COLUMNA INVITADA
Por: Frida Guerrera*
A quienes me han enseñado que ser padre-madre es una virtud que pocos tenemos...
A mi madre, a mi hijo y al mejor padre-madre que conozco
El calor sofocante despierta a Yazira; se levanta de la cama que
tiene asignada en el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca.
Se dirige a los lavaderos para asear la ropa que le regalaron en el
albergue después de que fue detenida en Acayucan, Veracruz, por el
Instituto Nacional de Migración.
Yazira se despabila, sacude su delgado cuerpo, se levanta el cabello e
inicia con su tarea de lavar la ropa. De 19 años, con toda una vida por
delante, esta joven mujer que a estas alturas debería estar estudiando
la universidad, la cuarta hija de siete hermanos, hija de una mujer
luchadora, como ella misma la describe, y quien ante las carencias con
las que vivían tuvo que “mandarla” con una amiga a los 12 años para
trabajar de empleada del hogar.
A los 13 años fue enviada a Costa Rica para estudiar, sin embargo, la
familia con la que vivió la regresa a su natal Honduras. A los 14,
Yazira regresa con su madre y es cuando conoce a su padre.
“Para mí fue un cobarde”, expresa Yazira; conocerlo la hizo sentir muy
mal, enojada, su corazón carece totalmente de un sentimiento de amor
hacia él.
Yazira no pudo estudiar; las carencias familiares eran demasiadas; su
vida truncada por la falta de desarrollo en Honduras, la marginación y
la desesperanza la hicieron conocer a un hombre 21 años mayor que ella,
un hombre al que nunca amo, pero que la trataba bien; formaron un hogar y
al final, con toda la conciencia de saberse incapaz de amarlo, ella lo
dejó para seguir su sueño: ir al “norte” (Estados Unidos).
La mayoría de su familia está muerta, la delincuencia se ha adueñado de
Honduras. Si Yazira regresa la pueden matar debido a que a su abuelo,
quien tenía una extensión de tierra muy grande, le dieron dinero para
que no hablara de los aviones que ahí aterrizan.
Por eso Yazira y su familia tuvieron que huir para evitar su muerte.
Ahora ella ve con agrado México y ya no quiere ir a EU. México le gusta y
sólo pide muy poco: que la dejen quedarse a vivir y trabajar en este
país.
Ella no viaja sola; Yazira es la madre de la pequeña Dennis, de tres
años, y salió con su hija porque por nada del mundo la dejaría sola.
Yazira tiene muy claras las cosas: al salir de Honduras con su pequeña
de la mano sabía que podían pasar momentos desagradables.
Yazira pasó el Día de las Madres en el albergue; por lo menos sabe que ahora está resguardada por “ángeles de migrantes”.
Isaac es un pequeño de dos años y medio; su piel de color chocolate y su
cabello rizado atrapan el corazón de quien lo observa jugar, cantar,
bailar y ser feliz.
Desde noviembre de 2014 salió de su país acompañado de quien lo cataloga
como un “guerrero”: su padre Deltón, quien tiene 26 años, estuvo casado
por nueve con la madre del pequeño, algo no le gustó a ella, el no
vivía bien, su trabajo era muy humilde, pero era feliz.
Ella repentinamente decidió irse, dejando al pequeño Isaac de siete
meses a cargo de su padre. La vida de Deltón dio un giro, trabajaba de
siete de la mañana a siete de la noche.
La tía del Deltón cuidaba al bebé y al salir de trabajar, él pasaba por
el pequeño Isaac. Su vida transcurría bien, aunque el dolor de haber
sido abandonado lo lastimó por mucho tiempo; su vida giraba en torno al
bebé.
Lamentablemente, un día por defender a su hermana de los “maras”
(pandilleros) fue amenazado de muerte, por lo que tuvo que salir con su
pequeño en brazos para evitar ser asesinado y emprendió el camino de 167
kilómetros para alejarse de su país.
A pie recorrieron muchos trayectos, ya que por ser de piel oscura muchos
nos los dejaban subir al transporte. Deltón fue detenido por Migración
junto con el pequeño Isaac en septiembre de 2014.
En noviembre fue entregado en custodia al padre Alejandro Solalinde,
director del albergue Hermanos en el Camino. Desde entonces Deltón vive
ahí.
Hace mucho que él no sabe lo que es dormir en una cama, pero eso no le
importa; su mayor temor es que algo le pase al “guerrero” que tiene por
hijo, que se lo roben. Isaac ya superó la varicela que le dio en marzo,
nunca se queja, se la pasa cantando.
Isaac es el motor de Deltón, quien entre lágrimas expresa: “Mi colocho
(niño de cabello rizado) es mi vida; por eso huí de allá para que no nos
mataran y si algo le pasara me muero”.
Deltón tiene sueños junto a su pequeño: a los 30 años va a tener una
casa, tiene que trabajar duro, sin embargo la solicitud de refugio que
pidió a Mexico le fue negada.
Deltón y Yazira son dos madres-padres en tránsito, que lo único y más
valioso que tienen son sus hijos, y para quienes los festejos no son
importantes. Para ellos el mejor festejo que hay es tener a lado a sus
pequeños, y el mayor regalo sería que este país lleno también de dolor,
de indiferencia, les diera refugio para evitar el regreso a la nación
más violenta de Centroamérica.
Y es que si vuelven a Honduras pueden ser asesinados, y junto con ellos
estos dos pequeños seres que tampoco saben lo que es un Día del Niño;
ellos celebran la vida todos los días.
Observando a estos dos jóvenes, a Dennis e Isaac, reflexiono:
¿Cuándo es que se deja de ser pequeño? ¿Cuándo es que empiezas a ser grande?
¿Cuándo la vida te va entregar lo que es justo? ¿Cuándo se van a tirar
las fronteras? ¿Cuándo va dejar de existir la impunidad, aquí, en
Honduras, Guatemala, África, en el mundo entero?
¿Cuándo vamos a entender que el fenómeno de la migración en la frontera
sur se da ahora no para ganar dólares, si no para salvar la vida?
¿Cuándo dejaremos de lado nuestra indiferencia para tratar de entender
que si se desplazan de su país y se internan en el nuestro con todo lo
descompuesto que está, es porque las cosas realmente son graves en sus
lugares de origen?
No lo sé; lo que sí sé es que el aprendizaje que estos seres han dejado
en mí se quedará ahí para siempre, y que mi pensamiento este Día de las
Madres estuvo con ellos, como lo estuvo el Día del Niño con Dennis e
Isaac.
*Comunicadora libre, bloguera mexicana.
Cimacnoticias | México, DF.- CIMACFoto: César Martínez López
No hay comentarios.:
Publicar un comentario