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Empoderar a las campesinas contribuye al cuidado del ambiente
Por: Helen Hernández Hormilla
Cimacnoticias/SEMlac | La Habana.-
Las desigualdades de género hacen a las mujeres más vulnerables al cambio climático y los desastres naturales, pero ellas se afianzan como agentes activos en la mitigación de sus efectos, expusieron asistentes al taller “Género y cambio climático. El periodismo y la percepción de riesgo”, celebrado del 20 al 23 de mayo en esta capital cubana.
Presentar a las mujeres como “víctimas” de los procesos ambientales contemporáneos simplifica el problema, aseguró la ingeniera agrónoma Dagmara Planas en una de las conferencias del curso, organizado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM) y la agencia de noticias IPS, con la cooperación de la embajada de Noruega en La Habana.
“Ellas poseen conocimientos y destrezas únicas para darle respuesta a las crisis ambientales”, afirmó. “Las mujeres no sólo manejan una mayor diversidad biológica para lograr una disponibilidad más variada de alimentos, sino que su gestión satisface las necesidades nutricionales específicas de niños y niñas”, acentuó.
La capacitación reunió a periodistas y directivos de medios de prensa del occidente cubano (Isla de la Juventud, Pinar del Río, Artemisa, Mayabeque y La Habana) para incentivarles a tratar estos temas desde la especialización y sin reproducir modelos discriminatorios.
Comunicar sobre fenómenos ambientales debería incluir un enfoque inclusivo que renuncie a estereotipos catastrofistas y presente desde varias miradas la participación de mujeres y hombres en la adaptación y respuesta a los efectos del cambio climático, coincidieron profesorado y participantes.
Las variaciones climáticas vertiginosas, producto de la acción humana, han sido pronosticadas hace años por científicos, quienes avizoran dificultades en el acceso a recursos naturales, especialmente el agua, y afectaciones a la agricultura, la ganadería, la salud humana, entre otros sectores.
Estos efectos serán diferentes para las diversas regiones, generaciones, edades, clases, grupos de ingresos y géneros.
“A nivel mundial, en comparación con los hombres, las mujeres tienden a tener un acceso más limitado a activos que pueden mejorar su capacidad de adaptación al cambio climático, como el acceso a la tenencia de tierra, crédito, insumos agrícolas, participación en la toma de decisiones, tecnología y servicios de capacitación”, agregó Planas.
La división sexual del trabajo también marca una brecha de género al relacionarse con el ambiente. Según Planas, “el empoderamiento de las mujeres debería ser una de las prioridades de las estrategias de adaptación al cambio climático”.
Estudios socializados en el encuentro refieren que en los 130 países con mayor representación parlamentaria femenina existen más áreas protegidas y probabilidades de ratificar los tratados ambientales internacionales.
De las 49 naciones que han reducido las emisiones de dióxido de carbono entre 1990 y 2007, 10 contaban con mayor representación parlamentaria femenina que la media, explicó la coordinadora de género para el Programa de Innovación Agropecuaria Local (PIAL).
No obstante, inequidades globales impiden el desarrollo de las capacidades femeninas y las mujeres siguen siendo minoría al participar en los procesos nacionales e internacionales, para crear políticas e iniciativas de adaptación y mitigación al cambio climático.
Aunque las mujeres son 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola, solo 5 por ciento tienen acceso a los servicios de extensión, 2 por ciento a la tenencia de la tierra y 1 por ciento al crédito.
Según la FAO, si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, podrían aumentar los rendimientos de sus fincas entre 20 y 30 por ciento, aumentaría la producción agrícola total en los países en desarrollo hasta un 4 por ciento y, en consecuencia, el número de personas con hambre en el mundo sería menor del 12 por ciento.
A juicio de la especialista, la prevención de catástrofes sociales como la inequidad de género sería una capacidad colectiva que permitiría prepararse ante condiciones ambientales del futuro.
Ella propuso aplicar acuerdos globales en contextos nacionales y reconocer la igualdad de género como motor de un cambio transformador y como catalizador que aumenta la eficacia y la eficiencia de las iniciativas de cambio climático.
Cuba, en el puesto 59 del Informe sobre Desarrollo Humano realizado por Naciones Unidas en 2013, aún no incluye este enfoque en su estrategia de respuesta al cambio climático.
Planas recomendó involucrar a las comunidades rurales y a las mujeres en el planeamiento de las iniciativas, facilitar servicios de extensión agrícola y formación femenina en nuevas técnicas agrícolas y promover cambios estratégicos a mediano y largo plazos, que lleven a la igualdad de género en el sector agrícola.
La experiencia de PIAL, con redes de mujeres rurales fortalecidas con conocimientos de agricultura ecológica y sostenible, apunta a incrementar el acceso femenino a las técnicas de adaptación para conservar el agua y el suelo, el uso de semillas mejoradas, diversificación de cultivos, lombricultura, horticultura, entre otros.
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