5/15/2015

Vacunas y lucha política




En 1798 el médico inglés William Jenner descubrió la vacuna contra la temible viruela, patología hoy ya erradicada en todo el planeta. Fue el principio, hace más de dos siglos, de la posibilidad de inmunización frente a múltiples enfermedades: poliomielitis, difteria, sarampión, tétanos, tuberculosis, tos ferina (tos feroz), influenza, rubéola, paperas, hepatitis, neumonía, rotavirus y, últimamente, la vacuna contra el virus del papiloma humano. 

Existen otras vacunas pero no son de aplicación universal. Es el caso de las vacunas contra el cólera, la fiebre tifoidea y la fiebre amarilla. Se aplican solamente cuando ciertas condiciones específicas lo hacen necesario o conveniente. Y en al ámbito de la medicina veterinaria, son bien conocidos los casos de la vacunación contra la rabia y contra la fiebre aftosa. 

En México, además de la viruela, están erradicadas la poliomielitis y la fiebre aftosa. Y se encuentran casi erradicadas o próximas a la erradicación algunas otras dolencias. 

De modo que más de dos siglos de experiencia y práctica de la vacunación universal son prueba más que fehaciente de la eficacia preventiva de las vacunas y de su inocuidad. 

Por eso llamó tanto la atención el caso en el sureño estado de Chiapas de dos docenas de niños que enfermaron por causa de la vacunación que recibieron contra la hepatitis, asunto en el que hubo que lamentar el fallecimiento de dos infantes. 

Las autoridades sanitarias del país y concretamente las del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), responsable de ese proceso de vacunación, han declarado que enfermos y fallecidos lo fueron por una hasta ahora inexplicable e inexplicada contaminación bacteriana de las vacunas o de los dispositivos utilizados en su aplicación. Habrá que esperar los resultados de la investigación científica y judicial emprendida para conocer con exactitud qué fue lo que pasó. 

Investigación científica y judicial, porque enfermos y fallecidos lo fueron por, al menos, negligencia. En el derecho mexicano y universal esos casos son denominados delitos imprudenciales y, como cualquier otro delito, conllevan una sanción penal. 

Pero cabe además la posibilidad de que enfermos y fallecidos hayan sido producto de un acto deliberado. La hipótesis es pertinente porque en el mundo, en México y concretamente en el estado de Chiapas existen poderosos grupos religiosos muy conservadores que se oponen a las vacunaciones. ¿Y qué mejor que algunos enfermos y muertos que puedan atribuirse a un proceso de vacunación para reforzar y relanzar esas siempre presentes campañas religiosas, altamente conservadoras y peligrosamente anticientíficas, contra la inmunización. 

Es larga y cruenta la historia de las luchas políticas e ideológicas que se han valido del crimen para hacer avanzar posiciones conservadoras o para frenar los avances de la ciencia. 

Durante décadas, en México de modo intermitente se han desatado rumores sobre supuestos efectos mórbidos o lesivos de ciertas vacunas. Alguna vez, hace varios años se rumoró sobre los efectos esterilizadores de las vacunas en infantes y adolescentes. Naturalmente, el rumor fue derrotado por la simple realidad. Pero esto no quita el propósito perverso de la desacreditación de una de las mayores conquistas de la ciencia y de la humanidad. 

Y quién no recuerda el caso, hace menos de seis años, del incendio de la guardería infantil ABC en el estado de Sonora en el curso de una campaña electoral, siniestro en el que murieron o quedaron lesionados decenas de niños, y que se sospecha fundadamente fue producto de un acto deliberado para inclinar la balanza electoral en favor del Partido Acción Nacional (PAN), cuya raíz nazi está bien documentada. 

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