Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1
Según las encuestas de las
empresas supuestamente más serias y profesionales, el PRI lleva una
ventaja de al menos diez puntos sobre los partidos de oposición. Esto
significa que tiene asegurados triunfos significativos que lo
fortalecen electoralmente para los comicios del 2018. Sin embargo, una
cosa son las encuestas y otra muy diferente la realidad, como quedó
demostrado en los comicios del año 2012, cuando las autoridades
electorales le reconocieron 16 millones de votos al candidato de la
izquierda verdadera, Andrés Manuel López Obrador, aunque en los hechos
la contabilidad fue muy diferente, tanto por las artimañas del
candidato de la derecha, actualmente en el poder, como por la
manipulación de los medios de comunicación al servicio de la oligarquía.
Es comprensible que la
derecha no quiera perder los privilegios que goza actualmente, cada vez
más ostentosos desde hace tres décadas, pero sus excesos y abusos han
sido el mejor aliciente para que las clases mayoritarias empiecen a
tomar conciencia de que un voto por el PRI o el PAN (y desde luego por
el Partido Verde), es un aval a sus verdugos. No obstante la
despolitización de las clases mayoritarias, la realidad del país les
está enseñando que quienes están en la cúpula gubernamental son los
responsables de su pobreza, del desempleo, de la violencia y la falta
de expectativas de un futuro mejor.
El ciudadano común está
abriendo los ojos a la realidad, no obstante la manipulación del
duopolio televisivo, porque es víctima de un estado de cosas
injustificable. Empieza a tomar conciencia de que la camarilla
gobernante lo único que persigue es empobrecerlo para manipularlo con
más facilidad. De ahí los brotes de violencia social en diferentes
partes el país, que se concatenan con la que se desprende de la
actividad de organizaciones delictivas, cada vez mejor organizadas y
pertrechadas gracias a las facilidades para comprar armas en varios
países, sobre todo de Alemania, como lo reconoció la propia Secretaría
de la Defensa Nacional.
A un mes de las elecciones,
la derecha ya está festejando triunfos en los estados donde habrá
comicios para gobernador. Sin embargo, las cosas no serán tan fáciles a
la hora del conteo de los sufragios, porque la ciudadanía más informada
y organizada estará muy atenta al proceso, a sabiendas de lo que puede
ocurrir porque el PRI, previamente, hizo una labor bien planeada para
que las autoridades electorales reconozcan sus “triunfos”. Así lo está
dejando ver la actuación del Instituto Nacional Electoral (INE), con su
falta de rigor ante hechos que deberían ser sancionados conforme a la
legislación que rige su labor.
Cabe preguntar, por ejemplo,
¿qué sentido tiene que se sancione al Partido Verde después de los
comicios, cuando su tarea en favor del PRI ya esté plenamente
consumada? Es el mismo caso en que está la Secretaría de Desarrollo
Social (Sedesol), dependencia del Ejecutivo dedicada básicamente a
comprar el voto de la población marginada, como es del dominio público.
El cinismo en esta materia es obvio y no hay poder humano que ponga
remedio a una situación tan vergonzosa, que nos retrotrae a los tiempos
en los que el general Gonzalo N. Santos comandaba los grupos de choque
que hacían ganar al partido tricolor, con los procedimientos más burdos
y salvajes que se puedan imaginar.
Así lo patentiza la violencia
gangsteril de grupos de choque del PRI y del PRD en algunas
delegaciones del Distrito Federal, como en los tiempos del llamado
“Alazán tostado”, o sea el general Santos. Por si eso no fuera
suficiente, el PRI está entregando tarjetas tipo Monex, con las cuales
busca conseguir el voto de los “beneficiarios” del programa “Por Ti”,
consistente en un crédito por 4 mil 40 pesos; dichas tarjetas se
empezaron a repartir la semana pasada en la Delegación Coyoacán.
Si las autoridades electorales no
actúan conforme a la obligación que tienen de garantizar elecciones
legales, equitativas y que contribuyan a mejorar la democracia en
México, es obvio que la realidad nacional se habrá de complicar aún más
de lo que ya está. Las consecuencias serán dramáticas, pues en el 2018
no habrá condiciones objetivas para organizar elecciones en un marco de
paz social. Para entonces, los ciudadanos de a pie tendrán plena
conciencia de que son víctimas de verdugos prepotentes, que además se
ufanan de contar con su voto.
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