos… como el más tentador de los ángeles caídos.

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