Juan Pablo Proal
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- En breve una máquina ocupará su puesto de trabajo. La profecía que dibujaba la ciencia ficción a principios del siglo XX se está convirtiendo en realidad.
En 2014 el centro de investigaciones Pew, con sede en Washington,
Estados Unidos, consultó a mil 899 expertos en tecnología, robótica,
inteligencia artificial y electrónica para saber cuál será el impacto
económico y social de los robots inteligentes. El análisis concluyó que
durante la próxima década los siguientes trabajos serán reemplazados por
máquinas: atención a bancos, conductores de transporte público,
asistentes ejecutivas, redactores, empleados en cadenas de comida rápida
y personal de limpieza.
“La Inteligencia Artificial reemplazará los trabajos rutinarios,
incluso aquellos que requieran tareas complejas en áreas legales, de
oficina y servicios… No estoy seguro que todos los trabajos desaparezcan
al mismo tiempo, pero es posible que los empleos de bajo nivel sean más
escasos y peor pagados. La clase media se moverá al fondo”, advirtió
Justin Reich, uno de los miembros del Centro para Internet y la Sociedad
de Harvard (CNN-México, 12 de agosto de 2014).
Un año antes, Associated Press (AP) llevó a cabo un ejercicio
similar. La agencia analizó datos del ámbito laboral en veinte países;
entrevistó a economistas, expertos en tecnología, fabricantes de robots y
programadores de software. AP concluyó que por lo menos los siguientes
empleos serán reemplazados por máquinas: medidor de consumo de
electricidad, taxistas, soldados, bibliotecarios, secretarias,
capturistas y agentes de viajes, así como reclutadores de recursos
humanos.
Sobre este tema, el 26 de mayo de 2013 el periódico español El País
entrevistó al danés Carsten Sørensen, doctor en informática por la
Universidad de Aalborg y profesor del departamento de management de la
London School of Economics. El académico fue contundente:
“El futuro va a ser controlado por las máquinas, va a ser como en
Terminator, porque es la única manera de que tengamos servicios de alta
calidad, personalizados, a un coste cercano a cero. Los servicios
tendrán que ser automatizados y de autoservicio. Eso significa que los
trabajos que habrá en el futuro serán aquellos que sirvan a esta
maquinaria, para ayudar a alimentar a las máquinas con nuevos servicios,
descubrir nuevos servicios, definir nuevos servicios… Ello, por
supuesto, crea un nuevo sector manufacturero, pero extremadamente
especializado, de compañías muy pequeñas, con una maquinaria muy
avanzada”.
Existe una creencia generalizada de que la tecnología arrasa con los
empleos; otra defiende lo opuesto: que crea más. Manuel Castells
Oliván, profesor de Sociología y Urbanismo en la Universidad de
California, escribió en el ensayo Globalización, tecnología, trabajo,
empleo y empresa que son factores independientes entre sí:
“Empíricamente, la mayor parte de estudios que se han hecho –y han
sido muchísimos- sobre la relación entre tecnología y pérdida de empleo,
muestran que no hay relación. Tampoco es cierto, como dicen los
tecnócratas, que, por definición, las nuevas tecnologías crean más
empleo. No es así. Depende. Depende de qué tecnología, de qué puesto de
trabajo, de qué formación, de qué políticas de la empresa, de qué
políticas del gobierno. Depende de todos esos factores. Para
entendernos, el resultado final de millones de estudios empíricos es que
no hay relación por sí misma entre tecnología y empleo”.
Más adelante, Castells precisa: “La respuesta es que se crean
proporcionalmente muchos más (empleos) de alto nivel. No son los
vendedores de hamburguesas, son los informáticos”.
El incremento de la participación de las máquinas en las líneas de
producción coincide con el desmantelamiento de los modelos de empresas
tradicionales.
El periodista Adam Davidson explica en un artículo publicado el 5 de
mayo pasado en la revista del New York Times que la forma como Hollywood
arma equipos para la producción de nuevos filmes es una ventana a los
trabajos del futuro: “Este enfoque de negocios se conoce como el ‘Modelo
Hollywood’. Un proyecto se identifica, un equipo se ensambla y trabaja
en conjunto en el tiempo que se necesita para completar la tarea.
Posteriormente el equipo se disuelve. Esta estructura es una alternativa
al modelo corporativo”.
Otra manera de hacer negocios derivada de la tecnología la representa
el “Modelo Uber”. The Economist publicó el 29 de diciembre de 2014 que
las aplicaciones para teléfonos celulares están imponiendo las
directrices de las nuevas empresas. Cientos de plataformas reúnen a
profesionistas independientes para ofrecer una amplísima gama de
servicios: transporte, limpieza, mudanzas, mantenimiento, reparación,
turismo… De acuerdo con la publicación, uno de cada tres trabajadores
estadunidenses lo hace de manera independiente, por medio de
aplicaciones para móviles.
Los modelos “Hollywood” y “Uber” están lejos de ser el paraíso. No
ofrecen estabilidad, prestaciones, ni garantías para los trabajadores.
De hecho, son lo opuesto a las conquistas laborales de principios y
mediados del siglo pasado. El economista Robert Reich los compara con el
sistema de trabajo a destajo del siglo XIX: “No hay seguridad
económica, no hay previsibilidad y no hay poder entre los trabajadores
para obtener una parte equitativa de los beneficios. Si las tendencias
actuales continúan, todos nosotros nos venderemos al mejor postor” (Fast
Company, 16 de febrero de 2015).
En paralelo, las compañías más representativas de la era de la
tecnología, Apple, Google, Facebook y Amazon, requieren de equipos
pequeños para trabajar. Las empresas mencionadas suman en conjunto 219
mil 191 trabajadores, de acuerdo con Bloomberg, mientras que Volkswagen
emplea por sí sola a 552 mil 425 personas.
En este contexto de trepidantes mutaciones, la vieja creencia de que
el estudio y el trabajo duro son garantías de una estabilidad se
desmorona. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos (OCDE) concluyó en el reporte Skills for Social Progress
(Habilidades para el progreso social) que: “Una buena educación ya no
asegura un empleo” (El Financiero, 29 de abril de 2015).
La tecnología está echando abajo el actual modelo laboral. El futuro
llegó y encontró a México apostado en el pasado. Es difícil no caer en
pánico cuando recordamos que 5.3 millones de mexicanos aún son
analfabetas. Ocupamos el último lugar en inversión en ciencia y
tecnología de las naciones pertenecientes a la OCDE, con un 0.4 por
ciento del Producto Interno Bruto. Y somos el séptimo lugar con mayor
incidencia de fuga de cerebros en la lista de ese mismo organismo.
La Universidad de Córdoba, España, determinó otorgar el doctorado
honoris causa a René Drucker Colín por sus aportaciones en el ámbito de
las neurociencias y la divulgación científica; en una entrevista
publicada el pasado 7 de mayo por el periódico La Jornada, el
investigador advertía del rezago de México frente al mundo en esta
materia: “Aunque hay muy buenos científicos, no estamos en la frontera
de la ciencia, porque las condiciones en las que estamos inmersos no
permiten que se haga ciencia de frontera; hay necesidades cuya
satisfacción no depende del científico, por ejemplo, dinero,
facilidades, equipamiento”.
Aparte, León Olivé, miembro del Instituto de Investigaciones
Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, advierte en
su libro La ciencia y la tecnología en la sociedad del conocimiento:
“En todo el orbe se está formando un consenso en torno a la idea de
que los países que no sean capaces de promover y desarrollar las nuevas
formas de producción de conocimiento, articulando de manera adecuada los
sistemas de investigación científica con el desarrollo tecnológico y
con la innovación (…) están condenados a un porvenir incierto, por no
decir francamente oscuro”.
La furia de los taxistas contra la empresa Uber ofrece un vistazo al
enojo social que se avecina. ¿Qué pasará cuando pueblen el país los
automóviles sin conductor impulsados por las empresas punteras en
tecnología? ¿O cuando prevalezcan las fábricas que prescinden de
empleados? ¿Cuándo los trabajos del sector servicios sean ejecutados por
máquinas?
Seguramente hallaremos las respuestas en los libros de Ray Bradbury.
www.juanpabloproal.com
Twitter: @juanpabloproal
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