Ilustración: Pe Aguilar / @elesepe1
Es un hecho que al paso de los
sexenios, la criminalización de la protesta social se ha convertido en
una política del Estado mexicano, porque se trata de una estrategia
concebida para debilitar la resistencia de las clases mayoritarias a las
políticas públicas reaccionarias y entreguistas con las que está
comprometido el grupo en el poder, una vez que se firmó el Tratado de
Libre Comercio (TLC), bajo el cual el destino de México quedó a merced
de los grandes intereses trasnacionales, particularmente los de Estados
Unidos.
La criminalización de la
protesta social es una de las tácticas más sistemáticas e intensivas
impuestas por esos intereses que no conocen fronteras ni límites a su
voracidad, como se puso de manifiesto en el foro No a la violencia en la
protesta, que forma parte de las actividades por la apertura de la
oficina regional para las Américas, con sede en nuestro país, de
Amnistía Internacional (AI). Sin embargo, reuniones como ésta, por
importantes que sean, serán insuficientes para crear conciencia entre la
población de las llamadas economías emergentes, sobre el imperativo
vital de organizarse para resistir las políticas genocidas de los amos
del mundo.
Es oportuno citar a Daniel
Estulin, autor del documentado libro Club Bilderberg: “Desde 1994,
cuando David Rockefeller exigió que se acelerasen los planes para el
empuje final de la conquista global, toda la población del planeta se ha
visto abrumada con una crisis financiera y ambiental después de otra,
paralizada por un terror de baja intensidad, una técnica, según descubro
en este libro, usada con frecuencia por los ingenieros sociales como
condición necesaria para mantener a sus sujetos en un desequilibrio
perpetuo. El Nuevo Orden Mundial se alimenta de guerras y sufrimiento,
de descalabros financieros y crisis políticas para mantener la expansión
de su aplastante movimiento”.
De ahí que sea pura burda
demagogia lo que se nos dice una y otra vez, de que el gobierno de
México “está trabajando intensamente” para superar los problemas que más
agobian a los mexicanos. Como el discurso de Enrique Peña Nieto con
motivo de la celebración del 5 de mayo. Dijo que su administración tiene
el compromiso de “lograr que las familias puedan vivir tranquilamente,
caminar por las calles y plazas, convivir en parques y espacios
públicos… continuaré encabezando los esfuerzos para mejorar las
condiciones de seguridad y de justicia, a fin de alcanzar el México de
paz y tranquilidad que nos hemos propuesto”.
Su único e ineludible
compromiso es con los promotores del Nuevo Orden Mundial, los grandes
poderes trasnacionales capaces de crear guerras, tirar gobiernos
democráticos, desestabilizar monedas y poner en jaque el sistema
financiero. Estulin se refiere a la trampa que significan ONG al
servicio de los globalizadores o fascistas de nuevo cuño y cita las
conclusiones de la Environment Conservation Organization de
enero/febrero de 1996: “La estrategia para acelerar el Gobierno Global
incluye programas para desacreditar a individuos y organizaciones que
provoquen una presión política interna o acciones populistas, que no
apoyan la nueva ética global”. ¿No es lo que hemos estado viendo desde
hace más de dos décadas?
En esa misma ceremonia
conmemorativa de la batalla del 5 de mayo en Puebla contra un ejército
invasor, el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, dijo
que “México es acosado por circunstancias que no merece”, y destacó que
hay “apátridas que lucran con el envenenamiento físico y moral de los
jóvenes”. Pues sí, efectivamente, sólo que desvió sus dardos críticos
hacia el blanco equivocado. Las “circunstancias que no merece” nuestro
país no provienen del narcotráfico, sino de las presiones de los súper
poderes que nos quieren aniquilar como nación soberana y colocarnos en
calidad de basurero de los desechos tóxicos de Estados Unidos y Canadá,
además de saquear de manera despiadada nuestros recursos naturales.
Los verdaderos “apátridas” no son los
delincuentes, por muy bien organizados que estén, sino quienes tienen la
responsabilidad de defender al Estado mexicano, y en vez de hacerlo con
el patriotismo que demostraron los liberales que lideró Benito Juárez,
lo entregan en bandeja de plata a los todopoderosos titiriteros del
mundo, quienes no descansarán hasta lograr sus planes de edificar una
sociedad robotizada y gobernada sólo por ellos. Parece ciencia ficción,
pero es una realidad que avanza con firmeza, porque hasta el momento
tienen todo a su favor.
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