“La pregunta que surge cuando realizamos un recorrido a través de la producción artística de estos dos últimos siglos es ¿cómo se ve hoy día a sí mismo el hombre? ¿Es su mirada diferente a la de la mujer cuando encuentra el cuerpo de un hombre desnudo? ¿La belleza de ese físico es motivo de provocación, pudor o envidia?
Agustín
Arteaga, Director del Museo Nacional de Arte en su texto: “El hombre,
la ‘coraza estética’”, en el libro/catálogo de la exposición.
Las
salas se abren hacia un micro universo en donde sólo hay cuerpos
masculinos desnudos, la gran mayoría de ellos pintados, fotografiados,
esculpidos, trabajados en distintas técnicas, por hombres. La
exposición “El hombre al desnudo. Dimensiones de la masculinidad a
partir de 1800”, incluye más de cien piezas de museos mexicanos y 26
piezas que llegaron de Francia y formaron parte de la exposición “Masculin/Masculin”, que realizó en el 2013 el Musée d’Orsay en París. La muestra se despliega en seis ejes temáticos: El ideal clásico, El desnudo heroico, Nuda veritas, Cuerpo al natural, En el dolor, El objeto del deseo.
“’El
hombre desnudo’, se propuso evidenciar el cambio de la
imagen/percepción del hombre/lo masculino, y con ello examinar,
mediante una vasta selección de obras, la deconstrucción del modelo
hegemónico de masculinidad mostrando con ello las diversas formas
alternativas de referir a lo masculino”, Stella Rolling, citada por
Adolfo Mantilla. Podríamos decir, parafraseando a Simone de Beauvoir en
la más famosa de sus frases: “Uno no nace hombre, llega a serlo”. Es
decir, la idea de los modos “ineludibles” a la virilidad se transforma
con el tiempo. Cambia según la sociedad, la cultura, la época, la clase
social. Las influencias religiosas.
¿Cuándo en occidente cada
vez existe menos una idea de feminidad monolítica y absoluta, cómo
podría sostenerse una idea de virilidad monolítica y absoluta? El
siglo XX trajo consigo preguntas dirigidas a aquello que a pesar de
haber estado siempre en continua transformación, se nombraba como
inmutable: ¿Qué es la femineidad? ¿Qué es la masculinidad? La
obligación familiar y social de corresponder a un único modelo aprobado
y permitido de ser hombre, ha ido dejando de existir para deslizarse
hacia una conciencia del respeto a la diversidad que se inscribe en la
noción de masculinidades. Así, en plural, lo monolítico es excluyente
en la medida en que nos impide la aprehensión de la singularidad, y
termina –además- no correspondiendo a los hombres de la realidad.
Se
diluyen las fronteras entre los oficios considerados femeninos y
masculinos. Se relajan las prohibiciones que funcionaron como camisas
de fuerzas: “los hombres no lloran, y no pueden acercarse a sus
emociones”, “Los hombres no saben ocuparse de sus hijos”, “Los hombres
son hombres, sólo si son proveedores”. “Un hombre sólo puede amar
sexualmente a las mujeres, y si no es un perverso y está enfermo”.
“Los hombres sólo piensan ‘en eso’, (las mujeres poquitito o jamás). El
hombre, “como un león para el combate”, como en la célebre epístola de
don Melchor Ocampo.
Escribe Agustín Arteaga: “En
un sólo espacio nuevos diálogos se entablan entre la genialidad de Jean
Cocteau, Andy Warhol y Manuel Rodríguez Lozano, o Paul Cézanne y Julio
Castellanos, o Emilio Amero y Pablo Picasso…a través de la presentación
de ‘El hombre al desnudo’ podemos seguir los cambios de rol que el
género masculino representa en la sociedad, en la construcción de su
propia identidad y de su papel en sus sistemas de poder”.
La
perfección del ideal clásico de belleza masculina en “La edad de
bronce”, de Auguste Rodin, (escultura, 1887), tan célebre porque fue
el primer trabajo que el escultor realizó en bronce y el que lo dio a
conocer, el encanto de la figura del “Bañista pícaro”, de Adolfo
Riestra, (escultura, 1982), imaginado a la manera de un idolillo
sonriente, o de “Las alas del deseo” de Yolanda Andrade, (fotografía,
1993): Un hombre con sus genitales cubiertos por una máscara de gatito,
posa sonriente con unas alas tricolores como en un festejo al
personaje de la inolvidable película de Wim Wenders: “El cielo sobre
Berlín”, presentada en castellano con ese nombre casi mágico: “Las
alas del deseo”. La masculinidad omnipotente, burlada en su
representación del poder en “El tirano” de José Clemente Orozco
(pintura, 1947): Un personaje ridículo posa desnudo, en una especie de
tronito, con sus calcetines puestos.
La masculinidad desolada
y doliente en “Yesos en la academia de Bellas Artes”, de Herbert List,
(fotografía, 1946), o en “Arco de histeria”, de Louise Bourgeois,
(escultura, 1993), en la que la artista toma de manera provocadora a un
hombre como modelo de un “mal”, desde sus orígenes atribuido sólo a las
mujeres, (la palabra griega que designa al útero, es el origen de la
palabra histeria). La masculinidad observada por otro/s hombres como en
“Los luchadores”, de Alejandro Falguière, (pintura, 1875), en la cual
un público masculino y trajeado observa la rivalidad de fuerzas entre
dos atletas de torso desnudo. El cuerpo que decae, que se va alejando
de sí mismo en la impresionante obra “Don Javier”, de Jorge Marín,
(escultura, 2003). La racionalidad que decae, que amenaza con
abandonar al hombre que intenta atraparla a fuerza de trazos, como en
“Casa de salud”, de Jean Cocteau, (tinta sobre papel, 1928).
La
masculinidad en los espacios del cuerpo deshabitado, como en “Padre
muerto” de Ron Mueck, (técnica mixta, 1958), o en “Sin título”, de la
serie “Siete voces para una autopsia” de Martha Pacheco, (pintura,
2009), o “Dermis, impronta de cadáveres”, del Grupo SEMEFO, 1996. Del
muro cuelga una sábana en la que se insinúa la forma de un cuerpo. Esa
sábana –con el logotipo del IMSS- cubrió a una persona cuyas
secreciones post mortem marcaron su forma en la tela.
La
masculinidad lúdica de Nahúm Zenil y su fascinación por el
autorretrato, Nahúm desnudo y rodeado de serpientes, rodeado de
tentaciones que llaman al deseo (detrás un árbol) en “Páginas”,
(técnica mixta sobre papel, 1986). La masculinidad seductora, sensual,
la que se sabe objeto de deseo y posa como quien llama y espera, como
en “Retrato de Alberto Soto”, de Manuel Rodríguez Lozano, (pintura,
1936), o en “Pensando en ti”, de Julio Galán, (pintura, 1992). El
extraordinario “Jasón” de Gustave Moreau, del que una siente que no va
a poder desprenderse nunca en la vida, (pintura, 1865). Los fascinantes
juegos homoeróticos de Paul Cadmus en “Finistère” y “El baño”,
(pinturas, 1952 y 1951), o Alfred Courmes en su más que provocador “San
Sebastián de espaldas en la esclusa de San Martín”, (pintura, 1974),
los arqueros desnudos arrojan sus flechas a un San Sebastián disfrazado
(en sólo la mitad superior del cuerpo) por un traje de marinero.
Deconstruir
los discursos, para aprehender las realidades de vida, de cada vida. Si
los roles atribuidos a partir de la diferencia sexual tienen un mucho
de construido, pueden ser cuestionados y transformados. A cada quien su
libertad. ¿Qué es “deconstruir?”. En palabras de Jacques Derrida: “Hay
que entender este término, ‘deconstrucción’, no en el sentido de
disolver o de destruir, sino en el de analizar las estructuras
sedimentadas que forman el elemento discursivo, la discursividad
filosófica en la que pensamos. Este analizar pasa por la lengua, por la
cultura occidental, por el conjunto de lo que define nuestra
pertenencia a esta historia de la filosofía”. Para que cada hombre
pueda elegir, como en el poema de Rosario Castellanos en donde describe
la sujeción femenina: “Otro modo de ser humano y libre. Otro modo de
ser”.
La exposición: “El hombre al desnudo”, me hizo recordar a las militantes feministas Guerrilla girls
que irrumpieron en la escena –siempre con sus cabezas cubiertas por
máscaras de gorila- para reivindicar el acceso de las mujeres artistas
a los espacios de exposición, como creadoras y no sólo como
modelos/musas. Su famoso cartel de 1989: “¿Las mujeres tienen que
estar desnudas para entrar al MET Museum? Menos del 5% de los
artistas en la sección de Arte Moderno son mujeres, pero el 85% de los
desnudos son femeninos”. La exposición “El hombre al desnudo”, es una
“vuelca de tuerca”, todo un hito en el disfrute, el análisis, la
aprehensión de las masculinidades y sus representaciones: esta vez los
hombres necesitaban estar desnudos para entrar a las distintas
exposiciones creadas a partir de una pregunta ¿cómo se ha transformado
la concepción de la virilidad en los últimos doscientos años? y
presentadas (con distintas obras) en Viena, Budapest, París, y México.
El número de mujeres creadoras invitadas sigue siendo pequeño. No es
grave, la exposición es un largo gozo y nos da la pauta para imaginar
una segunda exposición: el desnudo masculino desde las miradas
femeninas.
¿En qué consistirían las diferencias de miradas?
Nahui Ollin cuando pinta a su amor el capitán Eugenio Agaciano junto a
ella, sensualísimos y enamorados, Frida Kahlo, con esa pintura en la
que sostiene en una actitud materna, a un Diego Rivera desnudo y casi
infantilizado, Camille Claudel que esculpe a un hombre desnudo que se
aleja de una mujer que lo invoca de rodillas, suplicante…tantas
artistas que –por el momento- no están, más las que ya están ahora:
Yolanda Andrade, Lola Álvarez Bravo, Louise Bourgeois, Mónica
Castillo, Sandra Eleta, Lourdes Grobet, Martha Pacheco.
Hasta
el 17 de junio en el Museo Nacional de Arte, Yves Saint Laurent,
delgado, desnudo y con lentes, seguirá mirando a la cámara de Jeanloup
Sief, Stefan continuará su baño para la lente de Nan Goldin, y el
maravilloso personaje de Cabanel, agitará sus cabellos rojos… como el más tentador de los ángeles caídos.
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