Día del Comercio Justo
Las
multinacionales basan sus beneficios en una producción hecha por mujeres
que cosen la ropa que llena los armarios de medio mundo en unas
condiciones miserables
Redacción AmecoPress
Madrid, 12 mayo. 15, AmecoPress El
pasado 9 de mayo se celebró el Día del Comercio Justo. Esta vez,
organizaciones y medios de comunicación quisieron “tirar del hilo” de la
explotación que caracteriza la industria textil, un sector fuertemente
feminizado. Si bien debemos hacer un llamado a las conciencias de
quienes consumen, es necesario, de manera especial y con honestidad,
señalar a las responsables de esta situación: multinacionales y
gobiernos que las respaldan. No basta con decir a la gente que no compre
una prenda que cuesta poco porque estará siendo cómplice de la
explotación. Sabemos de marcas que no venden una camiseta precisamente a
tres euros y que basan sus beneficios en una producción hecha por
mujeres que pasan su vida cosiendo ropa que llena los armarios de medio
mundo en unas condiciones miserables.
Las grandes
marcas se han especializado en el diseño y la distribución. Para
abaratar costes, la confección se subcontrata con talleres textiles del
Sudeste asiático, la India o Marruecos donde las trabajadoras – en su
mayoría mujeres – cosen las prendas por sueldos miserables durante
jornadas laborales que se extienden durante 12, 14 e incluso 16 horas
diarias en talleres sin las mínimas condiciones de seguridad e higiene.
El sector
textil es uno de los más intensivos en fuerza de trabajo y uno de los
más feminizados: el 80% son mujeres y la mayoría son jóvenes. A pesar de
ello, y tal como señala la Campaña Ropa Limpia en sus estudios, “en la
mayor parte de los sitios ganan menos que los hombres, incluso por el
mismo trabajo de operario cualificado”
Así, si a nivel
general las mujeres cobran entre un 10% y un 50% menos que a los
hombres por realizar trabajos similares o de valor comparable, esa
brecha salarial es especialmente marcada en el sector de la confección.
Esta discriminación salarial implica que las mujeres “tienen mayor
probabilidad de estar desnutridas y carecerán de un hogar decente,
acceso a asistencia médica y servicios comunitarios como agua limpia y
condiciones de salubridad”. Además,
como se ven obligadas a trabajar más para llegar a final de mes, es
común que sufran agotamiento y lesiones causadas por el estrés y la
sobrecarga de trabajo.
El textil es,
por tanto, un buen ejemplo de cómo la globalización ha provocado la
feminización de la pobreza, como lo demuestra que un 70% de las personas
en situación de pobreza en el mundo sean mujeres y niñas. En el caso de
la confección, esa pobreza aparece vinculada a la condición de
migrantes de muchas trabajadoras, que se desplazan desde las zonas
rurales a las ciudades, dentro de su propio país, y también al
extranjero para encontrar un trabajo para poder mantener a sus familias.
Dichos empleos suelen ser ilegales, por lo que estas mujeres carecen de
protección legal y, si se atreven a protestar, se les amenaza con la
deportación. Separadas de sus familias y su comunidad, estas mujeres –en
su mayoría adolescentes – suelen vivir hacinadas con otras trabajadoras
como ellas para poder enviar dinero a casa.
Las mujeres
representan varias ventajas para las empresas. En primer lugar,
consideran que sus manos son más ágiles para la costura, corte y
confección. A menudo cuentan con menos organización sindical y es más
fácil contratarlas por un breve espacio de tiempo y un salario muy bajo,
pues se asume que el ingreso familiar principal es el del varón. Pero
no siempre es así. Los estudios demuestran que, a nivel mundial, son las
mujeres, cada vez en mayor medida, quienes asumen la responsabilidad
del sostenimiento de las familias. En términos económicos, se ocupan no
sólo de las tareas de reproducción –el trabajo doméstico, el cuidado-,
sino también de la producción, y para ello desarrollan creativos modos
de organizar su supervivencia.
Deslocalización
La Coordinadora
Estatal de Comercio Justo (CECJ) - una plataforma que agrupa a 29
organizaciones vinculadas al Comercio Justo y que realizan tareas de
importación, venta final y/o sensibilización en el Estado español –
aporta datos sobre los que vale la pena reflexionar. Por ejemplo, el 60%
de la producción mundial de prendas de vestir se concentra en Asia,
pero las grandes pasarelas aún siguen siendo París, Nueva York, Milán y
Londres.
SETEM/Campaña
Ropa Limpia, señala que mediante las cadenas de subcontratación las
multinacionales “deslocalizan la producción y también deslocalizan el
riesgo; subcontratan responsabilidades”. Las empresas no poseen los
centros de producción y las subcontratas tienen que competir por
conseguir los pedidos, lo que ha supuesto una dura competición en
precios, con el consecuente empeoramiento de las condiciones sociales y
medioambientales.
A estos
proveedores se les exigen, a menudo, duras cláusulas en las que tienen
que asegurar producciones cambiantes, almacenamiento e incluso
transporte con unos márgenes de beneficio para las fábricas cada vez más
reducidos. Ante esta creciente presión, las pequeñas factorías han ido
cerrando en favor de centros más grandes y los proveedores han pasado,
por una parte, a ser más dependientes de las grandes multinacionales de
distribución –puesto que estas a su vez también se han concentrado – al
mismo tiempo que han reforzado su posición como actores en la cadena de
suministro. Así, la mayor parte de las multinacionales han reducido el
número de proveedores, al menos en teoría, con el objetivo de reducir
costes. Sin embargo, en la práctica, estos centros de producción siguen
recurriendo a talleres ilegales y al trabajo en los hogares para
satisfacer los exigentes pedidos de la industria.
6 euros diarios para quienes confeccionan nuestra ropa
El informe de
Salarios Dignos de la Campaña Ropa Limpia subraya cómo, a pesar de
enfrentar jornadas de 12 y 14 horas, las trabajadoras del sector
obtienen salarios que están muy lejos de ayudarlas a salir de la
pobreza. El salario medio en el mundo globalizado es de 6 euros diarios
para quienes confeccionan nuestra ropa.
La Campaña Ropa
Limpia repasa la actuación de las empresas líderes del sector, entre
ellas las españolas, y concluye que marcas como Inditex, Mango y
Desigual deben desarrollar parámetros que garanticen el pago de un
salario digno y publicar información al respecto.
Accidente en Bangladesh
El 24 de abril
de 2013, el Rana Plaza, un edificio de ocho plantas que albergaba
talleres textiles se derrumbó en Savar, una localidad cercana a la
capital de Bangladesh, Dacca. Murieron 1.130 personas, en una crónica ya
anunciada. En Bangladesh no sólo los costes salariales son ínfimos,
sino que las condiciones laborales de seguridad e higiene son pésimas.
Pronto se supo que las empresas locales del Rana Plaza eran proveedoras
de firmas internacionales y el impacto internacional de la noticia
obligó a varias marcas a reunirse y anunciar mejoras en las condiciones
de seguridad.
Tras una
intensa campaña internacional impulsada por sindicatos y organizaciones
de defensa de los derechos humanos, 190 empresas de países de la Unión
Europea y Asia, así como Canadá, Estados Unidos y Australia firmaron el
Acuerdo sobre seguridad en edificios y prevención de incendios, mientras
que 17 firmas estadounidenses, entre ellas Gap y Wal-Mart, anunciaron
que crearían su propio plan.
Por su parte,
el Gobierno de Bangladesh anunció el aumento del salario mínimo y aprobó
una nueva legislación laboral que incluye la legalización de los
sindicatos. El derrumbe del Rana Plaza abrió un debate internacional
sobre las condiciones laborales en la industria textil y visibilizó la
relación directa entre estos talleres y las firmas de la moda global.
Casi todas las grandes marcas estaban conectadas, de forma directa o
indirecta, con las fábricas siniestradas. Cuando la vinculación era
directa, las marcas se vieron obligadas a prometer compensaciones a las
víctimas, pero no todas las firmas han cumplido ese compromiso.
Autonomía y mejora de la condición social de las mujeres
La promoción de
las mujeres es otro de los ejes principales en el Comercio Justo.
Concretamente, en el sector textil de Comercio Justo, una amplia mayoría
de las personas trabajadoras son mujeres. Su trabajo les proporciona
una mejora de su situación económica y además favorece su independencia y
autoestima, mejorando así su consideración social.
Se les ofrece,
como a los trabajadores, formación técnica, profesional y de gestión
económica, pero también en aspectos como derechos humanos y laborales,
igualdad de género, empoderamiento, etc. lo que refuerza aún más su
desarrollo personal y autonomía. Este es un aspecto especialmente
importante si tenemos en cuenta la situación de marginación que viven
las mujeres en países de Asia, África o América Latina.
Otros ejes del
Comercio Justo son: el establecimiento de unos salarios dignos,
condiciones laborales adecuadas y protección de la salud de las personas
trabajadoras, protección del medio ambiente, pre-financiación de la
producción, relaciones comerciales a largo plazo y la prima social - un
añadido sobre el precio previamente pactado para invertirlo en aspectos
que, de forma democrática, se hayan definido como prioritarios para
mejorar la calidad de vida de la comunidad.
Fotos: archivo AmecoPress
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